Reino Unido
Aplastante
Agustín Blanco Bazán
Con voz firme y calida consiguió Petra Lang proyectar su canción de Zaratustra, subrayada con comentarios de un oboe desgañitado en su histérico expresionismo. La polifonía sinfónico coral del quinto movimiento fue en cambio de una expresividad radiante y acertada, porque Jurowski supo insuflar, aquí sí, ritmos y colores sin caer en superficialidades. Finalmente, el rubato de cuerdas al comienzo del último movimiento fue como nunca creo haberlo escuchado: recóndito, detallado y trascendental. ¡Si sólo lo hubieran cantado, en lugar de viviseccionarlo, él y sus filarmónicos, ese himno de amor tan libre en expresión y directo en significado!
Ahora bien, como lo advertí al principio, esta antojadiza interpretación fue de descomunal virtuosismo, y nunca superficial, chata o ruidosa sino profundamente coherente como expresión de una perspectiva distinta y alternativa de la obra. En este sentido valió la pena escucharla como seguramente valdrá la pena seguir el ciclo de este joven director obviamente dispuesto a confrontarse con Mahler con indudable fervor existencial. La Cuarta viene en diciembre, después de una repetición de la Primera, días antes. Veremos.
Jurowsky es de los que no arma un programa sin hilvanar cada obra en un concepto unitario y coherente. En este sentido fue un acierto la elección de las Canciones de Zemlinsky para abrir el programa. Cada una de ellas sirvió para resaltar las similitudes y diferencias entre dos compositores, uno bueno y el otro genial. Sin alcanzar las honduras del lied mahleriano, Zemlinsky sabe ceñirse a la poesía de Maeterlinck con acabada expresividad y sobria pero expresiva orquestación, realzada esta vez con moderado énfasis por Jurowsky. Petra Lang fue también aquí una cantante de expresiva articulación e impecable musicalidad.
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