Opinión

Algunas reflexiones sobre la situación del Colón

Susana Desimone
miércoles, 15 de septiembre de 2010
Teatro Colón © EEMM Teatro Colón © EEMM
0,0004523 Deseo aprovechar el espíritu democrático que ha caracterizado siempre a Mundo Clásico para reflexionar sobre algunos aspectos relacionados con la situación actual del Teatro Colón, así como también sobre ciertas críticas recientes, cuyo tono, de inusitada violencia, no dejó de sorprenderme en el momento de su lectura.

En efecto, en el artículo publicado el día 1 de septiembre de 2010 [leer reseña], Gustavo Otero comenta la visita de los Cuerpos Estables del Teatro Teatro Alla Scala de Milán en homenaje al Bicentenario Argentino y a la reapertura del Teatro Colón, que ofrecieron la ópera Aída de Verdi, en versión concierto, bajo la dirección del maestro Daniel Barenboim.

En numerosas oportunidades nos hemos referido a Daniel Barenboim con los máximos elogios, ya que como artista y como persona es un talento mundial indiscutible y de enorme sensibilidad que nos enorgullece como argentinos al saberlo nuestro compatriota.

Otero comparte este concepto ya que dice claramente en su artículo que “se pudo escuchar en el Colón la mejor versión en vivo de Aida que cualquier espectador del Colón pueda tener en su memoria, por la calidad de los cuerpos estables de Milán, la brillante batuta de ese ciudadano del mundo nacido en la Argentina que es Daniel Barenboim y por la eficacia de los solistas convocados.”

Hasta allí, en todo de acuerdo, por supuesto. Ya que todos y cada uno de los espectáculos ofrecidos, tanto por la West-Eastern Divan Orchestra, como por la integral de las Sinfonías de Beethoven y por el broche de oro de Aída, fueron inobjetables y, también, inolvidables.

Pero en el 3º y 4 º párrafo de su comentario, Otero dice: “Por supuesto que -al igual que con la restauración y con el tema de la acústica- los mal intencionados, los escépticos, los imbéciles, los desinformados, los personeros de espurios intereses personales, políticos o corporativos dudaron sobre la posibilidad de la llegada de la Scala a Buenos Aires."

"Al igual que con las obras que se ven y con la acústica intacta del Colón, la realidad destruyó los vanos argumentos.”

Me temo que a partir del presente comentario voy a pasar a integrar, si es que no la integro ya, la lista de los “mal intencionados, los escépticos, los imbéciles, los desinformados, los personeros de espurios intereses, políticos o corporativos que dudamos de la llegada de La Scala a Bs. As.” Y que, según sostiene paladinamente Otero, la realidad destruyó los vanos argumentos de quienes criticamos y seguimos criticando la restauración del Teatro Colón, por la forma en que se llevó a cabo y por las discusiones que ha suscitado todo lo relacionado con la acústica, de la que todavía ninguna autoridad ha dado a conocer las mediciones que en vano se han solicitado.

De modo que, dejando de lado todo lo relacionado con la actuación musical de quienes nos han visitado, deseo enumerar las reflexiones que la agresividad de Otero tornan necesarias.

1.En primer lugar, el comentario de Otero referido a la maravillosa interpretación de Aída que, para él, constituyó un verdadero redescubrimiento de esta ópera que, en su opinión, habría significado “una Aida conmovedora que dejará imborrable recuerdo en los asistentes y una verdadera marca indeleble en la historia del Colón” me recordó la euforia de la señora Pola Suárez Urtubey, comentarista musical del diario La Nación. [La Nación | Jueves 2 de setiembre de 2010 | Publicado en edición impresa]. Allí la señora Urtubey dice: “Durante tres jornadas -domingo, lunes y martes últimos- la cultura de Buenos Aires ha tenido días de gloria. Cuando aún no terminábamos de salir del efecto reapertura del Colón, que a muchos ciudadanos nos hizo respirar un clima olvidado de euforia, más una pizca de orgullo, nos llega este regalo excepcional de la Scala, con el que Italia, un país con el que los argentinos estamos ligados hondamente desde lo humano y lo cultural, ha querido honrarnos”

Dichas palabras provocaron en quien esto escribe el siguiente comentario publicado en la web de los habitués del Teatro Colón [leer comentario, Septiembre 2, 2010 a 4:37 pm]: "… la señora Suárez Urtubey incurre en una hipérbole que deja elegantemente de lado los millones de euros que costó el traslado y la representación de los artistas con los que contribuyeron las empresas que actuaron como sponsors y los ciudadanos de la ciudad de Buenos Aires con sus impuestos."

