Estados Unidos

Una noche de debuts

Horacio Tomalino
jueves, 3 de enero de 2008
Nueva York, sábado, 27 de octubre de 2007. Metropolitan Opera House. Lincoln Center for the Performing Arts. Madama Butterfly, ópera en tres actos con música de Giacomo Puccini (1858-1924), sobre libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, basado en la obra teatral homonima de David Belasco, basada en un relato de John L. Long. Estreno: Teatro alla Scala de Milán el 17 de febrero de 1904. Anthony Minghella, dirección escénica. Han Feng, vestuario. Peter Mumford, iluminación. Elenco: Patricia Racette (Cio-Cio-San), Roberto Alagna (Pinkerton), David Cangelosi (Goro), Maria Zifchak (Suzuki), Luca Salsi (Sharpless), Keith Miller (Comisario Imperial), Young Mok Jeong (Magistrado), David Won (Príncipe Yamadori), Edyta Kulczak (Kate Pinkerton). Mark Elder, director musical. Temporada 2007-8
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A sala llena y con un público particularmente enfervorizado, volvió a subir a escena en la controvertida puesta de Anthony Minghella la opera Madama Butterfly en el primer coliseo neoyorquino. El mayor atractivo de la reposición fue sin duda el debut de Racette como ‘Butterfly’ y el de Roberto Alagna interpretando por primera vez el personaje de ‘Pinkerton’.

Como ‘Cio-Cio-San’, Racette alcanza una de sus más logradas interpretaciones y todo parece prever que el rol constituirá uno de sus “caballitos de batalla” en los años venideros. En la piel de la joven japonesa, la cantante desbordó de delicadeza y matices expresivos, mientras que la intérprete dio una esplendida prueba de consumado talento dramático. A medida que se fueron sucediendo las escenas, el personaje fue adquiriendo la profundidad y el aplomo necesarios para enfrentar con una artillería canora que pareció no tener limites un ‘Tu, tu, piccolo Iddio…’ capaz de conmover aun al más escéptico.


A estas alturas de su carrera el rol de ‘Pinkerton’ no supone ningún tipo de riesgos para el tenor francés Roberto Alagna. Muy por el contrario, en una tesitura que le es totalmente cómoda pudo permitirse sutilezas y matices que terminaron dándole al aparentemente poco comprometido personaje del marino americano un relieve vocal absolutamente descomunal. Mediático o no, es innegable que Alagna posee uno de los mas bellos timbres de tenor de la actualidad y su ‘Pinkerton’ fue un lección de virtuosismo y control vocal. Ya desde el ‘Dovunque al mondo…’ la suntuosidad de un canto siempre noble, un fraseo exquisito y unos agudos de acero fueron el punto de partida de un interpretación memorable que habría de tenerlo como centro absoluto de atención durante toda la ópera.

El cónsul americano ‘Sharpless’ de Luca Salsi fue otra de las grandes sorpresas de la noche. El joven barítono italiano hizo gala de un soberbio material vocal y de una consumada intencionalidad en el tratamiento de las frases lo que le permitió hacerse con una nada despreciable ovación una vez caído el telón.

Otro pilar de la representación resulto el modelito ‘Goro’ de David Cangelosi, un artista con mayúscula que demostró que no hay roles pequeños cuando hay buen canto y se tiene una clara idea de lo que se está haciendo.

Del resto de personajes comprimarios destacó la siempre efectiva ‘Suzuki’ de la mezzo-soprano Maria Zifchak y el muy seguro príncipe ‘Yamadori’ de David Won.

Al frente de la orquesta del MET, el director ingles Mark Elder hizo una lectura brillante y colorida de la partitura, siempre atenta a los detalles y poco propensa a los excesos.


La puesta en escena del regista Anthony Minghella, que tanta controversia generó en su estreno el año pasado, terminó por conquistar al conservador público neoyorquino. Y no es para menos, la labor de Minghella es de una exquisita sensibilidad teatral y es innegable que le otorga a la obra una enorme dimensión dramática. Excelente y nunca suficientemente destacado el riquísimo vestuario de Han Feng y el estudiadísimo tratamiento lumínico de Peter Mumford.

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