España - Cantabria
Festival de SantanderBartoli: Pura gloria
Roberto Blanco

Con la sala llena y tras la breve obertura de Rinaldo, aparece la diva con un número de enorme dificultad, ´Furie terribili´de la Armida haendeliana. A partir de ahí, trinos en cascada, escalas vertiginosas, pianisimos filados sobre un fiato infinito… la mezzo italiana parece no tener límites, realiza lo imposible con un despliegue de energía que se concentra totalmente en la expresión.
Las arias rápidas se alternan armoniosamente con las lentas, las más difíciles de interpretar, las que requieren el control constante de la emoción y te pueden dejar al borde de las lágrimas. Mientras tanto, su mirada no se clava en un punto fijo, se pasea escrutando los ojos de un público al que va a asombrar con un programa particularmente cargado: doce arias más dos bises sin contar los intermedios instrumentales. Casi tres horas de música.
Bartoli mostró en todo momento su gran forma vocal con una perfecta línea de canto, con graves espléndidos y un dominio total de las diabólicas vocalizaciones que se van encadenando sin descanso rozando un ejercicio de estilo extremo. Y todo con una gestualidad mesurada, concentrada en el texto musical y desplegando una teatralidad tan sutil como bien dosificada.
Apasionada, violenta, tiernamente amorosa o patética, jugando con todos los registros expresivos, sólo podía encontrar entonces la adhesión y admiración de una sala que supo conquistar en el mismo momento en que pisó el escenario. Pero además de su indiscutible talento vocal, parte del magnetismo de la mezzo romana procede de un gusto musical absolutamente original: Bartoli se comprometió con pasión y determinación con el repertorio elegido. Con este programa Haendel (grabado en la misma sala para formar parte de un nuevo disco), cada partitura encontró en ella una intérprete generosa y completa que da todo lo que tiene, adivinándose detrás un trabajo arduo y progresivo hasta colorear cada imagen sonora mediante el sentimiento sutil que corresponde a cada texto. El artificio y lo espectacular desaparecen así ante el arte del dibujo y de la línea, de la depuración y del arabesco volcánico.
Compañeros ideales de viaje fueron Giovanni Antonini y el Giardino Armonico, cuyo acompañamiento fundió estupendamente con la voz de la solista, buscando potenciar en cada recitativo y en cada aria la retórica de los textos. Las oberturas de Haendel, Porpora y Veracini sonaron en versiones bien variadas en timbres y articulaciones, con un tratamiento flexible y teatral en materia de fraseo y de ritmo y unos solistas de lujo como demostró el también flautista director.
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