España - Castilla y León

Diferencias coordinadas

Samuel González Casado
jueves, 3 de julio de 2008
Valladolid, jueves, 3 de abril de 2008. Centro Cultural Miguel Delibes. Sala de Cámara. Zukerman Chamber Players. Dvořák: Terceto para dos violines y viola en Do mayor, op. 74/B148. Mendelssohn: Quinteto de cuerda núm. 2 en Si bemol mayor, op. 87. Brahms: Quinteto de cuerda núm. 2 en sol mayor, op. 111. Ocupación: 70%
9,8E-05 Un martes más nos hemos encontrado con interpretaciones de altísima calidad en el Centro Cultural Miguel Delibes, esta vez en la inmejorable -en lo que a acústica se refiere- Sala de Cámara. El concierto, por compositores -Dvořák, Mendelssohn y Brahms- y renombre del principal intérprete del grupo -Pinchas Zukerman- prometía, y a fe que no defraudaron ni un ápice: obras de impresionante calidad ejecutadas con una coordinación poco común.

La obra de Dvořak, si se quiere más modesta que las otras dos en extensión y estructura, posee sin embargo, como suele ocurrir en el compositor eslavo, una inmediatez melódica que la convierte en rápidamente disfrutable incluso para el profano. La interpretación fue maravillosa de principio a fin; debemos hacer especial mención al impresionante viola Jethro Marks, cuyo bellísimo sonido, grande y oscuro, nos llegaba especialmente presente por nuesta posición. En Brahms estuvo menos perfecto y, por ejemplo, desafinó ostentosamente en la pequeña cadencia al final del adagio, un pequeño accidente sin muchas consecuencias, aunque en la cara del músico se notó cierto fastidio, como es normal.

Al igual que en las obras de Mendelssohn y Brahms, en Dvořak resultó muy interesante la confrontación amistosa entre el violín de Pinchas Zuckermann y el de la canadiense Jessica Linnebach, tan distintos: el primero es todo finura y matiz, ataques excepcionalmente cuidados y sonido fino y penetrante. Consigue gradaciones dinámicas vedadas al que no sea un gran maestro y un fraseo lleno de variedad y elegancia. En el debe, la afinación en algunos saltos, a la postre peccata minuta ante semejante despliegue de musicalidad. Linnebach transmite, por el contrario, franqueza y espontaneidad, también potencia. Se notaba que la intérprete disfrutaba, y continuamente servía de puente de comunicación entre los otros miembros del grupo, especialmente entre Zukermann y Marks.

Los dos quintetos son obras excepcionales y difíciles, y atacarlos como aquí se hizo, sin el preceptivo descanso entre las dos partes del concierto, tiene su mérito. La incorporación de Ashan Pillai como segunda viola y el chelo de Amanda Forsyth no hizo más que corroborar, sin el protagonismo de los otros tres músicos, el excepcional entendimiento de todos casi sin mirarse: la música fluye tan natural que el público puede sumergirse en estas fastuosas composiciones sin sobresaltos que lo desconcentren. Hay tensión cuando tiene que haberla, como en el 'Allegro non troppo' de Brahms; variedad rítmica e incluso guiños humorísticos en el 'Andante scherzando' de Mendelssohn, y no falta virtuosismo en los últimos movimientos.

¿Se podría pedir más? Quizá, siendo muy exigentes, una mayor definición de concepto o un estilo original y marcado que distinga a este grupo rápidamente; pero esto, al fin y al cabo, no deja de ser un tópico recurrente y poco concreto: los Zukerman Chamber Players están muy bien como están, y esperamos tener oportunidad de volverlos a escuchar en alguna otra de sus escasas giras.
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