España - Andalucía

Lo accesorio y lo necesario

Xoán M. Carreira
viernes, 15 de octubre de 2010
Motril, jueves, 30 de septiembre de 2010. Teatro Calderón de la Barca. Trío Arbós (Juan Carlos Garvayo, piano. Miguel Borrego, violín. José Miguel Gómez, violoncello). Iñaki Alberdi, acordeón. Cuarteto Diotima (Yun-Peng Zhao y Naaman Sluchin, violines. Franck Chevalier, viola. Pierre Morlet, violoncello.) Juan Cruz-Guevara, Polaridad, para trío con piano. Sofia Gubaidulina, Silenzio, cinco piezas para acordeón, violin y violoncello. César Franck, Quinteto para piano y cuerda en fa menor. Música Sur 2010. III Festival de Música de Cámara de Motril.
0,0002495 En su tercera convocatoria, el Festival Música Sur ha crecido nada menos que un 20%, hasta ofrecer un sexto concierto. Para celebrarlo, sus padrinos del Cuarteto Diotima eligieron para la clausura una obra con enorme carga simbólica, pues emparenta el festival motrilense con la histórica Société Nationale de Musique mediante el Quinteto para piano y cuerda en fa menor de César Franck, dedicado a Camille Saint-Saëns -fundador de la Société- que fue estrenado en 1880 en un concierto de dicha sociedad. En el Quinteto -como señala con todo acierto James Harding (1991)- "se ve la típica preferencia de César Franck por las melodías expandidas y de largo aliento, cromatismo evocador y frecuentes modulaciones." Al Cuarteto Diotima le sobran razones para admirar el Quinteto porque además de muy hermoso, es un 'obrón' en todos los sentidos de la palabra, incluyendo los admirativos y peyorativos, que se pueden ampliar al esfuerzo físico que se requiere tanto del pianista como de la propia máquina del piano. Y es que César Franck, al contrario que Antonin Dvorák o Edward Elgar, no era violinista y carecía de la experiencia de tocar dentro de las cuerdas de la orquesta. Por ese motivo, como le pasa a Schumann o a Brahms, en su Klavierquintett el pobre piano ha de luchar duramente -y a menudo en vano- contra el cuarteto, para hacerse oír.




Momento de la interpretación del Quinteto de Franck
© 2010 by Xavi Miró


El Festival Música Sur no puede disponer de un piano excepcional ni tampoco de los días extra que requeriría la preparación exquisita de una obra como el Quinteto de Franck y por ese motivo la interpretación de esta obra monumental del repertorio camerístico ni pudo ni pretendió estar a la altura de los grandes, grandísimos momentos que el Festival nos había deparado. Fue una ocasión importante para escuchar en el Teatro Calderón una buena versión del Quinteto de Franck, pero el verdadero fin de fiesta vino de la mano de Gubaidulina, por lo que reservamos su comentario para cerrar esta reseña.

Juan Cruz-Guevara (Macael, Almería, 1972) se formó como compositor con Manuel Seco de Arpe en el Conservatorio de Murcia y con José María Sánchez-Verdú en la Robert Schumann Hochschule de Düsseldorf. Cruz-Guevara considera 1995 como el año de inicio de su carrera compositiva, a lo largo de la cual ha recibido numerosos galardones y encargos. En la actualidad es profesor del Conservatorio Superior de Música de Granada y su obra está patrocinada por la Fundación Bahía Almeriport.



Momento de la interpretación de Polaridad de Cruz-Guevara
© 2010 by Xavi Miró


Polaridad (2010), para trío con piano, es un encargo del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y Musicales, con el cual el INAEM, un ente público del Ministerio de Cultura, contribuye al Festival Música Sur 2010. Antes del concierto, durante el ensayo de la tarde, tuve ocasión de ver la partitura de Polaridad y hacerme una idea previa de la obra que iba a estrenar el Festival tras la presentación didáctica y afectuosa de Juan Carlos Garvayo. Como se deduce de su formación, Cruz-Guevara es un profesional competente. Polaridad es una pieza meticulosamente escrita en la que todo está en su sitio y hay un sitio para cada cosa, la escritura destaca por su claridad, y fue un auténtico placer hacer una lectura rápida de la partitura. Viéndola, comprendo y comparto que su autor esté ganando tantos concursos, y reciba encargos y subvenciones. Tal como he dicho, ofrece un producto depurado que compite ventajosamente a los ojos de cualquier jurado, y por otra parte responde a plena satisfacción ante las instituciones y poderes públicos que hacen los encargos y reparten subvenciones. Que es, al fin y al cabo, lo que se le viene exigiendo a cualquier honesto creador de música desde Perotinus hasta nuestros días.

Otra cuestión muy distinta, que tiene que ver con la obra de arte y no con la creación de música, es la función de Polaridad, una excelente composición académica e institucional, en todos los sentidos del término; en la cual, por no faltar, ni siquiera falta el recurrente homenaje a J. S. Bach, característico de este tipo de composiciones. Lo que quiero decir es que, generación tras generación, honestos y competentes académicos escriben composiciones pulquérrimas destinadas a ser premiadas por otros académicos y sufragadas por las instituciones y el poder político. Que el lenguaje sea tonal, atonal o aleatorio, que el estilo sea formalista o informalista, neoclásico o nacionalista, vanguardista o convencional, es irrelevante a estos efectos. Lo auténticamente relevante es que se trata de música que no está dirigida ni al público ni a los intérpretes. Y, lógicamente, los intérpretes se resignan a comportarse como buenos ejecutantes profesionales y el público aguanta el chaparrón de sabiduría.



Momento de la interpretación de Sikenzio de Gubaidulina
© 2010 by Xavi Miró


Tras su enorme éxito en la Quincena Musical Donostiarra como intérprete de la música de Sofia Gubaidulina (Chistopol, Tartaristán, 1931), la intervención de Iñaki Alberdi en la mítica Silenzio, cinco piezas para acordeón de botones, violin y violoncello era una de las ocasiones más esperadas del Festival Música Sur 2010 y no defraudó a nadie. Acompañado por Miguel Borrego y José Miguel Gómez (las cuerdas del Trío Arbós), Alberdi puso en evidencia los motivos por los que sedujo a Gubaidulina cuando ambos se conocieron: emoción, belleza de sonido, flexibilidad rítmica y feeling. Una vez más, disfruté de la transfiguración del público del Teatro Calderón tras una interpretación trascendental de una Obra de arte musical. A la mañana siguiente, somnoliento, barruntaba sobre la fortuna de una frase -ratificada por sus paisanos- de Juan Carlos Garvayo, reproducida en el programa de Música Sur 2010: "quizás la cultura es un bien accesorio para el cuerpo, pero es muy necesaria para el alma".
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