España - Castilla y León
Champán con solera
Samuel González Casado

Nada que ver esto, desde luego, con el discreto y delicado acompañamiento que orquesta y director regalaron al grandísimo violonchelista brasileño Antonio Meneses, que demostró una vez más ser un maestro. Es impresionante la madurez con que afrontó el espléndido Concierto para violonchelo y orquesta nº 1 de Camille Saint-Saëns, obra que a veces da pie a desmesuras y sentimentalismos. Aquí sólo hubo cabida para una traducción sin estridencias, inatacable en la elección de los tempi, con un fraseo riquísimo pero con proverbial respeto a lo escrito: un champán de lujo que burbujea dentro de una botella llena de solera y que no se desborda. Hay que destacar, además, la capacidad virtuosística al servicio del arte, sin lucimientos vanos, y la perfección con que todas las transiciones se vieron integradas en ese discurso humilde pero de intensa musicalidad. Una versión para gourmets, desde luego, que fue celebrada con un Bach de propina como hay pocos.
En la misma línea, ya con Petrenko y la OSCYL como absolutos protagonistas, puede hablarse de la interpretación de la Sinfonía nº 7 de Serguei Procofiev. Aquí sí que el de San Petersburgo acertó y pudo regalar una particular despedida de temporada en su salsa. La composición es heterogénea y a veces tiene dejes que recuerdan a otros compositores (Dvorak, Rachmaninov), pero posee una indiscutible unidad gracias a la inteligencia con que Procofiev la organiza, utilizando desde melodías memorables que reaparecen hasta una sarcástica mala leche que nunca llega a los límites de lo grotesco. Es misión del director resaltar tanto la variedad como la unidad, y sobre todo dar con el tono preciso en cada rincón para que el conjunto no se desequilibre. Huelga decir que Petrenko, como nos tiene acostumbrados, acertó prácticamente en todo (algún ‘tiempo muerto’ en el primer movimiento evita el pleno). Mostró, además, lo que no había demostrado en Falla: capacidad para la introspección, sin prisas ni aspavientos, y elegancia y lirismo en la "gran melodía". La orquesta lució, ahora sí, un inusitado equilibrio entre familias instrumentales, a las que el director sacó mucho partido.
Confiamos, con todo la anterior, poder disfrutar muchas veces de las visitas de Vasili Petrenko, que da mucha vida a la temporada y (casi) siempre es garantía de rigor musical y éxito de público; una combinación difícil que brinda, junto con artistas invitados como Antonio Meneses, ese logrado bouquet -carencias instrumentales aparte- que ya desprenden las interpretaciones de la OSCYL, premiadas siempre con su fiel legión de abonados.
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