Y cabe recordar en este punto lo que dijera el crítico Diego Fischerman en su artículo del 31-8-10 (Blog Fischerman’s Tales | martes 31 de agosto de 2010): “La visita de la Scala no redundó en clínicas o clases magistrales a los músicos y coreutas locales y ni siquiera hubo asientos reservados para que los integrantes del coro y orquesta estables del teatro asistieran a tan imprescindible lección. Tampoco se buscó el intercambio o el enriquecimiento mutuo que podría haber surgido de un trabajo conjunto o, aunque más no fuera, de que Barenboim y algunos de los solistas de la orquesta de La Scala trabajaran durante una semana con la orquesta local y brindara un concierto final al frente de Coro y Orquesta del Colón”.

Y yo agrego: aunque muchos nos hayamos regocijado por la presencia de los artistas que nos visitaron, no estaría demás darle una mayor precisión a los términos utilizados. En lo personal, he disfrutado de un regalo espiritual. Pero como regalo de cumpleaños lo encuentro un poco caro para los homenajeados.

Y hay más en el artículo de Fischerman cuyos términos comparto totalmente: “Sólo se buscó un gran concierto, para los afortunados que asistieron, en sintonía con una idea de cultura centrada sólo en el consumo (y no en la producción). Buenos Aires sería, según esta concepción un poco anticuada, una gran ciudad cultural sólo por el hecho de sostener con sus fondos una institución que posibilita a ocho mil afortunados gozar de las expresiones más altas de la cultura universal. No estaría bien que el Colón no buscara satisfacer a ese público (o que, desafiante, buscara en especial no satisfacerlo). Lo que no parece a tono con la época, ni con las estrecheces de la cultura oficial en otros ámbitos … es que el Colón tenga esa satisfacción y ese fasto como única meta. Y, claro, a cualquier precio”.

Desgraciadamente, la realidad nos prueba día a día que es intención del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y de las autoridades del Teatro Colón que así siga siendo.

Por eso es tan terminante y claro el Comunicado de los Trabajadores del Teatro alla Scala y del Teatro Colón dado a conocer en forma conjunta y que, expresamente dice: “rechazamos contundentemente los modelos de administración y gestión cultural que llevan adelante los funcionarios antes mencionados (Berlusconi-Macri), como así también las autoridades de ambos teatros”.

2.- En relación con el publicitado show de la reapertura del Teatro Colón, no me produce alegría recordar que esa noche se organizó una fiesta mediática en la que participaron muchas figuras (algunas realmente grotescas) de la televisión, que poco y nada tienen que ver con la música y la cultura locales.

3.- En lo referido a la acústica debe recordarse que, en realidad, tenemos que hablar de cuatro cámaras acústicas:

a. La que se usó hasta 2006, destruida.

b. La que se usó para la temporada extramuros, que no sirve.

c. La importada de $3.200.000, cuyo destino nadie se ha tomado la molestia de aclarar.

d. Una nueva construida por el personal del Teatro y que es la que actualmente está en uso.

Pero, a mi juicio, es grave que en ningún momento se ha informado sobre el detalle de las mediciones efectuadas y si éstas han sido consideradas correctas y ajustadas a los requerimientos técnicos de una sala como la del Colón.

4.- A lo ya señalado debe agregarse:

a) la desaparición de una enorme cantidad de elementos valiosos, históricos, que se encontraban en la Biblioteca del Teatro y que fueron detectados (en parte) por el Juez interviniente en los recursos de amparo interpuestos por el personal. Algunos apilados en contenedores expuestos sin protección al aire libre.

b) El reemplazo de TODOS los textiles que se cambiaron por otros ignífugos. El director del Frick Collection de Nueva York en una carta para salvar el telón expresó: "los argentinos son unos bárbaros si tocan los textiles originales". Los cortinados y entelados de la sala y Salón Dorado son de calidad visiblemente inferior, de textura áspera, en algunos casos de menores dimensiones que los históricos. El telón fue restaurado a los apurones por personas no especializadas: le quitaron el relleno, acortaron los flecos, hicieron remiendos visibles, aumentando el daño intencional previo porque el objetivo original era descartarlo para hacer otro ignífugo. El nuevo, con diseño del artista plástico Guillermo Kuitca y la escenógrafa y vestuarista teatral Julieta Ascar, todavía no está hecho.

