Bélgica

El trovador y su dama, hoy

Jorge Binaghi
viernes, 1 de octubre de 2010
Amberes, sábado, 18 de septiembre de 2010. De Vlaamse Opera. L’amour de loin. Salzburgo, 15 de agosto de 2000. Libreto de Amin Maalouf y música de Kaija Saariaho. Puesta en escena, coreografía e iluminación: Daniele Finzi Pasca. Escenografía: Jean Rabasse. Vestuario: Kevin Pollard. Elenco: Rachel Harnisch (Clémence), Phillip Addis (Jaufré Rudel), Katherine Rohrer (El pelegrino). Coro y Orquesta del Teatro. Maestro de coro: Yannis Pouspourikas. Director de orquesta: Koen Kessels
0,0002382 Saariaho ha sido invitada para esta primera escénica en Bélgica, inauguración de la temporada de la Ópera de Flandes (el estreno en concierto fue en Bruselas en Beaux Arts poco después del estreno mundial) e incluso dio una charla antes de la primera función. Si en diez años la obra ha tenido -con la actual- ocho producciones diferentes, alguna de las cuales ha sido retomada en otro país, probablemente nos hallemos ante un éxito de público y crítica bastante inusual. Y justificado. No sé si me atrevería a llamarla, como han hecho algunos, “el Tristan del siglo XXI”, pero lo que sé es que funciona, incluso como teatro (lo que parece más difícil por el libreto y el tema tan ‘interiores’: un ejemplo del amor cortés medieval), y en lo musical, no obstante la enorme panoplia orquestal -incluida la electrónica, que no en vano Saariaho ha trabajado y trabaja en el Ircam de París- la voz es preservada, bien utilizada, y sin ser una obra ‘melódica’ ni mucho menos ‘tradicional’ se escucha, más que con interés o agrado, con verdadera intensidad y participación.

Esto último lo tuvimos en la labor descollante de la orquesta dirigida por un aún joven Kessels, que trabajó como asistente de Nagano para el estreno absoluto, y supo coordinar todos los elementos -tantísimos- a sus órdenes en la fosa orquestal y alrededores sin descuidar el escenario. El coro, que tiene actuación al principio y sobre todo al final de la obra, demostró otra vez estar pasando por un muy buen momento gracias a la labor de Pouspourikas.



Rachel Harnisch, acróbatas y coro
© 2010 by De Vlaamse Opera

La puesta en escena de Finzi Pasca encandiló a muchos. Yo la he encontrado demasiado ‘divertida’, con mucho movimiento y color, sin duda notable, pero los acróbatas terminaron molestándome, la constante utilización de un cantante y dos actores-saltimbanquis para cada uno de los personajes me pareció innecesaria, y todos los movimientos y soluciones lumínicas espectaculares, si corresponden a alguien que ha trabajado, entre otros lugares, en el Cirque du Soleil, se alejan de la esencia para ir más a la apariencia. Y con este texto y música era innecesario, aunque sé que ‘hizo pasar el trago’ mejor a los que no estaban muy convencidos.



Momento de la representación
© 2010 by De Vlaamse Opera


Estéticamente, pues, un éxito; teatralmente, no me lo parece (si tomamos la escena en el mar, cuando Jaufré decide finalmente ir a conocer a su amada lejana y se enferma en el viaje, era magnífica la representación del mar; el resto, muy bello, sobraba y a mí me distraía sin darme nada a cambio más que el gozo de lo que de pequeño eran el tecnicolor o el cinemascope: valiosos agregados, muchas veces, pero agregados al fin).

Tampoco me pareció buena idea, conociendo el texto y las ideas de Maaluf (un cristiano libanés) que el cambio del amor humano por el divino al final de la obra, tras la muerte del trovador y la desesperación de su dama, fuera ‘humanizado’ con una especie de trinidad formada por el cantante y sus dos otras representaciones artísticas que bajan casi formando una cruz sobre la protagonista.



Rachel Harnisch
© 2010 by De Vlaamse Opera


En cuanto a la labor de los cantantes, en conjunto fue buena, aunque con bemoles. Harnisch, por ejemplo, una soprano preferida por Abbado, tal vez tenga la voz para ‘Marzelline’ en Fidelio y tal vez algo más. Oscila entre soubrette y lírica, es buena actriz, dice bien, pero los agudos son blancos y fijos (no tantos ni con tan poco volumen como Dawn Upshaw que estrenó la obra, de modo que tal vez la autora desee una voz de este tipo).

Addis es un buen barítono, más bien lírico, de correcta extensión, presencia escénica no muy ideal, pero en cambio de magnífica articulación y dicción del texto y muy entregado.



Harnisch y Addis
© 2010 by De Vlaamse Opera


Lo que nos lleva al tercer papel (uno piensa que fue escrito para Lorraine Hunt, que no pudo estrenarlo ya enferma del cáncer que acabaría con ella, y no puede menos que lamentar aún más su desaparición): Rohrer era de lejos la voz con más volumen, pero también la más desordenada en la emisión (sobre todo del agudo) y de graves más bien escasos (tiendo a pensar que en realidad no es mezzo). Lo peor fue que no se le entendieron más que palabras sueltas y eso, pecado en cualquier ópera, aquí creó verdaderamente una muralla que sólo se salvó por la música. Se aplicó sin duda y es una actriz intensa, pero no basta.

Tras alguna deserción, el éxito llegó para todos, con aplausos más enérgicos y vivaces para director y compositora, que sin duda los merecían.
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