Argentina

Dos hermanos a dos pianos: delicioso concierto

Carlos Singer (fallecido en 2025)
viernes, 24 de septiembre de 2010
Buenos Aires, martes, 14 de septiembre de 2010. Teatro Colón. Karin Lechner y Sergio Tiempo, pianos. Darius Milhaud, Scaramouche. Manuel Infante, Tres Danzas Andaluzas. Maurice Ravel, Suite N° 2 de ‘Dafnis et Chloé’. Witold Lutoslawski, Variaciones sobre un tema de Paganini. Claude Debussy-transcripción de Maurice Ravel, ‘Nubes’ y ‘Fiestas’ de ‘Nocturnos’. Maurice Ravel, La Valse. Abono Bicentenario de la Temporada 2010 del Teatro Colón
0,0015684 Aunque sus apellidos -e incluso sus lugares de nacimiento, ella en Buenos Aires y él en Caracas- parezcan decir lo contrario, Karin y Sergio son hermanos, hijos de la pianista y pedagoga Lyl De Raco, que a su vez desciende del legendario matrimonio de pianistas formado por Elisabeth Westerkamp y Antonio de Raco. No finaliza con ellos esta prolongada estirpe artística, ya que una hija de Karin, Natasha Binder, tuvo a su cargo, con apenas nueve añitos, el concierto inaugural del ciclo de la Filarmónica de Buenos Aires en su retorno a la sala del Teatro Colón [leer nota], el pasado mes de junio.

Por si el hecho del parentesco no fuese suficiente para otorgar una enorme dosis de homogeneidad técnica y musical a ambos artistas, los dos tienen idéntica escuela: se inician con su madre y luego trabajan con María Curcio en Londres y Pierre Sancan en París, entre otros. Con tales antecedentes, es difícil que sus mecanismos, toque o intencionalidad difieran mucho, más allá de los aspectos que hacen a la personalidad de cada uno de ellos, más chispeante Sergio, de sonido claro y brillante así como gran dominio del teclado, y más serena e introspectiva Karin, con un touché redondeado, profundo y más volcado al cantabile.

Alternándose constantemente para encarar las partes de primer o segundo piano –más allá de lo que la ubicación física ante los pianos indicaba- , luciendo ajuste y exactitud admirables así como muy fina musicalidad, los dos hermanos, siempre sonrientes, con miradas cómplices y mínimas señas para conseguir absoluta coincidencia de ataques, acentos o respiraciones, brindaron una verdadera fiesta para los oídos.



© 2010 by Arnaldo Colombaroli. Gentileza del Teatro Colón

Abrió el fuego una muy briosa lectura del célebre Scaramouche de Darius Milhaud, con precisión en el 'Vif' inicial, lirismo en el ‘Modéré’, agudeza rítmica y brillo en la ‘Brazileira’. Siguieron las hoy en día poco transitadas Tres Danzas Andaluzas del sevillano Manuel Infante, que Karin informó dedicaban a sus abuelos, que las interpretaban con frecuencia. Lechner y Tiempo las presentaron con gran vivacidad y colorido, luciéndose especialmente en el ‘Vito’ conclusivo.

Cerró la primera parte del concierto una muy idiomática e inspirada interpretación de la Suite N° 2 de Daphnis et Chloé de Ravel (transcripta para dúo de pianos por Lucien Garban) que les permitió poner de relieve enorme ductilidad tímbrica -desde las elusivas sonoridades iniciales al imponente final- a la vez que gran destreza técnica.

Las Variaciones sobre un tema de Paganini, que Lutoslawski compuso en 1941 para ser tocadas por él junto a su colega, el director y compositor Andrej Panufnik son, en rigor de verdad, una reelaboración y rearmonización del Capricho N° 24 del virtuoso italiano y sus once variaciones siguen casi nota a nota las inflexiones de las once variaciones del original. Sergio y Karin ofrecieron una ejecución resplandeciente de la pirotécnica y radiante partitura.

‘Nubes’ y ‘Fiestas’, los dos Nocturnos de Debussy que Ravel transcribió para dos pianos les permitieron lucir bello sonido, total entendimiento y gran empaste, mientras en La Valse raveliana con la que concluyeron su labor volvieron a deslumbrar con el acabado dominio del teclado de ambos artistas y la asombrosa justeza que logran conferir a su trabajo.



© 2010 by Arnaldo Colombaroli. Gentileza del Teatro Colón

Las justificadas aclamaciones del público movieron a los hermanos a ofrecer tres obras fuera de programa: primero tocaron, a cuatro manos, el delicioso número inicial ‘El Jardín de Dolly’ de la suite homónima de Gabriel Fauré, para seguir luego -otra vez a dos pianos- con sendos homenajes a los países que los vieron nacer y crecer: Michelangelo 70 de Piazzola en la virtuosística y exigente transcripción de Federico Jusid y el brillante y simpático Joropo del venezolano Moisés Moleiro.

Si las interpretaciones y el trabajo de los dos intérpretes fue magnífico en todas las obras, no lo fue en el mismo altísimo grado el sonido que llegó hasta nuestros oídos y que, por lo que pude comprobar al intercambiar opiniones con reconocidos colegas, variaba en forma substancial según el lugar desde donde se asistió al concierto -cosa que, desde luego, no debería ocurrir en una sala de la fantástica acústica que es bien sabido ostentaba el Colón.

Desde mi excelente ubicación -fila 8 de platea y bien al centro- la sonoridad de los pianos no se fusionaba totalmente, era algo escasa de armónicos y careció de verdadero impacto auditivo, aún en los momentos de mayor intensidad. Quizás esto se deba -ya me he visto precisado a recalcarlo en más de una oportunidad- a la actual costumbre de realizar los recitales delante del pesado telón, que pude influir -negativamente- sobre el sonido que se proyecta a la sala. ¿No habrá llegado el momento de volver a hacer estos conciertos en el escenario y con una adecuada (pequeña) caja acústica, como se hacía antaño?
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