Opinión

Guitarra en vena para los tiempos de crisis

José Amador Morales
viernes, 31 de julio de 2009
0,0008155 Córdoba, del 1 al 11 de Julio de 2009. XXIX Festival Internacional de la Guitarra de Córdoba. Teatro Cómico Principal, Sala Orive, Gran Teatro de Córdoba, Teatro de la Axerquía.

A priori, el XXIX Festival Internacional de la Guitarra de Córdoba no parecía que pudiese superar en calidad y cantidad a las excelentes propuestas de los años anteriores, particularmente 2007 y 2008. Es cierto que ahí estaba la consabida fórmula de eficacia demostrada: eclecticismo estilístico, atención a la mayor cantidad de sensibilidades de la audiencia, apuesta por el apartado didáctico, la ciudad como incomparable telón de fondo... La realidad se ha encargado de demostrar una vez más que esta receta tiene para rato y sigue funcionando. Y de qué manera: 25037 entradas vendidas, un 76,14% de las disponibles para los 25 espectáculos ofertados y 100% de matriculación en los cursos de formación. Lo cual supone, ni más ni menos, la cifra de ventas más alta en toda la historia del festival; y eso con la que está cayendo...

En el apartado clásico, la presente edición se ha distinguido, en general, por dos peculiaridades. De una parte, la atención prestada a agrupaciones de tipo camerístico (Cuarteto Latinoamericano con Manuel Barrueco, Cuarteto Los Romeros, Los Angeles Guitar Quartet, María Bayo y Pepe Romero); desde luego, no es la primera vez que actúan en el festival este tipo de conjuntos, pero no recordamos que fuese de forma tan destacada. De otra, la utilización de un nuevo espacio para este tipo de recitales como es la Sala Orive, antigua y reconstruida sala capitular del convento de la Real Iglesia de San Pablo (primitiva catedral cordobesa); allí tuvieron lugar los conciertos antes señalados -a excepción del protagonizado por María Bayo y Pepe Romero- así como los interpretados por David Russell y Bradley Kunda.



Los Romeros
© 2009 by XXIX Festival Internacional de la Guitarra de Córdoba

No hay duda de la belleza estética de esta sala así como de la gran labor de equipamiento que se ha llevado a cabo. Sin embargo, la Sala Orive ha puesto de manifiesto serias dificultades de tipo acústico que no la hacen recomendable para este tipo de audiciones. Entre ellas podríamos destacar la gran altura de la construcción hace que el sonido provenga de cualquier parte de la misma excepto de donde es producido, esto es, el escenario; éste se sitúa separado del exterior -un parque- por una puerta metálica carente de ningún tipo de sellado por lo que han sido habituales sonidos del exterior, ladridos, voces de los transeúntes, etc...; el aire acondicionado generaba un ruido a todas luces excesivo (superior en gran medida al del Teatro Cómico o Sala de Telares del Gran Teatro)... Esto no es óbice para reconocer la constante preocupación de los organizadores del festival por ir buscando espacios alternativos y adecuados para este tipo de conciertos, algo absolutamente encomiable.



Manuel Barrueco y el Cuarteto Latinoamericano
© 2009 by XXIX Festival Internacional de la Guitarra de Córdoba

El festival de los cuartetos


Manuel Barrueco y el Cuarteto Latinoamericano (2 de julio) ofrecieron un concierto titulado Sonidos de las Américas cuyo principal atractivo radicó en escuchar un conjunto instrumental atípico en el festival, aunque habitual en el repertorio. Con obras de Guastavino, Del Águila (fantástica la descriptiva Boliviana), Daugherty, Lena Frank y Piazzola, la actuación de Barrueco, con amplificación en su guitarra, supuso lo mejor de una noche en la que sus compañeros acabaron acusando cierta falta de creatividad interpretativa.

Los Romeros (6 de julio) ofrecieron un breve y variado concierto con piezas populares y popularizadas, propias (Celedonio y Pepe Romero) y ajenas (Bretón, Rodrigo, Bocherini, Tárrega, Panchelbel, Iradier...), alternando actuaciones en conjunto, dúos y solistas. Lo mejor de una velada en la que el público disfrutó de lo lindo, fue la fantástica interpretación del ‘Fandango’ del Quinteto nº4 de Luigi Boccherini. Nada que objetar a ese estilo desenfadado de hacer música, como sí se ha criticado desde otras tribunas, pues aporta frescura y color en el día a día de un festival de este tipo, si bien Los Romeros podrían haber ofrecido un programa menos escaso y algo más generoso.



