España - Castilla-La Mancha

¡Será cosa del cambio climático o hay algo que no funciona!

Carolina Queipo Gutiérrez
lunes, 14 de abril de 2008
Cuenca, sábado, 22 de marzo de 2008. Teatro Auditorio. Totenfeier en do menor, poema sinfónico de Gustav Mahler; Ein Deutsches Réquiem (Un Réquiem Aleman), Op. 45 (1868/1869) de Johannes Brahms. Sibylla Rubens, soprano; Markus Werba, barítono; Collegium Vocale Gent y Orchestre des Champs Elysées. Philippe Herreweghe, director musical. 47 Semana de Música Religiosa de Cuenca. Concierto nº 19. Asistencia: 85 % del aforo
0,0001398 Y de repente el tiempo se volvió loco. En unas pocas horas el cielo se lleno de nubes y Cuenca se cubrió en Sábado Santo con una manta blanca de nieve. Atrás quedaron los días primaverales y llego el crudo invierno que no habíamos tenido. La ciudad quedo muy hermosa y continuamos disfrutando de la expresividad espiritual germana en manos francófonas. Pero esta vez con música hecha dos siglos más tarde que la del concierto dedicado a la música funeraria de Schütz y contemporáneos.

La respuesta al objetivo de esta introducción no es otra que la de elogiar el saber hacer de los músicos de estas latitudes. Pero siempre pasando por una excepción: el uso y abuso de los instrumentos de época. Son preciosos, no hay duda. ¡Pero recapacitemos!, si Mahler o Brahms hubieran contado con las posibilidades técnicas de los instrumentos de hoy en día, ¿no creen que los hubieran utilizado? ¿Qué problema hay en no jugarse el pellejo con los problemas de afinación e inestabilidad sonora que apareja el uso de unos instrumentos musicales originales o recreados en los de hace casi dos siglos? Y es que, en este concierto, se la jugaron. Fue justamente ese cambio de tiempo el que desestabilizó los instrumentos, sobre todo los de viento, acarreándoles un constipado de desafinación que no lograron recuperar hasta la segunda parte del concierto, con el Requiem alemán de Brahms.

Pese a esta gran pega, la hermosa obra de Mahler discurrió correctamente. Philippe Herreweghe dirigió la Orchestre des Champs Elysées con decisión y convicción de sus propias decisiones (aunque algunas impidiesen disfrutar plenamente de las posibles aportaciones de esos buenos músicos). En el Requiem alemán se unieron las voces del coro Collegium Vocale Gent, que con su magnífica técnica vocal reforzaron la consistencia, ahora recuperada, del grupo orquestal. Para esta interpretación, Herreweghe confirió un tempo más rápido al que estamos acostumbrados. De nuevo, no alcanzo a comprender el punto de vista de la hermenéutica historicista de Herreweghe, sobre todo basándome en el resultado final que nos llegó de este Requiem, supuestamente trágico pero transformado en esta ocasión en algo casi, me atrevería a decir, ‘alegre’. Y no dudo de la capacidad de Herreweghe como estudioso de la música que dirige. Pero, ¿por qué cambiar la práxis musical aceptada como totalmente romántica de un siglo XX de tradición?.

En cuanto a los solistas, la soprano Sibylla Rubens llegó casi sin avisar sustituyendo a Letizia Scherrer. Su voz, como reza su curriculum, se enmarca más en la faceta de liederista, por su poca potencia vocal a pesar de su buena expresión. Por ello sus actuaciones se centran cada vez más en la especialidad del lieder y del concierto. Lo mismo ocurre con el barítono Markus Werba, joven y entusiasta que llevó la obra con expresión pero sin mucha presencia vocal. Es por ello que hubo veces que el coro y la orquesta taparon sus intervenciones. De todas formas hay que decir que son voces todavía jóvenes que tendrán que evolucionar a mejor, cosa que no dudo en ninguno de los dos casos porque ya tienen una materia prima más que excelente.

Para concluir y volviendo a la cuestión hermenéutica historicista, me gustaría exponer dos hechos indiscutibles que vienen muy bien al hilo: la obra Totenfeier de Mahler se redescubrió en 1983 y se interpretó por primera vez en el siglo XX. Y el Requiem alemán de Brahms se estrenó fuera de Viena porque en ese momento la actividad musical que había en esa ciudad se reducía a coros de aficionados y al piano, e incluso carecía de orquesta de profesionales. Si Brahms buscó lo mejor a su alcance en la época para su interpretación, ¿no hubiera escogido también los instrumentos musicales más aptos que tuviera a su alcance?
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