España - Madrid

Tres cuartetos de cuerda estupendos

Juan Krakenberger
viernes, 19 de diciembre de 2008
György Ligeti © OCNE György Ligeti © OCNE
Madrid, miércoles, 10 de diciembre de 2008. Auditorio Sony de la ESMRS. Interpretes: Cuarteto Finzi (Sara Wolstenholme y Natalie Mary Dick, violines, Ruth Gibson, viola y Lydia Shelley, violoncello). Cuarteto Solstice (James Campbell y Nicholas Shardlow, violines, Megan Cassidy, viola y Gregor Riddell, violoncello). Cuarteto Signum (Kerstin Dill, Annette Walther, violines, Xandi van Dijk, viola y Thomas Schmitz, violoncello). Benjamin Britten: Cuarteto nº 3 op. 94. György Ligeti: Cuarteto nº 1, ‘Métamophoses nocturnes’ (1953/54). Ludwig van Beethoven: Cuarteto nº 11 op. 95. ‘Da Camera’, ciclo de conciertos del Instituto Internacional de Música de Cámara de Madrid. Ocupación: 40%
0,0001939 La temporada de conciertos del IIMCM no podría haber empezado mejor: escuchamos a tres jóvenes cuartetos, dos ingleses y uno alemán, que han venido a Madrid a perfeccionarse, atraídos sin duda por un profesorado de primer orden, entre los cuales está Günter Pichler, (presente en la sala), primarius del recién disuelto Cuarteto Alban Berg.

Además resulta que el Auditorio Sony, recientemente estrenado en la nueva sede de la Fundación Albéniz y de la Escuela Reina Sofía es un recinto ideal para escuchar cuartetos de cuerdas. Ya hemos ponderado la buena acústica del nuevo recinto, para una orquesta, o alumnos de violín/viola con acompañamiento de piano. Pero oyendo ahora a cuartetos de cuerda tocando en este escenario, hemos apreciado cualidades que antes no habíamos percibido. Resulta que a pesar de que el recinto posee una discreta reverberación, ésta es selectiva y sabe eliminar las frecuencias espurias, de modo que lo que llega al oído del público suena con una nobleza y pureza maravillosa. ¡Mejor, imposible! Y me imagino que las grabaciones que se hacen allí, sonarán igualmente perfectas.

En primer lugar oímos el tercer y último cuarteto de cuerdas de Britten, de los cuatro que escribió si incluimos uno de juventud, sin número, que el autor revisó en 1974. Los títulos de los cinco movimientos dan una idea de lo que se trata: Duets, Ostinato, Solo, Burlesque y Recitativo & Pasacaglia. En efecto, en el primer trozo hay dúos, en varias combinaciones, ensoñados y líricos, muy bellos, tranquilos. El 'Ostinato' que sigue, en un 4/4 marchoso trae un contraste pujante con lo anteriormente escuchado. 'Solo' es, mayormente, una cantilena tocada por el primer violín y la 'Burlesque' que le sigue es precisamente eso, un trozo jocoso contundente. Sigue un 'Recitativo' donde los instrumentos dicen cada uno sus frases, con un interesante juego dinámico, y esto lleva finalmente a la 'Pasacaglia', un tema casi fúnebre, de marcha lenta, que se transforma sin perder jamás su carácter melancólico. En resumen, una música muy expresiva, hondamente sentida, que nos fue transmitida por cuatro señoritas inglesas, todas vestidas de negro sin mangas, que forman este Cuarteto Finzi: Sara Wolstenholme y Natalie Mary Dick, violines, Ruth Gibson, viola y Lydia Shelley, violoncello. Provienen del Royal Northern College of Music de Manchester, y ya ganaron un premio y una beca. Es el primer cuarteto de cuerdas 100% femenino que escuché en mi vida, y quedé muy bien impresionado por como hicieron su labor: una compenetración total entre las cuatro, una variada paleta de colores sonoros que subraya los diferentes estados de ánimo de esta música, un sano sentido del ritmo que les permite colocar un rubato donde hace efecto: ¿qué más se puede pedir?