Los Angeles Guitar Quartet
© 2009 by XXIX Festival Internacional de la Guitarra de Córdoba

Era muy esperado el regreso de Los Angeles Guitar Quartet (8 de julio) después veintidós años de ausencia en la cartelera del festival. No en vano, desde aquél lejano 1987 su talla artística y prestigio mundial no han dejado de crecer y, al igual que sucediera con Los Romeros y David Russell, agotaron las entradas disponibles. Y cumplieron sobradamente las expectativas con un concierto sumamente original, en el que demostraron su altura técnica, una enorme calidad artística y, sobre todo, una desbordante musicalidad. Así, tras la ‘Obertura’ de El barbero de Sevilla de Rossini, ofrecieron un precioso y sugerente recorrido por la “Música en tiempos de Cervantes” (Narváez, Martín y Coll, Mudarra, Ortíz, Encina, Valderrábano, Milan...) al que sucedió, tras el descanso una serie titulada “Imágenes de Brasil” (Pascoal, Jobim, Powell, Villa-Lobos, Bellinati), Paisaje cubano con lluvia -la célebre pieza de Brower-, y “Four American Classics” (Sousa, Basue, Copland) para terminar con bises tan espectaculares como agradecidos por un público entusiasmado.


    
Marco Socías
© 2009 by XXIX Festival Internacional de la Guitarra de Córdoba

Rodrigo, Tárrega, Albéniz “In memoriam”


Los tres recitales llevados a cabo en lel Teatro Cómico Principal llevaron el sobretítulo Rodrigo, Tárrega, Álbeniz “In memoriam” con la finalidad de homenajear a tan insignes creadores de fama universal en sus respectivos obituarios.

El malagueño Marco Socías (3 de julio) presentó un programa titulado “Joaquín Rodrigo y la música de su tiempo” con obras de Pujol, Regino y Eduardo Sainz de la Maza, Rodrigo (impresionante Sonata Giocosa), con Villa-Lobos y Lauro en los bises. Haciéndonos olvidar alguna que otra actuación pasada en el festival, de lejos más mediocre que la presente, Socías puso de manifiesto su elegancia así como su adecuación estilística a este repertorio basada en una técnica impecable.

La organización del Festival de la Guitarra estival acertó de lleno cuando encargó el homenaje en honor del genial Francisco Tárrega, en el centenario de su muerte, a Fernando Espí (4 de julio). Como lo avalan sus recientes y extraordinarios trabajos discográficos (de lo mejor que uno ha escuchado en este repertorio), este fantástico guitarrista es un verdadero especialista en la obra del castellonense. No en vano, nos regaló un recital para el recuerdo, con el título “Francisco Tárrega, obras y transcripciones”, en el que alternó sus obras más populares (Recuerdos de la Alhambra, Capricho árabe, Gran Jota...) con otras menos conocidas así como interesantísimas transcripciones (Preludios, Valses, Serenata Morisca de Chapí, Serenata Española de Malats....). Las interpretaciones de Espí, introducidas por jugosos comentarios a cada pieza, revelaron un acertado equilibrio entre su inmaculada limpieza sonora y un virtuosismo no exento de gran expresividad. Espí obsequió a un público puesto en pie con Drume Negrita de Leo Brouwer y Homenaje a Kapsberger compuesta por él mismo.

El cordobés Javier Riba (5 de julio) fue el encargado del recital dedicado a Isaac Albéniz que dividió en una primera parte titulada “La guitarra en los tiempos de Isaac Albéniz” (con obras de Arcas, Manjón, y Albéniz transcrito por Tárrega y Llobet) y en una segunda, “Iberia a la Guitarra” con transcripciones de Trepat y el mismo Riba de la célebre obra de Albéniz. A pesar de imprecisiones y enganches pasajeros así como de una musicalidad a veces demasiado comprometida, especialmente en las piezas de Iberia, Riba destacó por la belleza y autenticidad del sonido que extrajo a su guitarra (copia de una Antonio de Torres de 1892) y por su comprensión de la obra albeniziana.



