Reportajes
Los directores de banda también saben dirigir las obras de Beethoven
Daniel Martínez Babiloni

Lo cierto es que de esta simple anécdota podemos extraer mucha información sobre cual es el estado de desconocimiento, por parte del mundo musical español, de la situación actual de las bandas de música. El peso de la tradición y la minusvaloración de este fenómeno musical -y asociativo- por su carácter eminentemente popular se ha convertido en una losa muy difícil de levantar y no deja, ni siquiera entrever, los cambios tan importantes que se están produciendo (en Europa o Estados Unidos hace tiempo que sucedieron) en la concepción de este conjunto instrumental.
Mientras que en conservatorios de países como Holanda y Bélgica se imparten especialidades como Dirección de Banda, bombardino o fliscorno -instrumentos propios de la misma-, en España no parece que no está ni previsto, el estudio de la posibilidad de implantarlas (aunque se han recogido instrumentos tradicionales como la gaita o la dolçaina).
Mientras que en estudios y artículos europeos y norteamericanos (en español no se encuentra bibliografía), más o menos especializados sobre compositores y música de banda se habla precisamente de eso: de compositores -póngase por caso Holst, Persichetti, Corigliano o Bourgeois-, da igual que escriban cuartetos de cuerda, música electroacústica, bandas sonoras, música orquestal o música de banda; aquí se distingue a los compositores de banda como si el material que utilizan fuera diferente al del resto de creadores.
Podríamos enumerar muchos más casos de esta idiosincrasia nuestra, pero precisamente eso es lo que pone de manifiesto José Rafael Pascual Vilaplana: la constante utilización de etiquetas que no tienen razón de ser, avaladas en muchos casos por la losa de la tradición, además del desinterés institucional, olvido de la musicología, ausencia de la prensa, tanto especializada como generalista, y de la crítica (jazz, pop o folk aparecen con cierta frecuencia) y el mal uso -digámoslo todo- de muchos músicos y directores, ya sean profesionales o amateurs.
Entre esos malos usos, un elemento fundamental que ha desmerecido el papel de este instrumento en la historia reciente de la música española, según José Rafael, es el de interpretar música de banda por el hecho de estar de moda (o por ser los autores de una zona geográfica determinada: valencianos en Valencia, gallegos en Galicia…) y no como producto de un detallado y serio estudio de la idoneidad de programar cada obra. Se ha pasado de la transcripción sinfónica (oberturas, zarzuelas, fantasías, poemas sinfónicos…) a un tipo de obras con poco interés musical y se ha obviado todo el corpus bandístico creado por los compositores, algunos de ellos forman parte del parnaso de la historia de la música occidental.
El ponente se remite, como punto de partida, a los instrumentos de viento que se sabe acompañaban los juegos y espectáculos de la Antigüedad. Posteriormente los conjuntos de viento se especializan en música de iglesia (el caso de Passau), de corte (el conjunto de Pedro I de Portugal) y actos municipales. En el siglo XVII destaca las obras de los hermanos Gabrielli y Lully, con la Bande des douze hautbois du Roi. En el siglo XVIII serían la Harmoniemusik, del Conjunto Imperial de Viento de José II, iniciadora de este tipo de conjuntos en la zona germánica.
Mención especial hace de la Serenata en Si bemol mayor Gran Partita K 361 de Mozart, escrita para los músicos de viento de la Orquesta de Manheim: 2 oboes, 2 clarinetes, 2 corni di bassetto, 4 trompas, 2 fagotes y 1 contrabajo que cambió después por contrafagot. Plantilla formada por trece instrumentos de viento utilizada posteriormente por muchos compositores. Luego llegarán los octetos y nonetos románticos.
En el siglo XIX nos encontramos con obras de Berlioz, Grande Symphonie Funèbre e Triomphale para banda militar (1840); de Wagner dirigidas a la bandas del Ejército Prusiano; de Saint-Saëns, Orient et Occident (1869); de Gounod, Petite Symphonie (1883); marchas de Sousa creadas para la Sousa Band nacida en 1892 (la popular The Stars and Stripes Forever de 1897 se incluye en la Norton Antology of Western Music). Hans von Büllow ayuda a crear varias bandas alemanas a mediados de siglo.
En 1901 Mahler escribe sus Um mitternach y en 1909 Holst crea su Primera Suite en Mi bemol mayor pensando en una sonoridad nueva, la del instrumento que conocemos hoy como Banda Sinfónica en España, Concert Band en USA, Wind Ensemble en el Reino Unido y Orchestra d’Harmonie en Francia. Para la Goldman Band de Nueva York escriben compositores como Villalobos o Hindemith. Para la American Wind Symphony Orchestra lo hacen Rodrigo -su Adagio para instrumentos de viento-, Bernstein, Bozza, Adams, Barnes o Corigliano.
En el turno de los compositores españoles señaló entre muchos otros a Oudrid, Giner, Lamotte de Griñón, Julio Gómez, Carles Surinach, Manuel Palau, Luís Blanes, Amando Blanquer y las nuevas generaciones representadas por Ferrer Ferrán, Roque Baños o Andrés Valero.
