Opinión
El Colón al Colón
Susana Desimone

En efecto, los integrantes del Ballet Estable del Teatro convocaron a una función especial que se llevó a cabo para difundir sus reclamos, y también como protesta a causa de la cancelación de la temporada de Ballet 2010, en el escenario de otro teatro emblemático de la Ciudad de Buenos Aires: el Teatro Nacional Cervantes, ofrecido en un gesto solidario por su director general Rubens Correa.
Este clima de enfrentamiento lleva ya largo tiempo, desde el momento mismo en que el señor García Caffi dio comienzo a una serie de medidas tendientes a que el Colón sea una fuente de ingresos, partiendo del principio neoliberal que indica que la cultura es un gasto y no una inversión.
Esa ideología, compartida plenamente por la Jefatura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, a cargo del señor Mauricio Macri y del Ministro de Cultura de la Ciudad Hernán Lombardi, provocó que se llevara adelante una verdadera reforma del Teatro Colón y no una restauración, propia de un monumento histórico.
Lo que puede observarse en estos momentos es un teatro con menos personal, y con los antiguos grandes talleres de producción (escenografía, maquinaria, utilería, etc) reducidos en casi un sesenta por ciento de espacio.
Gran parte del personal está trabajando en pésimas condiciones como pudo comprobarse en las inspecciones judiciales que se realizaron en el marco de las acciones legales emprendidas oportunamente.
Otra medida realmente dolorosa fue el cierre de la Biblioteca del Teatro. Se dispuso el traslado del valioso patrimonio histórico que se encontraba en ella sin adoptar las debidas precauciones.
La consecuencia fue la desaparición de elementos de valor incalculable, tales como más de cien cartas de Rossini, Puccini, Mascagni y otros autores, así como también programas de mano desde 1908, recortes periodísticos y numerosas publicaciones periódicas, entre ellas, la revista fundada por Robert Schumann.
Los hechos señalados, si bien se destacan como una manifestación de absoluto menosprecio hacia el Teatro y a quienes en él deben trabajar en las peores condiciones, no son los únicos.
En el caso específicamente referido al cuerpo de ballet cabe recordar que, luego de más de dos años de peregrinar en diferentes locaciones de ensayos (Sociedad Hebraica y Centro de Exposiciones) y escenarios (Teatros Coliseo y Gran Rex, Auditorio de Belgrano, Parque Centenario, etc), regresaron finalmente al Colón sólo para constatar que los pisos del escenario y de las salas de ensayo 9 de Julio y Rotonda no eran los adecuados para bailar. Refirieron inmediatamente esta situación a la dirección del ballet, Lidia Segni y al mismo García Caffi, quienes no prestaron atención al reclamo. Luego de varios meses, con la puesta en escena de tres programas, el cuerpo del Ballet Estable decidió no bailar ni ensayar hasta que se adecuaran los pisos. La respuesta de García Caffi fue levantar el resto de la temporada de Ballet.
En este punto cabe recordar las palabras del periodista y crítico musical Osvaldo Andreoli, que expresó el 22 de diciembre en el diario Tiempo Argentino: “A partir de la publicitada función de reapertura del 24 de mayo, comenzaron los pedidos que fueron desoídos por las autoridades. Las promesas fueron incumplidas y se multiplicaron los lesionados. Las salas de ensayo estaban en condiciones escandalosas. En octubre se solicitó una inspección ocular del juez que dictaminó a favor de los bailarines. Ha vencido el plazo establecido para las reparaciones correspondientes y todo sigue igual.”
La consecuencia inmediata de bailar sobre un piso inadecuado para el ballet, hasta que sus integrantes decidieron no continuar haciéndolo en tales condiciones, es que ya hay más de diez bailarines seriamente lesionados y que figuras del exterior se quejaron por las condiciones de ese piso.
La precariedad e inadecuación del mismo a las exigencias de un cuerpo de ballet son inexplicables, habida cuenta de las enormes sumas que se llevan invertidas en esta suerte de “refacción”.
Así las cosas, se produjo un cruce de comunicados entre los afectados y la dirección hasta que se tomó la decisión de realizar una función de protesta contra la decisión del Director de dar por finalizada la temporada de ballet en una medida arbitraria y perjudicial para artistas y público.
De tal modo, el Ballet Estable, la Orquesta Filarmónica, la Orquesta Estable, el Cuerpo Escenotécnico y personal del Teatro Colón lanzaron la función autogestionada a la que se hace referencia al comienzo de esta nota, con el título de “El Colón al Colón”.
Vale la pena aclarar para los amigos extranjeros, lectores de Mundo Clásico, que la expresión “al Colón” tiene un profundo significado entre los argentinos para quienes, un artista sobresaliente es animado por su público exclamando “al Colón” como el lugar digno de su talento.
Por tal motivo, la ironía de título elegido para la convocatoria se percibía claramente entre el público asistente que ovacionó a sus artistas en cada una de sus intervenciones.
Y cada uno de nosotros sintió la arbitrariedad y la injusticia de que grandes figuras de la danza estuvieran exhibiendo su arte “fuera de su casa”, aunque lo hicieran en una casa amiga como el Nacional Cervantes.
Digamos además que ante una sala colmada disfrutamos de distintas coreografías sobre música clásica, barroca, tango, el dúo de danza que integra Espartaco de Katchaturian, el pas de deux de El Corsario, La muerte del cisne, el dúo de danza de Don Quijote y el final con el Bolero de Ravel, acompañados del Coro Armonía Vocal.
Todos merecieron el más cálido y fervoroso aplauso de los presentes, y sin que ello signifique restar méritos al resto de los participantes, quien esto escribe debe destacar los nombres de Edgardo Trabalón, María Domingo, Gabriela Alberti, Silvina Perillo, y Karina Olmedo.
Lo expuesto señala claramente que no se trata aquí de un conflicto puramente gremial, sino que el Teatro Colón podrá recuperar su prestigio internacional solamente cuando sus autoridades, actuales o futuras, comprendan y defiendan la idea de un teatro que sea patrimonio histórico y cultural de todos.
Es decir, al servicio de la comunidad.
Y no será con actitudes dictatoriales y actuando con la prepotencia de quien no sabe, no quiere o no puede escuchar reclamos justos como se alcanzará ese objetivo.
Finalmente recordemos la firme convicción de quienes pensamos que todos, autoridades, artistas, técnicos, personal y público en general debemos comprometernos por igual en la defensa y conservación del Teatro Colón.
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