David Russell
© 2009 by Festival Internacional de la Guitarra de Córdoba

La noche de David Russell


No falla, no defrauda, lleva varios años sin faltar a la cita y, al mismo tiempo, honrando con su presencia al festival, a la ciudad, a los cordobeses y a todos los espectadores que acuden desde las procedencias más diversas. Los guitarristas profesionales lo conocen, los aficionados también. Los melómanos y amantes de la buena música no se lo pierden; de un año a otro se corre la voz y los neófitos acuden porque les han dicho que se lo van a pasar en grande. Y, una vez más, sucedió el milagro. David Russell disfruta haciendo música -que es mucho más que tocar la guitarra- y tiene la debilidad de contagiar esa emoción a quienes ensimismados le contemplan.

Comenzó el guitarrista escocés (7 de julio), que el día anterior tuvo la amabilidad de conceder una entrevista a Mundoclasico.com, con una primera parte centrada en un espectacular e idiomático barroco (Vivaldi, Bach, Couperin) y rematada con un Tárrega tan sublime (Paquito, Sueño, Las dos hermanitas, Alborada) cuyo impacto en el público fue atronador. A la vuelta del descanso, ofreció un brillante Aguado (Andante y Polonesa), una pieza a él dedicada por Goss (El llanto de los sueños) y un soberbio Albéniz (¡atención a su próximo disco dedicado al compositor catalán!). Ante el tremendo éxito cosechado, Russell remató esta mágica velada con bises de Malats, Albéniz y una canción popular irlandesa.
    


María Bayo y Pepe Romero
© 2009 by XXIX Festival Internacional de la Guitarra de Córdoba

Bayo, Romero y Palomo


La última noche del festival (11 de julio) estuvo protagonizada por la soprano María Bayo y el guitarrista Pepe Romero que estrenaron sendos ciclos de canciones para voz y guitarra de Lorenzo Palomo (1938) titulados Mi jardin solitario y Madrigal y cinco canciones sefardíes, en el Gran Teatro de Córdoba. Ni las almibaradas exquisiteces de la soprano navarra, gran especialista en este tipo de recitales, ni las creaciones del compositor cordobés -con evidentes guiños a las grandes referencias del género cancioneril español- consiguieron evitar cierto tedio que acabó imponiéndose conforme avanzaba el concierto. Menos mal que ahí estaba el gran Pepe Romero para recordarnos que aún queda mucho del inmenso guitarrista que ha sido: con un fraseo demasiado afectado a veces y con arreglos discutibles, sí, pero también con una seriedad y un saber hacer música de los más grandes. El guitarrista malagueño introdujo ambas partes con obras de Albéniz, Malats, Celedonio Romero y Tárrega (una completísima Gran Jota marca de la casa que causó un verdadero delirium tremens entre los asistentes).

Sería muy interesante que el festival no abandonara en futuras ediciones esta singular forma musical de canción con acompañamiento de guitarra, ya que cuenta con un importante repertorio de calidad y desgraciadamente inusual en las salas de conciertos. Ahí están las aportaciones de compositores tan reputados como Fernando Sor, Manuel García, Ramón Carnicer, etc...

Dos días antes (9 de julio) había tenido lugar la final del VI Concurso Internacional de Guitarra “Festival de Córdoba”, cuyo primer premio recayó en la belga Lore Raus. A continuación, tuvo lugar un breve recital de Bradley Kunda, australiano y ganador de la pasada edición, aquí tan brillante como gélido, con obras de Dowland, Coste, Walton, Rodrigo y Albéniz.

Finalmente no podríamos olvidar el homenaje que el festival ha rendido a Leo Brouwer en su septuagésimo aniversario mediante la producción de un logrado montaje audiovisual, con la bellísima melodía de Un día de Noviembre como única banda sonora interpretada por guitarristas de distintas edades y procedencias estilísticas en los lugares más evocadores de la ciudad. Un merecido regalo, sin duda, que supone un adelanto para el festín de conciertos monográficos en torno a la obra del compositor cubano que se anuncian para septiembre.

Un último apunte. No entendemos cómo se sigue desaprovechando el lujo que supone el disponer de una orquesta sinfónica de titularidad pública cuya participación en el festival, en nuestra opinión, sigue siendo escasa y discutible, llevando a los atriles obras de muy dudosa calidad cuando no directamente infumables. Es incomprensible si tenemos en cuenta que se están ninguneando excelentes obras orquestales de grandes maestros (Giuliani, Villa-Lobos, Castelnuovo-Tedesco, Ponce, Rodrigo, Brouwer...) que tienen como protagonista a la guitarra. El monográfico Brouwer del pasado año fue una gloriosa excepción en todos estos años, pero sin duda un buen precedente de cómo establecer líneas de actuación en este sentido.
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