Estos nombres son sólo unos pocos de los que este estudioso del repertorio bandístico señala en su discurso. La lista se podría hacer mucho más larga pero no es este el lugar donde reseñarla. Tal cantidad de información no supuso ninguna traba para el orador, de verbo ágil y ameno, puesto que combina con gran habilidad el aporte de datos contrastados con la anécdota, para no cansar al público asistente (en esta ocasión numeroso).
Este recorrido histórico nos lleva a la conclusión de que el director necesita una amplia preparación. Con una formación multidisciplinar: orquesta, banda, historia, pedagogía, psicología, programación… debe abordar un repertorio formativo para el músico y para el público, en el que quepan todas las épocas y las diferentes estéticas de la música occidental, ¿por qué no interpretar algunas obras de Berio o Stokhausen? Ello no conlleva un abandono de las tradicionales transcripciones, marchas, pasodobles, zarzuelas y especialmente la música festera, género endémico de la zona de la Comunidad Valenciana donde se celebran moros y cristianos.
Con el estudio serio y riguroso del repertorio se pretende dignificar la música de banda y con ello tanto a sus intérpretes como a sus oyentes. Cabe señalar el papel que las editoriales cumplen en ello porque muchas veces atendiendo a sus ventas, más que a la calidad de la música, encargan y producen obras que pasan a formar parte de aquella moda que al principio mencionábamos.
Tampoco hay que exculpar (se añadió en los corrillos posteriores) de la poca difusión que hacen las bandas profesionales de las obras novedosas y de calidad. Las bandas municipales que por sufragarse con dinero público -y no pasar aprietos en tiempo y dinero como las amateurs- deberían servir a estos fines educativos, formativos y culturales, además, por supuesto de entretener, amenizar actos festivos, religiosos... Pero ya se sabe que a muchos políticos de los cuales dependen, les interesa más el rédito electoral de los conciertos populares en los templetes y plazas públicas, en los que la media de edad suele ser bastante elevada.
Sirva de ejemplo (lo añade éste que escribe) que la programación de la Banda Municipal de Valencia no se conoce a principios de temporada como sucede con la de cualquier orquesta. Parece que según van las semanas se programan unas obras u otras. No me extraña entonces que la prensa o a la crítica no se interese en reseñar ningún concierto.
No obstante, el asunto viene de lejos. La conferencia acaba con una cita de Gabriel Pares quien, con su Tratado de Instrumentación para Orquestas de Armonía de 1898, pretendía dignificar este género. Tal vez sea ahora el momento. Quizás así se pueda interesar a gestores musicales, musicología, medios de comunicación y crítica musical.

José Rafael Pascual-Vilaplana
José Rafael Pascual-Villaplana
Director nacido en Muro, Alicante, en 1971, inicia sus estudios musicales de bombardino y piano en la Escuela de Música de la U.M. de Muro, para continuarlos en los Conservatorios de Alcoi y de Valencia. Estudia Dirección de Banda y de Orquesta con los maestros Jan Cober (Holanda), Eugene Corporon y James Croft (USA), Karl Österreicher, Hans Graf y Yuji Yuhasa (Austria) y Georges Pehlivanian (Eslovenia). Ha sido director invitado en distintas formaciones sinfónicas en Argentina, Bélgica, Cuba, Eslovenia, España, Holanda, Inglaterra, Italia, Portugal, Rumanía y Suiza: Orquesta Sinfónica de Matanzas (Cuba), O.S. de Bucarest, O. de Cámara 'Manuel de Falla' de Cádiz, O. Filarmónica de Eslovenia, O. S. de Castellón, O.'Ciutat d’Elx', O.S. de Murcia, Banda Nacional Juvenil de Holanda, Banda Nacional de Cuba, Banda Municipal de Buenos Aires, Banda Sinfónica de Bairrada (Portugal), Bandas Municipales de Alicante, Castellón, Madrid, Palma de Mallorca y Santa Cruz de Tenerife, Banda 'La Artística' de Buñol, etc.
Ha trabajado como director titular de las Bandas de Castell de Castells, U.M. de Yátova, U.M. Bocairent, A.M. Xixona y U.M. de Muro. Es profesor de dirección en la ECM 'Vall d’Albaida'. En la presente temporada es principal director invitado de la Orquesta Sinfónica de Albacete, así como director invitado de la O.S. de Castellón, Banda del Conservatorio Superior de Canarias, Banda Nacional Juvenil de Holanda, Banda Municipal de Madrid, Banda Municipal de Sta. Cruz de Tenerife y Banda Sinfónica Portuguesa de Porto (Portugal).
Ha compuesto diversas obras de cámara, sinfónicas, corales y música incidental para teatro, así como del musical Balansiyyà estrenado en Madrid en agosto de 2006. Ha grabado nueve CD’s de música de banda. Está en posesión de la 'Batuta del Mtro. Tomás Boufartigue'm distinción otorgada en La Habana en 1991. Es ganador del Primer Premio en los Concursos Internacionales de Dirección del WMC de Kerkrade (Holanda, 1997) y de la EBBA en Birmingham (Inglaterra, 2000). En 2004 es galardonado con el Premio EUTERPE en las categorías de Dirección de Banda y de Composición de Música para la Fiesta otorgado por la Federación de S. Musicales de la C. Valenciana.
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