La otra obra de la primera parte del concierto fue el primer cuarteto de LIgeti, compuesto en 1953/54, con el título ‘Métamorphoses nocturnes’. Es una composición que los cuartetos internacionalmente establecidos programan con cierta regularidad, porque se trata de música muy excitante, exigente para los intérpretes, fascinante para el oyente, y sorprendente en cuanto a la riqueza musical que Ligeti supo insuflar a su primera excursión en el género cuando apenas tenía 30 años. Se advierte enseguida que el compositor estaba plenamente familiarizado con todos los recursos sonoros de los instrumentos de cuerda, que aprovecha con mucha sabiduría. Utiliza mucho el pizzicato, inclusive el pizzicato percutido para un ritmo obstinado. Largos pasajes los hace tocar con sordinas, y no titubea en intercalar un vals vienés bastante arrabalero. Es, en resumen, una obra maestra de un gran compositor. La versión que nos ofreció el Cuarteto Solstice fue modélica. James Campbell y Nicholas Shardlow, violines, Megan Cassidy, viola y Gregor Riddell, violoncello, nos deleitaron con esta música. Este conjunto, que tiene apenas dos años de existencia, promete mucho. Es una suerte tenerlos aquí en Madrid.

Después del breve intervalo, el cuarteto alemán Signum nos tocó el famoso Cuarteto nº 11 op. 95, de Ludwig van Beethoven. Lo del brío del primer movimiento 'Allegro con brío' se lo tomaron muy en serio: hubo una pujanza enérgica electrizante. Me hizo pensar en lo que Paul Hindemith prescribía para una de sus composiciones: “Klangschönheit ist Nebensache” o sea, “la belleza de sonido no tiene importancia”. Y es precisamente eso lo que dio a esta interpretación una marca de energía como raramente se escucha. Nada de concesiones: un rigor auténtico, tal como lo merece esta genial composición. Los otros tres movimientos son menos macizos, y lo que más me gustó fue como resolvieron el paso del segundo al tercer movimiento, con una libertad que subrayó una vez más la increíble ‘modernidad’ de la escritura beethoveniana. Y lo que aún hay que destacar fue el coraje que los músicos demostraron para tocar el Allegro final con que termina la obra, con circa 92 la redonda “molto leggieramente”, marcados por Beethoven. Es un tempo rasante, casi imposible de lograr. Los dos compases de semicorcheas en unísono, justo antes del acorde final, sonaron con una limpieza increíble, una auténtica proeza. Este Cuarteto Signum, formado por Kerstin Dill, Annette Walther, violines, Xandi van Dijk, viola y Thomas Schmitz, violoncello, se formó en 1994, y ya tienen un interesante historial de premios y actuaciones a sus espaldas. Que sigan queriendo perfeccionarse aún más, aquí en Madrid, les honra. Hace poco fueron finalistas en uno de los importantes concursos internacionales para cuartetos de cuerda.

Esto demuestra una vez más que en el campo del cuarteto de cuerdas la competencia se está haciendo feroz. Buena señal. La música de cámara es cada vez más apetecida por los músicos jóvenes porque allí encuentran lo que la vida moderna ya no ofrece: satisfacciones íntimas, contacto estrecho con los congéneres, posibilidades de expresarse dentro de un clima de comprensión mutua. ¿Qué otra actividad humana ofrece tanto, hoy día? O, si lo queremos enfocar desde un ángulo de mera supervivencia, la cada vez mayor competencia de solistas chinos -más numerosos cada año- podría ser otro motivo para el fenómeno, y más aún porque sabemos que los chinos no cultivan la música de cámara o el cuarteto de cuerdas, dejando este espacio -por ahora, al menos- a los occidentales.

Para concluir, dejar testimonio que no me sorprendería que la calidad de este concierto tenga repercusión y que en sucesivas presentaciones de los cuartetos que se perfeccionan aquí, en el Instituto Internacional de Música de Cámara, la sala se llene, y además, gratis. Los intérpretes, la sala y los organizadores se lo merecen con creces.
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