España - Madrid
El Ensemble Solistas de Sevilla
Juan Krakenberger
Madrid, lunes, 4 de mayo de 2009.
Auditorio 400 del MNCARS. Pilar Jurado, soprano. Ensemble Solistas de Sevilla. Electroacústica LIEM. Miguel Ángel Gris, director. Francisco Guerrero, Concierto de cámara. Tristan Murail, L•Esprit des dunes. Alfredo Aracil, Kerzenlicht. Tomás Marco, Rio Grande (Wad al Kebir). Temporada 2008/9 del CDMC. Ocupación: 65%
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Interesante programa, el que trajo el Ensemble Solistas de Sevilla al Centro para la Difusión de la Música Contemporánea (CDMC), con tres obras de compositores españoles y una de autor francés. Como ya es costumbre, el público recibe puntual información sobre lo que va a escuchar, a través del librito que contiene las notas al programa, siempre muy prolijas (esta vez redactadas por Cosme Marina), y de datos sobre los intérpretes. Quiero anticipar la excelente impresión que causó el conjunto sevillano, bajo la certera dirección del maestro Miguel Ángel Gris, denotando una prolija preparación y experiencia en estas lides. Llama la atención que la cuerda alta se halla integrada por músicos que se han formado en el extranjero: cosa a la cual nos vamos a tener que acostumbrar en España, si no se modifica la pedagogía actualmente aplicada que condena al fracaso a los jóvenes aspirantes a convertirse en violinistas o violistas.
El Concierto de cámara de Francisco Guerrero data de 1977, dura unos nueve minutos, y está escrito para cuarteto de cuerdas, flauta y clarinete bajo. Un solo del violoncello, utilizando pizzicato, a veces percutido, y algunos golpes de arco secos, prepara un fondo para la flauta que, tras ruidos secos, empieza a perfilarse como solista de la obra. Hay una especie de leitmotiv acompañante que consiste en notas cortas iguales percutidas que sirve de base para sonoridades exóticas, irreales, y aleatorias. Esto suena muy bien, y mantiene la atención del oyente. Aplausos merecidos.
Siguió luego la obra de Tristan Murail (Le Havre 1947) L'Ésprit des dunes compuesta en 1993/4, dedicada a Giacinto Scelsi y Salvador Dali. Emplea violín, viola, violoncello y contrabajo, dos flautas, clarinete, oboe, trompa y trombón, y un fondo electrónico que, en un pasaje, es preeminente. En toda la pieza no se reconoce ningún ritmo, pero por otro lado ciertas secuencias se repiten, cambiando de sonoridad. Es precisamente sobre la sonoridad que Murail concentra su trabajo, preparando una serie de clímax que suenan a magia. Y así termina la obra: otro clímax y silencio. La intervención de la electrónica, impecable y con perfecta coordinación con el ensemble. Interesante experiencia, que obtuvo prolongados aplausos por parte del público.
Luego siguió la obra Kerzenlicht de Alfredo Aracil, del año 2005, escrita para soprano, arpa, flauta, oboe, clarinete, y fagot. Sobre un texto, en alemán, de Marie Frischauf Pappenheim, muy poético y evocando una noche silenciosa, calurosa, muerta, solo iluminada por un hálito de luz a través de las nubes, Aracil teje un diálogo entre la voz y el cuarteto de maderas muy sugerente, ilustrando expresivamente al texto, que es interrumpido varias veces por pasajes instrumentales para crear una atmósfera adecuada. Hay trozos que suenan tonales, dentro del tejido más moderno de la obra. Esta obra deja muy buen sabor de boca: está muy lograda, y si además se cuenta con una cantante inteligente como Pilar Jurado, el resultado es muy satisfactorio. Ella cantó el texto en alemán, con excelente dicción: pude comprender casi todo. Además supo darle a su voz el timbre apropiado para cada situación, con lo cual el diálogo voz/instrumentos resultó plenamente logrado. De ello dejó testimonio la recepción por parte del público, que aplaudió de forma entusiasmada. Fue, de lejos, lo mejor del programa.
El programa terminó con la obra más extensa -20 minutos- que lleva como nombre Río Grande (Wad al Kebir), escrita en 2006 por Tomás Marco. Usa cuarteto de cuerdas, cuarteto de viento-madera, piano y percusión. Tiene tres partes, que se ejecutan sin solución de continuidad, siendo el primero ‘La lluvia en Sevilla… es una maravilla’. Notas sueltas, pizzicato de las cuerdas, van acelerando paulatinamente, y se convierten en esa ‘maravilla’ con alteración del ritmo subyacente de ternario a binario, y a ternario nuevamente, cada vez más rápido, y con una dinámica que, luego del crescendo inicial va reduciéndose a la nada. El segundo trozo ‘Marisma’ traza un cuadro misterioso, a veces exótico, mediante el uso de pitos y otros artilugios capaces de producir efectos raros. También interviene una armónica de mano. Y el tercero ‘Fiestas cercanas’ hace una paráfrasis de las jaranas, con marcado sabor rítmico. La percusión sugiere un nuevo ritmo, y los instrumentos lo recogen durante un rato, creciendo y decreciendo, para que un nuevo ritmo inicie otro pasaje, y así sucesivamente. Todo muy hábilmente manejado y -si se me permite decirlo- fabricado. Parece todo hecho muy a propósito. La reacción del público fue relativamente moderada. El compositor estaba presente, y tras felicitar a los músicos, compartió los aplausos.
Algo menos de una hora de música, muy bien presentada por Miguel Ángel Gris y su grupo de quince instrumentistas, y la presencia de Pilar Jurado. Una nueva demostración de la rica variedad de la música contemporánea.
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