Canadá
Ganas, seriedad y profesionalismo
Horacio Tomalino
La propuesta de la regista no buscó innovar y con pocos elementos logró resaltar eficazmente el ambiente de la Viena de finales del siglo XIX. Con mucha coherencia, buen gusto y un excelente tratamiento lumínico Lacoursiere obtuvo un perfecto marco de elegancia que permitió con fluidez el desarrollo de cada una de las situaciones que plantea la partitura. El bien resuelto vestuario de Marc Senechan hizo el resto.
Fotografía © 2008 by Atelier de Ópera de la Universidad de Montreal
De homogéneo elenco vocal sobresalieron especialmente las voces femeninas de entre las que destacó la camarera Adela de la soprano Desiree Hill quien no solo demostró ser una cantante de agudo fácil y ágiles coloraturas sino que además exhibió condiciones de eximia comediante. No le fue en zaga, la Rosalinde de la soprano Audrey Larose-Zicat quien exhibió un timbre calido y siempre seguro que encontró en la czarda húngara del segundo acto un momento de particular lucimiento. La labor de la mezzosoprano Kristin Hoff como el Príncipe Orlofsky solo merece elogios tanto por su desempeño vocal como escénico. Solvente la Ida de Mylene Bourbeau, que redondeó el buen resultado general.
Fotografía © 2008 by Atelier de Ópera de la Universidad de Montreal
En cuanto a las voces masculinas el rendimiento general no pasó de lo rutinario aunque en la mayoría de los casos no puede negarse que estuvimos en presencia de voces importantes que requieren encauzarse y desarrollarse. Así fue como el barítono David-Olivier Chenard dio voz a un Gabriel von Eisenstein con un material muy ligero, de interesante color pero necesitado de una mayor proyección y lo mismo puede decirse del Dr. Falke de Jean-Michel Richer quien más allá de sus buenas intensiones careció de una línea de canto definida. Como Frank, Mark Wells fue desenvuelto en lo escénico y generoso en la vocalidad.
Fotografía © 2008 by Atelier de Ópera de la Universidad de Montreal
El toque hilarante de la noche lo dio Isabeau Proulx-Lemire quien descostilló a la audiencia en su graciosa composición del guardia de la prisión Frosch.
Sostén indiscutible de la presentación el Mtro. Jean-Francois Rivest al frente de la Orquesta de la Universidad de Montreal distribuyó calidad sonora a manos llenas y concertó con maestría la labor de la cada uno de los intérpretes.
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