c) Los estucos de los deambulatorios no fueron restaurados, sino que fueron cubiertos con otra capa de pintura amarilla. Frente al Salón Blanco se puede ver la estratigrafía con el marmorino original, de colores terrosos, sin una pizca de amarillo; pero se pintó todo el teatro de amarillo.

d) En algunos sectores no se restauró el piso original de teselas blancas, sino que se lo cambió por mosaicos rectangulares de color rojo (salas a ambos lados de los foyeres laterales, quinto piso deambulatorio de Galería).

e) Se modificó la geometría de la sala: hay agujeros en el muro histórico en el último piso (Paraíso) con nuevas puertas antipánico que dan a nuevas salidas de incendio, y se realizaron cuatro nichos en el muro histórico para colocar matafuegos. Se agregaron escaleras en Galería y se eliminaron más de 40 butacas en el sector más económico de los laterales. Se dijo que se consideraba inseguro que el acceso se hiciera por un solo lateral y el otro extremo estuviera cerrado con una baranda. Sin embargo, quedó así en los dos pisos inferiores, Tertulia y Cazuela. O sea que el razonamiento parece ser que lo que es inseguro en un piso es seguro en otro.

f) Los muebles históricos de los guardarropas de todos los pisos desaparecieron, en algunos casos reemplazados por otros de calidad visiblemente inferior; en los pisos altos fueron eliminados, hay nuevos guardarropas junto a los foyeres laterales, con muebles modernos.

g) El color de la sala no es el original: de acuerdo con la restauradora Manfredi, el original es un rojo rubí, sin embargo, se utilizó en toda la sala (hasta se pintó de ese color el piso en las localidades altas) un color ladrillo, “rosso mattone

h) Las paredes, las columnas y los mármoles fueron encerados para darles brillo. A pocos meses de la reapertura, ya hay sectores manchados y opacos, sobre todo en la parte superior.

i) En la fachada, se realizaron agujeros y cableados exteriores no sólo antiestéticos, sino que ponen en peligro la integridad de los materiales. La Comisión Nacional de Monumentos objetó estos artefactos, pero permitió que siguieran instalados para la fiesta de reapertura del teatro.

j) Los foyeres laterales de Tucumán y Toscanini no están en uso: se accede a las localidades altas por la portería.

Todavía, a pesar de haberse cumplido el plazo de entrega de la restauración, no están los muebles del Salón Dorado.

5.- En cuanto a las actuaciones judiciales promovidas oportunamente por los empleados, técnicos y artistas que “sobraban” según el criterio del Director García Caffi, quien llegó a decir que el Teatro "no era un lugar de beneficencia para tener al personal apilado en los pasillos”, siguen actualmente su curso.

a) En el recurso interpuesto por los empleados, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires está acatando lentamente la orden de reincorporar a todos aunque las autoridades apelaron lo ordenado por el Juzgado, con lo que cabe suponer que se aguarda un largo trámite hasta la resolución final que dicte la Cámara de Apelaciones.

b) En el recurso interpuesto para salvaguardar el patrimonio, el Juez Scheibler ya se expidió sobre el patrimonio mueble, pero el Ente Teatro Colón no cumplió ninguna de las medidas cautelares que dictó dicho Juez.

c) Los demandantes pidieron rever el patrimonio inmueble, y el Juez pidió toda la documentación de las obras, pero como no se la entregan la orden se cumple sólo parcialmente. Por caso el Juez de la causa solicitó en numerosas oportunidades las mediciones acústicas y hasta el presente no le fueron remitidas.

Conclusión:

Luego de este análisis y enumeración que quizá resulte fatigosa para nuestros amigos españoles, sólo me cabe -aun a sabiendas de ser considerada una de “los mal intencionados, los escépticos, los imbéciles, los desinformados, los personeros de espurios intereses personales, políticos o corporativos” a los que se refiere Otero- reiterar lo que ya expresara en mi comentario publicado en Mundo Clásico el 12 de mayo de 2010: …Al pensar en la improvisación, en la ligereza, en la ausencia de conocimientos específicos en materia de restauración de monumentos de enorme importancia y renombre internacional (como es el caso del Teatro Colón) que se han puesto de manifiesto en esta ocasión, es inevitable sospechar que todo ésto no es más que la consecuencia inevitable de la aplicación de pautas culturales que privilegian el éxito político por encima de los valores artísticos y del patrimonio histórico de nuestro país.

Y agrego como reflexión final que todo lo ocurrido y lo que, desgraciadamente, sigue ocurriendo, revela el profundo desprecio por la cosa pública, en todos los sectores de la sociedad, por parte del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y de las autoridades del Teatro Colón.
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