Discos

Sorprendente

Enrique Sacau
miércoles, 4 de abril de 2007
Cantar del alma. La poesía del Siglo de Oro en la música del siglo XX. C. Halffter: Del rosal vengo, mi madre; J. Nin-Culmell: Ro-ro-ro; ¿Cuál es la niña? S. Moreno: Nadie puede ser dichoso; Culpa debe ser quereros. F. Obradors: Al amor; La mi sola, Laureola. F. De la Torre / Dorumsgard: Pámpano verde. V. Echevarría: Madrigal. M. García Morante: Exclamaciones. F. Mompou: Cantar del alma. R. Izardi: A la guerra. E. Toldrà: Después que te conocí; Madre, unos ojuelos vi. L. Bedmar: La hermana Marica. E. Granados: Lloraba la niña. J. Rodrigo: Pastorcito santo; Soneto. J. Turina: Cuando tan hermosa os miro. M. Ortega: Soneto. R. Halffter: Miró Celia una rosa. M. Perisic: Esta tarde mi bien. Fernando Latorre, barítono. Itziar Barredo, piano. Xurxo Lois Varela, dirección de grabación. Un disco compacto DDD de 65 minutos de duración grabado en Elai-Alai Aretoa de Guernica. Arsis 4198
8,23E-05 El haber escrito cientos de críticas musicales sobre discos o conciertos de muy diverso jaez no hace el comentario de este compacto de Fernando Latorre más fácil. Al contrario, al deseo de escribir con mesura se opone la necesidad de escribir con claridad y sin rodeos. Empecemos.

Este compacto contiene algunas de las canciones españolas más hermosas del siglo XX, músicas que muchos conocemos, que están en el repertorio y han sido grabadas por cantantes de talla internacional. Estas canciones con textos del siglo de oro no se presentan pues como un descubrimiento, una novedad que por su rareza merezca la apuesta del aficionado. Muchas, no todas, son canciones que todos conocemos y hemos escuchado en las voces de Teresa Berganza, Montserrat Caballé y Victoria de los Ángeles, entre otros muchos cantantes. Es así que el único interés del CD radica en ver qué hace con ellas el cantante. Y ahí es donde todo se desmorona.

El barítono Fernando Latorre ha grabado uno de los discos más aburridos—si no el que más—que he comentado en los últimos años. Son 65 minutos en los que no sucede nada: canta las notas, con su voz pesada, de poco brillo, su falta total de énfasis al decir el texto y una monotonía absoluta. A pesar de estar sentado, con los textos de las canciones abiertos y la mejor predisposición para disfrutar de un repertorio bellísimo, me resultó imposible no pensar en mil otras cosas. Eso provocó una segunda audición—en la que intentaba moderar mi opinión inicial—pero sólo me llevó a un mayor disgusto a causa del tedio inmenso. El adecuado acompañamiento pianístico de Itziar Barredo no hace por mejorar el panorama.

Sorprende que tal y como está el mercado discográfico sellos de la seriedad de Arsis hagan apuestas de este tipo que no tienen ningún tipo de posibilidad de éxito. El disco se quedará, pues, en la estantería.

Este disco ha sido enviado para su recensión por Arsis

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