Canadá
Celebrando sus primeros 25 años
Horacio Tomalino

El concierto dió comienzo con una de las piezas instrumentales más depuradas y maduras del repertorio haendeliano: el Concerto Grosso en Re mayor, op. 6, Nro. 5 HWV 7b. Partitura que el conjunto capitaneado por el Mtro. Bernard Labadie interpretó con vivacidad, elegancia y chispa desde su obertura -de definido estilo francés- hasta el elegante minueto con el cual concluye la obra. De la dirección de Labadie no pudo pasarse por alto ni la frescura que dominó su interpretación ni el minucioso conocimiento con que este eximio director condujo este concierto, buscando siempre el sonido más adecuado al estilo del compositor.
El plato fuerte de la velada vendría ya en la segunda parte del programa con los extractos de la suite de danzas extraídas de la ópera Rodrigo, donde Labadie reflejó su admiración ya no sólo por Haendel sino por la música de Lully y Purcell que tanto influyeron al compositor alemán a la hora de escribir estas danzas.
El otro lujo de la velada fueron los solistas: el contratenor alemán Andreas Scholl y la soprano quebeca Helene Guilmette.
En sus interpretaciones solista, Andreas Scholl presentó una representativa selección de arias de Handel que tuvieron como común denominador una inmaculada perfección técnica, una desarmante ductibilidad y una adecuación estilística de manual, cualidades que unidas a su ya habitual expresividad hicieron que cada una de sus intervenciones resultara de una excelencia pocas veces oída en este repertorio en estas latitudes.

Fotografía © 2009 by Éric Larrayadieu
Con timbre brillante y un ricas medias voces, su compenetrada y afligida ‘Cara sposa, amante cara’ de la opera Rinaldo puso de manifiesto tanto su variada paleta cromática como la sutilidad de su articulación y su capacidad para poner de manifiesto los sentimientos expresados por el texto. Su enérgica interpretación de ‘Vivi tiranno’ de la opera Rodelinda lo vió brillar por su sobresaliente intuición musical y el despliegue de un canto ágil y pleno de buen gusto a la hora de ornamentar. Sin embargo fue en ‘Va per le vene il sangue …’ donde Scholl obtuvo su más alto nivel de la noche interpretando con tangible sensibilidad el horror de los combates a los cuales hace referencia el personaje de Turno en su aria extraída de la ópera Il Trionfo di Camilla de Porpora.
Nativa de Quebec y una de las más sólidas promesas de la lírica local, Helene Guilmette supo revelarse como un cantante delicada y dúctil en un repertorio ideal para sus medios vocales. A pesar de un titubeante debut con el aria ‘Non disperar…’ de la ópera Giulio Cesare, donde algunos sonidos sonaron fijos y algunas coloraturas poco precisas, la joven soprano fue calentando su voz y terminó derrochando convicción y brillantez en una modélica interpretación del aria ‘Tornami a vagheggiar’ de la ópera Alcina ayudada en buena medida por un timbre generoso y bien proyectado.
Cuando la voces de Scholl y Guilmette se unieron para interpretar la cantata Amarilli vezzoza (Il duello amoroso) -que ambos han grabado ya para Harmonia Mundi- y que puso fin a la programación, ya no solo pudieron oírse dos voces que se complementaron a la perfección sino a dos intérpretes que disfrutaron cantando juntos y dando vida a los recitativos y arias que componen la trama de esta cantata.
Después de una larga seguidilla de aplausos, resultó una deliciosa propina el dúo del acto II de Rodelinda ‘Io t’abbraccio’ donde la dupla Scholl-Guilmette terminó por meterse al público en el bolsillo.
Como anécdota de color vale la pena mencionar que una alarma de incendio hizo que poco después de iniciada la primera parte del concierto la sala debiera desalojarse y reinara el desconcierto por varios minutos. Sin embargo, todo fue una falsa alarma, el concierto fue fiesta y nada pudo impedir que Les Violons du Roy recibieran todo el cariño del publico en sus primeros 25 años con la música. ¡Y que vayan muchos más!
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