España - Madrid

Felicitaciones a todos los que lo hicieron posible

Juan Krakenberger
viernes, 14 de diciembre de 2007
Vasily Petrenko © Svetlana Tarlova | OFGC Vasily Petrenko © Svetlana Tarlova | OFGC
Madrid, lunes, 26 de noviembre de 2007. Auditorio 400 del MNCARS. Marianne Pousseur, Sprechstimme. Ensemble de la Orquesta de Cadaqués. Vasily Petrenko, director. Jesús Torres: Episodios. David Padrós: La Sala de la Suprema Armonía. Héctor Parra: Abime-Antigone IV. Arnold Schönberg: Pierrot Lunaire op 21. Asistencia: 95% del aforo
0,0002069 Diez músicos, integrantes de la Orquesta de Cadaqués, liderados por un director, y una solista cantante/narradora fueron presentados por el Centro para la Difusión de la Música Contemporánea (CDMC), en su ciclo 2007/08, para brindarnos tres obras de compositores españoles contemporáneos, y el emblemático Pierrot Lunaire de Schönberg. Adelanto desde ahora que se trató de un conjunto formado por auténticos músicos de primera fila, que nos deleitaron con su arte en un programa nada fácil.

La primera parte del concierto se dedicó a tres compositores, presentes en la sala. Como siempre, el CDMC preparó un programa de mano muy detallado, y Daniel Casado escribió los comentarios detallados sobre las obras y su origen. Glosaré en breves palabras mis impresiones.

Los Episodios de Jesús Torres, de 1999, que duran unos nueve minutos, constan de una serie de arrebatos que son meticulosamente elaborados, con más o menos calma. Lo que asombra son los efectos sonoros que Torres logra producir. El piano de cola (que en esta ocasión estaba ubicado detrás de los músicos sentados en semicírculo y que con su tapa totalmente abierta hacía de fondo reflector de sonidos) se integra completamente en la sonoridad total, gracias al excelente trabajo de Juan Carlos Garvayo. Pero igualmente se lucieron Álvaro Octavio en la flauta, y Joan Enric Lluna en el clarinete, formando un dúo que coordinaba con gran musicalidad las frases que les tocaba ejecutar. Marijke van Coten en el violín y David Bucknall en el violoncello hicieron lo propio en las cuerdas. Los solos de violín fueron de gran calidad: tanto técnica como musicalmente la labor de esta violinista dejó inmejorable impresión.

El mismo elenco, reforzado por Raúl Camarasa en percusión, nos interpretó acto seguido La Sala de la Suprema Armonía de David Padrós. Inspirada en la Ciudad Imperial de Pekín, la obra empieza con un acorde que suena a gong oriental. Es música pausada, con notas largamente sostenidas lo que se traduce en tranquilidad, dentro de un clima emotivo muy poético. También en esta obra el piano no tiene rol solista, y su sonoridad se integra en el conjunto instrumental. Y la percusión también subraya sonoramente los pasajes, no necesariamente rítmicamente. Los diez minutos que dura la obra pasan volando.

Y para terminar esta primera parte del concierto, Abime-Antigone IV de Héctor Parra. En vez del clarinete, esta vez le toca el turno al oboe de Eduard Martínez, y las cuerdas se refuerzan con la viola de Geneviève Strosser. No hay percusión. Esta obra, que dura algo menos de un cuarto de hora, es la última de un ciclo en torno a la tragedia griega escrita por Sófocles. Es una música etérea, delicada, con dentelladas de luz. Hay silencios que preparan el clima para nuevos episodios, entre ellos cadenzas para violoncello solo, para flauta sola, y para un diálogo de violín y violoncello. En general, prima un clima de intimidad. La interpretación, nuevamente de altos quilates. Si bien la labor tan brillante de los músicos centró la atención sobre ellos, no cabe duda que la sensible dirección de Vasily Petrenko contribuyó eficazmente al resultado.

Después de cada obra, el director invitó a los compositores presentes a compartir los aplausos del respetable. Ellos agradecieron a los músicos su excelente labor.

La segunda parte del concierto estuvo dedicado a la emblemática obra de Schönberg Pierrot Lunaire, del año 1912. La oí por primera vez en vivo en Buenos Aires, en los años '40, después de terminar la 2ª guerra mundial. Luego otra vez en Suiza, y ahora por tercera vez aquí en Madrid. Creo no equivocarme al decir que la obra no se había programado durante los últimos 33 años de mi presencia aquí. Por ello, montarla -y con una calidad extraordinaria- hace honor al Ensemble de Cadaqués. Además de los comentarios sobre la misma, el programa de mano reproduce íntegramente los 21 poemas de Albert Giraud, en su traducción al alemán, con su correspondiente traducción al castellano.

Para esta obra, a la flauta y al clarinete se sumó Harry Sparnaay en clarinete bajo, y Luis Zorita tocó la parte del violoncello. Marijke van Coten asumió los pentagramas dedicados alternativamente al violín y a la viola. La cantante belga Marianne Pousseur se encargó de la recitación de los textos, en alemán. Las tres secciones, de siete poemas cada una, duran algo más de media hora. Algunos poemas, como el ‘Galgenlied’ (Canción del Patíbulo) duran apenas 5 o 6 segundos. Otros son enormemente dramáticos, como ‘Die Kreuze’ (Las cruces). En ‘Serenade’ el violoncello tiene un solo, que fue espléndidamente traducido por Zurita. Y en los dos últimos poemas, ‘Heimfahrt’ (Regreso a casa) y ‘O alter Duft’ (Oh, antiguo perfume) la emoción llega a su clímax. La obra termina en éxtasis.

Escuchando esta música, fui pensando en un escenario diferente, más decadente, para ubicarme. Es que todo esto pertenece a la época del expresionismo alemán/austríaco, que protestaba contra el materialismo intelectual, de ahí que un marco vetusto y descuidado le irían mejor que una sala tan moderna y lujosa como el Auditorio 400. Pero fue gracias a la solista invitada, Marianne Pousseur, que uno podía olvidarse de ello. Trajeada de forma muy cuidada pero sencilla, nos introdujo en ese clima fantasmagórico del Pierrot ‘lunático’, sumergiéndonos sucesivamente en diferentes estados de ánimo, lo que una Sprechstimme (voz hablada) logra aún mejor que el canto, propiamente.

Aplausos que no querían terminar obligaron a los músicos y al director a saludar una y otra vez, y particularmente a Marianne Pousseur, la recitadora/cantora.

Muy pocas veces, la música contemporánea logra llegar a cimas de expresión como esta obra magistral. Para mí fue un regalo poderla escuchar nuevamente en vivo, y en una versión tan bien lograda.

Felicitaciones a todos los que lo hicieron posible. Un digno eslabón más en esta brillante temporada del CDMC.
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