España - Euskadi
Vodevil mozartiano
Javier del Olivo

Desde la alegre obertura hasta el más o menos feliz final, el maestro austríaco desgrana una de sus partituras más brillantes y coloristas, pero también es, de sus grandes obras, aquélla cuyo resultado final más depende del montaje que le toque en suerte, permitiéndole mostrar o no todos los matices que la hacen tan deslumbrante. La que pudimos ver dentro de la 56 temporada de la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera (ABAO) se salva por los pelos. Y sobre todo porque deja, sin molestar, que Eduardo López Banzo y su 'Al Ayre Español' lleven la obra a buen puerto.
Ambientada en los tiempos actuales (el director Michal Znaniecky no se priva de mostrar karaokes, teléfonos móviles u ordenadores), la producción, procedente de la polaca Ópera de Wroclaw, tuvo una concepción teatral acertada sin ser brillante, con algunos momentos que querían ser cómicos pero quedaron en grotescos, y que solo a una mínima parte del público provocaron carcajadas, aunque arrancaron alguna sonrisa. Especialmente poco adecuado fue el uso del coro en la última escena.

Fotografía ©2007 by E. Moreno Esquibel. Gentileza de ABAO
En cambio, apoyado en una convincente escenografía de Luigi Scoglio, que utilizó en algunos momentos dos niveles de escena, todo el montaje, sin aportar nada nuevo, fue respetuoso con la obra, y dejó que funcionara por su propia fuerza. Merecen ser destacados dos momentos concretos: en el primer acto, 'Soave sia il vento', con una iluminación intimista (a cargo de Bogusmil Palewicz) y unas imágenes de agua en las pantallas que servían de fondo a la escena, y en el final de la obra, el gran árbol que ocupaba el centro del escenario. Por el contrario, como grave fallo, casi no se pudo escuchar la hermosa serenata de viento que precede al 'Secondate, aurete amice' del segundo acto, por las risas y los gritos que la dirección escénica impuso a los figurantes en la escena.
En el apartado musical, destacó la intervención de López Banzo y su orquesta. Fue lo mejor de la noche, aunque su nefasta obertura nos hiciera temer lo peor. Pero recompuso sus huestes y mantuvo viva la obra hasta el final. Con tempi ligeros pero no excesivos, con una madera bella y bien timbrada, y con un empaste general adecuado, la orquesta sonó perfecta en un espacio tan poco agradecido como el Euskalduna para un conjunto de instrumentos originales. Quizá el único pero que podría ponérsele al director es que estuvo bastante más pendiente del foso que del escenario, y eso repercutió en algún puntual desajuste. Como curiosidad, Banzo, que es un reputado clavecinista, hizo acompañar los recitativos por un pianoforte, en lugar del habitual clave, posiblemente obligado por las dimensiones de la sala. Tal vez obras como la que no ocupa no son las más adecuadas para un recinto tan grande como el Euskalduna: se adaptarían mejor a un teatro de dimensiones medias o pequeñas, donde tanto las voces como los instrumentos se aprecian en toda su belleza.

Fotografía ©2007 by E. Moreno Esquibel. Gentileza de ABAO
Soile Isokoski debutaba en Bilbao en el difícil papel de 'Fiordiligi', que Mozart creó para Adriana Ferrarese del Bene, considerada en su tiempo una mujer de excepcionales dotes canoras. La soprano finlandesa supo defender con elegancia y buen canto sus dos arias principales, aunque estuvo más convincente en 'Per pietà ben mio' del segundo acto. No siendo muy expresiva en su caracterización, su voz sonó muy bella y bien modulada, sin problema en las difíciles notas graves. Pero, como le pasó a parte del elenco, le faltó algo de volumen. No así a Laura Polvorelli, que gustó por su calidad vocal y su exacta proyección, siendo mejor actriz que el resto de sus compañeras. Marta Ubieta sustituía a la anunciada a principio de temporada Mayte Beaumont. Su voz joven y bien timbrada cumplió los requisitos exigidos a su rol, pero le faltó peso como actriz, sufriendo una caracterización que la hacía más señorita que sus propias patronas.
Repetían papel mozartiano (estuvieron el año pasado como 'Tamino' y 'Papageno') Topi Lehtipuu y Frank Leguerinel como 'Ferrando' y 'Guglielmo'. El primero ha mejorado como actor, pero a su voz le sigue faltando un ápice de madurez, volumen y prestancia, aunque eso no restó belleza a su 'Un aura amorosa'. Mucho más ajustado, Leguerinel lució una voz rica en matices que se adaptó perfectamente a su temperamental personaje. El más aplaudido de los cantantes fue Lorenzo Regazzo. Su 'Don Alfonso' es de muchos quilates, y aunque la caracterización fue más de camarada de los enamorados que de viejo vividor, como refiere el libreto, supo darle esa carga de sarcasmo y cinismo que el papel necesita. Su voz fue la que mejor se escuchó en el teatro.
La corta intervención del coro estuvo deslucida por la imposición del director de cantar la marcha militar detrás del escenario, pero siempre resulta un conjunto brillante y bien empastado.
Sin duda, el mejor Mozart que se ha visto en las tres últimas temporadas de la ABAO, con unos cantantes notables y un director y una orquesta sobresalientes.
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