España - Canarias
Pro Rossini
Sergio Corral
La ópera es algo serio, así lo entienden muchos, quienes añaden: el humor y la burla es cosa menor y de segundo orden. En un curioso juego de referencias estas personas asocian la jovialidad con vulgaridad, y seriedad con calidad, cuando lo uno no implica necesariamente lo otro. Existe una delgada línea que separa la chanza, el humor y la comicidad de lo grosero, lo soez y lo basto. Así como, también, es muy estrecha la distancia que puede existir entre la propuesta de seriedad y empaque -con pretensiones de profundidad- y la caricatura o el ridículo más bochornoso, esto sin contar con la asistencia del tedio más desesperante.
© 2010 by Nacho González
Hacer reír, procurar momentos de auténtico esparcimiento sin salirse de los márgenes de la calidad y el buen hacer, es privilegio de pocos artistas, entre los cuales se encuentra Rossini. Un músico cuya carencia de prejuicios y tapujos se hace sentir en sus obras, condicionando las mismas para deleite de un público ávido de arte y música hechos desde la perspectiva de una inteligencia sana. Pero, para que esto se haga realidad, es necesario contar con la participación de unas voces y unos artistas que entiendan y tengan claramente definido los límites y los excesos en los que no se debe caer, para no dar la razón a la gente seria, profunda y bien pensante.
Este entendimiento existió en la primera representación de la ópera que nos ocupa. Empezando por una dirección escénica resuelta y efectiva, sobre todo cuando se trataba de resaltar los distintos gags de los que está plagado el libreto, apoyados por la acertada actuación del sólido plantel de voces con el que se ha contado para la ocasión. Reparto encabezado por una vibrante y elocuente Nancy Fabiola Herrera, como Isabella, seguida por Carlo Lepore y su ninguneado Mustafá -personaje que haría las delicias de las feministas- y la señalada labor de Carlos Chausson, dejándonos el bajo-barítono maño nuevamente grato recuerdo de su paso por la isla.
© 2010 by Nacho González
Coro masculino y orquesta participaron en esta jocosa recreación desde la irregularidad de sus cometidos. Los primeros no estuvieron del todo acertados mostrando en muchas ocasiones un tejido lleno de fisuras, mal compactado. Los segundos por sobrellevar su actuación de manera desigual con unas cuerdas mal conjuntadas por momentos, todo esto después de dejarnos una obertura anti-rossiniana; debido a la opacidad y carencia de brillo y vitalidad con que fue ejecutada.
Pese a todo, la música del maestro de Pésaro tuvo la preeminencia y el verdadero protagonismo e implicación que debe tener, y se desea; condición sine qua non para entender y disfrutar sus óperas y su particular concepción del arte y el espectáculo.
Comentarios