España - Madrid
El ciclo ‘Da Camara’ sigue ganando adeptos
Juan Krakenberger

Jan Dismas Zelenka (1678.1745) es un compositor checo, que emigró a Dresde, Alemania, donde empezó tocando el contrabajo pero fue avanzando convirtiéndose en principal compositor eclesiástico, con veinte misas y otras obras menores en su catálogo. Escuchamos de él su Sonata nº 5 para dos oboes, fagot y bajo continuo (clave y contrabajo). Tres movimientos -Allegro, Adagio, Allegro- forman esta sonata, compuesta inteligentemente pero de una inspiración musical más bien limitada. El último movimiento es demasiado largo, para el contenido que tiene. Con todo, es música bien sonante, y da oportunidad a los tres vientos a demostrar su buen quehacer. El clave añade color pero no tiene ningún solo a su cargo. En el Adagio hay un pasaje, una especie de lamento, con un bajo obstinado, de negras pausadas, sobre el cual los oboes y el fagot cantan notas largas: esto suena muy, muy bien. El final ofrece un fugato, y dos intervenciones solistas del fagot, excelentemente tocadas, seguidas de un dúo del primer oboe y el fagot, pero -como ya expresé- todo resulta un poco fatigoso porque el material musical empleado no es de lo más inspirado. La versión del Ensemble Baroque, impecable: Tamas Balla y Nuria Cabezas, oboes, Amber Malle, fagot, Hémera Rodríguez, contrabajo, y Yago Mahugo, clave, fueron los intérpretes y se desempeñaron con mucha soltura.
Siguió un Sexteto para flauta, oboe, clarinete, dos trompas y fagot op 271, de Carl Reinecke (1824-1910). Reinecke fue pianista y prolífico compositor: creó cinco óperas, tres sinfonías, cuatro conciertos para piano y orquesta, y muchísima música de cámara. La música de Reinecke es, por supuesto, romántica, y quiere agradar al oyente. Giros amables, melodías agradables, interrumpidas de vez en cuando por algún acento recio para provocar contrastes, contribuyen a la fluidez de una música siempre amena. En rigor, este Sexteto -Allegro moderato, Adagio molto y Allegro moderato- de tres movimientos tiene, en rigor, cuatro, porque en el centro del Adagio aparece de repente un Scherzo chispeante. El último movimiento, con una primera parte bien caprichosa, y un segundo tema más lírico (forma ABA) termina brillantemente, con efectos sincopados muy efectivos.
La versión sonó realmente bien. Me encanta la sonoridad de un quinteto o sexteto de vientos, capaz de producir una enorme riqueza de matices. Carla Velasco, flauta, Germán Díaz, oboe, Jorge Contreras, clarinete, Katarzyna Raszca, fagot, y Antonio Adriani y Pablo Lago, trompas, formaron este conjunto que suele actuar como Quinteto Orfeo, esta vez reforzado por una trompa más.
Tras un breve intermedio, escuchamos un Trío de Beethoven para piano, clarinete (o violín) y violoncello, su Trío op 11 compuesto en 1797 a los 27 años de edad. Tiene los tres movimientos de rigor, y los intérpretes hicieron bien en repetir la exposición del primero, ‘Allegro con brío’. Así, cuando se llega a la coda, se recuerda mejor el material temático empleado. El ‘Adagio con espressione’ que sigue ya hace vislumbrar lo que nos traería Beethoven más adelante: música muy bien hecha. Y el final es un ‘Tema con variazioni’, diez en total, incluyendo la coda. Dos de las variaciones corren a cargo del piano solo, de bastante brillantez, pero hay otras donde los protagonistas son clarinete y violoncello. Hay que ver como de una melodía popular el aún joven Beethoven supo sacar partida para estas variaciones, brillantes en su factura, y muy bien tocadas por el trío formado por el esloveno Aljaz Begus, clarinete, el checo Jan Zalud, violoncello, y el griego Georgios Fragkos, piano (éste último, protagonista de varias actuaciones, todas correctas y demostrando una ductilidad excepcional).
El concierto terminó con una obra del checo Leos Janácek (1854-1928) compuesta en su madurez, en 1924. Se llama Mladi (Juventud) y consta de cuatro movimientos, tres rápidos y el segundo más calmo. La obra dura algo más de dieciséis minutos y nos trae los típicos giros de la música popular checa, pero dichos en el lenguaje bastante moderno de este compositor. Esta obra la escuché por primera vez, y me hizo una excelente impresión. Janácek fue un gran maestro, sin duda alguna, y las reminiscencias sobre la juventud que nos pinta (a los 70 años de edad) enternecen y resultan entrañables. La flautista utiliza el piccolo, en el tercer movimiento, y al quinteto de rigor se ha agregado un clarinete bajo, a cargo de Paloma Martín, que tiene un breve solo en el segundo movimiento, que sonó muy bien. La versión fue excelente, y los peligros de afrontar cambios de tempo o solventar algunos rubati se resolvieron con mucha soltura, dando fe de una cuidadosa preparación de esta obra, nada fácil, por cierto.
Un feliz final de un concierto interesante, gracias a la labor del profesor Schellenberger. Dos datos estadísticos: de los quince intérpretes, nueve fueron masculinos y seis femeninos, y los españoles ganaron sobre los extranjeros por ocho contra siete. Buena señal, esta última: ojalá pudiera decirse lo mismo en materia de cuerdas.
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