Canadá
Expectativas cumplidas
Horacio Tomalino
La apertura del programa correspondió al talentoso Ramón Humet, quien obtuvo el año pasado el primer premio del Concurso Internacional de composición Olivier Messiaen otorgado por la OSM por su obra Escenas de pájaros. Su nueva composición Escenas de viento destacó no sólo por el evidente crecimiento de su autor en la utilización de la gran orquesta, sino fundamentalmente por el mundo sonoro que su autor percibe y trasmite admirablemente mediante un sinnumero de ideas y refinados recursos tímbricos, muchos de los cuales menos desarrollados pudieron percibirse ya en su anterior composición. Compuesta en tres movimientos -Marinada, Calma y Mistral- esta nueva obra de Humet no es una obra más, sino el resultado de la labor un compositor que no deja de superarse y cuya sensibilidad tiene mucho aun por decir.
Basado en los temas musicales que escribiera para la película El violín rojo del cineasta quebeco Francois Girard, el compositor americano John Corigliano se lanzó a componer este concierto buscando claramente exponer su pasión por el violín dentro de la gran tradición, con resultados discutibles.
Ligado estrechamente a la obra, el joven violinista americano Joshua Bell es el intérprete por excelencia cuando de este concierto se trata. Y no es para menos, Joshua Bell es un virtuoso que no solo eleva el nivel de este pasticchio musical a niveles impensados, sino que además obtiene un lucimiento personal en cada ejecución de la pieza. Técnica, refinamiento e intensidad se dieron cita desde la primera a la última nota emanada del Stradivarius Gibson de 1713 que Bell hace sonar como los dioses y que le valió la gran ovación de la noche. ¿A Bell o a Corigliano?
La segunda parte del concierto fue dedicada a Bela Bartok con la ejecución de su famoso Concierto para orquesta. Encargado por el director Serge Kussevitzky, quien además lo estrenó con la orquesta de Boston en 1944 pocos meses antes del fallecimiento del compositor húngaro, el Concierto destaca por la particularidad de explotar los recursos timbricos de la orquesta moderna recurriendo a un instrumento, o un grupo de ellos, para dominar al resto de la orquesta u oponerse a ella, tal como sucedía en los concerti grossi del siglo XVII.
El director quebeco Jacques Lacombe demostró conocer esta dinámica y expuso con buen criterio los contrastes y la heterogeneidad de los diferentes elementos que componen la obra obteniendo de la orquesta interesantes momentos, sobre todo en lo que a precisión se refiere, y en el tratamiento de las melodías folklóricas.
No obstante faltó la pasión, la energía y quizás incluso una mirada un poco menos académica que permitiera acercar la obra al público.
Comentarios