Uruguay
Un teatro antiguo y moderno
Alberto Rosas

La idea de escribir Rigoletto surgió a partir de un encargo que el teatro La Fenice de Venecia, escenario donde tuvo su estreno el 11 de marzo de 1851, le realizó al celebre compositor italiano, quien trabajó todo el año de 1850 en este proyecto. La idea de componer esta obra fue arriesgada y levantó diversas polémicas ya que la obra elegida por el compositor -Le Roi s’amuse de Víctor Hugo- era una obra teatral censurada en Paris porque apuntaba a ciertas debilidades del poder en turno. Durante los días previos al estreno, una misiva del gobierno militar de Venecia intentó disuadir a Verdi y a Piave de estrenar la ópera. Por tal motivo, y por un acuerdo entre los directivos de La Fenice y Verdi, se modificó el argumento de la ópera con el fin de no afectar ningún interés político. Afortunadamente, los cambios no alteraron la idea original, sino algunos detalles. El resultado final es la ópera como hoy la conocemos.

Escena del Acto I
©2007 by Fototeca Sur / Teatro Solis
Al igual que Tosca el curso pasado, la realización escénica que se ha estrenado en esta ocasión, fue encomendada al dúo argentino conformado por Roberto Oswald, responsable de la regie, escenografía e iluminación; y por Aníbal Lápiz, quien se ha encargado de diseñar el vestuario. La nueva propuesta escénica fue realizada con estricto apego al libreto, por lo cual además de ser conservadores y vistosas, las escenografías y vestuarios sitúan la ópera en el tiempo y lugar que marca el argumento. El primer acto se realiza en el interior de un palacio con grandes espejos, el segundo, en un callejón fuera del jardín donde se encuentra la casa de ‘Rigoletto’, el tercero en el mismo salón del palacio, y el cuarto en la taberna de ‘Sparafucile’. En cuanto a la regie se refiere, esta se desarrolló con naturalidad y sencillez teatral y sin ideas u ocurrencias que incidieran en la historia.
En el elenco vocal, el ingrato papel del arrogante bufón jorobado fue encomendado al barítono uruguayo Dario Solari, quien se mostró en buen nivel vocal con su profundo canto adaptado a este tipo de repertorio y adecuada proyección. Su interpretación en escena fue mesurada sin sobreactuar, pero por momentos aparentó falta de concentración. El personaje del ‘Duque de Mantua’ se benefició de la presencia del tenor uruguayo Juan Carlos Valls, quien no limitó sus recursos vocales, desplegando su calido timbre y generosidad en el manejo de los agudos, sacándole provecho a las posibilidades que la partitura de su papel le permitió. En escena su participación fue más que correcta.

Dario Solari y Juan Carlos Valls
©2007 by Fototeca Sur / Teatro Solis
©2007 by Fototeca Sur / Teatro Solis
Por su parte, la soprano argentina Eliana Bayón interpretó convincentemente a una delicada e ingenua ‘Gilda’, que en su canto mostró una agradable línea de canto, agilidad en el manejo de la voz y claridad. La mezzosoprano argentina Alejandra Malvino encarnó el papel de ‘Magdalena’ con sensualidad y un timbre oscuro, y el bajo uruguayo Ariel Cazes dio personalidad y seguridad actoral y vocal al papel del sicario ‘Sparafucile’. El resto del elenco cumplió satisfactoriamente en cada una de sus intervenciones, así como el bien trabajado coro del SODRE.
En la parte musical, la Orquesta Filarmónica de Montevideo tuvo algunas imprecisiones notables al inició de la función, pero el maestro Federico García Vigíl logró enderezar con inteligencia y maestría el rumbo del espectáculo para ofrecer una lectura entusiasta de la que extrajo momentos cargados de lirismo y armonía de la rica orquestación.
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