España - Cantabria
Festival de SantanderPartenope de Vinci. Plenamente respetuosa
Roberto Blanco
Tras más de 280 años de silencio, la ópera de Vinci fue llevada a la escena como primera representación en época moderna en Ponferrada, luego León [leer crítica] y posteriormente en Nápoles para recalar ahora en Santander en el marco de su Festival Internacional, un auténtico espectáculo fruto de la colaboración del INAEM y el Napoli Teatro Festival.
Con libreto de Silvio Stampiglia, la trama tiene como protagonista a la reina Partenope, originaria de Tesalia y fundadora de una ciudad a orillas del Tirreno (la futura Nápoles) cortejada por tres príncipes. Como era habitual en la tendencia barroca de la época, el libreto alterna situaciones históricas con vicisitudes y enredos amorosos. La trama tuvo tanto éxito en los años 1700 que, con cortes y modificaciones, el libreto de Stampiglia tuvo al menos dieciséis versiones, atrayendo la atención de músicos como Hasse, Caldara, Sarro, Vinci, Handel o Vivaldi. La versión de Vinci, que llevaba inicialmente el título de La Rosmira Fedele, se estrenó en 1725 en Venecia y selló definitivamente la consagración internacional del músico calabrés.
La producción constituye una prodigiosa reconstrucción de lo que eran los espectáculos operísticos barrocos, con una idea escénica similar a las que podrían verse en la Venecia de 1700, muy bien resuelta gracias a la fantasía de Ricardo Sánchez Cuerda que recuperando la tradición, se sirve de telones pintados con la técnica del trampantojo para recrear escenas palaciegas con vistas al mar y al Vesubio.
El director de escena Gustavo Tambascio consigue también moverse en equilibrio entre la tradición y la relectura contemporánea de la gestualidad de los cantantes, flanqueados por un cuerpo de baile barroco, con coreografía de Yolanda Granado, que subraya los gestos y movimientos ligados a los duelos, batallas y estados de ánimo de Rosmira, Arsace, Partenope y demás protagonistas. El vestuario, de Jesús Ruiz, es imponente y placenteramente fastuoso, respetando también así la 'moda' de la época.
Antonio Florio dirigió a una expresiva Orquesta de la Capella Della Pietà de’Turchini respetando escrupulosamente la estructura de la ópera y la música, una música extensa en su línea melódica, cautivadora, con fragmentos virtuosísticos, y con la parte de los cantantes perfilada bajo un tapete musical denso y plenamente respetuoso con los cánones de la música barroca italiana.
En cuanto a los cantantes, todos los protagonistas fueron de alto nivel, empezando por la contralto Sonia Prina que dio vida a una convincente Partenope. Intensa y muy brillante la vocalidad de las dos sopranos, Maria Grazia Schiavo y Maria Ercolano como Rosmira y Arsace respectivamente, y correcta la aportación de la mezzossoprano Eufemia Tufano (Emilio), no muy cómoda en sus intervenciones individuales.
Diferente fue el discurso para los protagonistas masculinos, con un Stefano Ferrari (Armindo) de escasa proyección y tono ligeramente cadencioso, y un Víctor Díaz que defendió con corrección su papel de Ormonte.
Mención aparte merecen los intermezzi firmados por Domenico Sarro y reintroducidos por Florio en su versión, confiados a Pino de Vittorio (Eurilla) y Marco Moncloa (Beltramme). Dos intermedios y un prólogo en los que los protagonistas resaltan como si fuese una parodia las vicisitudes que han acontecido en varios momentos del drama serio, salpimentado con referencias actuales (desde citas a Vittorio y Lucchino, Rocío Jurado o Carmen Amaya a la entonación jocosa de La Zarzamora) en una atmósfera de estilo picante y licencioso.
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