Alemania

La carrera de un estupidito….

Eduardo Benarroch
martes, 4 de enero de 2011
Berlín, miércoles, 29 de diciembre de 2010. Deutsche Staatsoper Berlin am Schiller Theater. Igor Stravinsky, The Rake’s Progress (La Fenice, 11 de septiembre de 1951). Dirección escénica: Krzysztof Warlikowski. Escenografía: Malgorzata Szczęśniak. Iluminación: Felice Ross. Elenco: Andreas Bauer (Trulove), Anna Prohaska (Anne), Florian Hoffmann (Tom Rakewell), Gidon Saks (Nick Shadow), Birgit Remmert (Mother Goose), Nicolas Ziélinski (Baba the Turk), Erin Caves (Sellem). Coro y Orquesta de la Staatsoper de Berlín. Dirección musical: Ingo Metzmacher. Aforo: 50%
0,0004318 Si se hiciera una lista de las obras más importantes del género operístico, no me cabe ninguna duda que entre ellas se encontraría La carrera de un libertino. Que sea una obra contemporánea, y que su lenguaje musical sea neoclásico solo viste en forma diferente a un tema candente en todas las épocas desde el original de Hogarth (en el que la obra de W. H. Auden esta inspirada) hasta Goethe y hoy mismo cuando las tentaciones modernas a que estamos sometidos nos llevan a terrenos poco imaginados.

Por eso The Rake’s progress, que fue estrenada en La Fenice en 1951 en su lengua original en inglés, presenta en forma sensitiva, delicada e inspirada un tema que da para mucho y en formas muy diferentes. La caída de Tom Rakewell hacia el vicio no es inevitable, pero como es un holgazán cae de a poco, no de lleno como sería el caso de Dorian Gray, pero W. H. Auden no es Oscar Wilde, y la situación de ambos en la sociedad en que vivían era también diferente, por lo tanto los mensajes son también diferentes. Dorian Gray vence sus temores, Tom Rakewell sucumbe en un estupor loco sin saber dónde está ni quién es. Al final su caída es total, pero no es una caída impuesta desde afuera sino una caída interior, Tom Rakewell se desmorona porque no tiene una base moral.

Hasta los nombres impuestos por Auden son indicativos y llenos de humor, Tomás Rastrilla Bien es de cajón un hombre que vive por debajo de su potencial; en cambio Ana Amor Verdadero adquiere la dimensión de heroína, es ella quien decide ir a Londres a rescatar a su amado Tom, “I go to him…” comienza como un relato inocuo, pero está escrito en forma urgente, los ritmos son, como las emociones que ella siente, archicomplicados, y al fin se lanza hacia el precipicio con un Do agudo y …. ¡Oh sorpresa, ….no cae sino que triunfa!

¿Y quien es Baba La Turca? Es un carácter circense, una anomalía de la naturaleza, pero es también una artista completa que siente mucho más que Tom, a quien ama a su manera. La mujer barbuda es un anacronismo, y eso es lo que hace que Tom se desprecie. Pero esta mujer barbuda tiene coraje y luego de la escena de la subasta se recompone y también triunfa, “¡la próxima vez que Uds deseen verme tendrán que pagar!” anuncia desafiante. Baba sobrevive porque es un carácter real, con o sin barba.

Y si Hogarth no sabía nada acerca de Goethe y de su Fausto en 1732/33, supo disponer en sus figuras enmarcadas una riqueza única de personajes a los que Auden dio voz y vistió de carne y hueso y que inspiraron a Stravinsky a crear una obra maestra del género. Nick Shadow es una especie de Mefistófeles, pero es también (al igual que el Henry Wotton de Wilde) el hombre que tienta a Tom a hacer lo que él no se anima hacer, es una figura oscura que se vuelve cada vez más oscura con la caída de Tom.



Gidon Saks y Florian Hoffmann
© 2010 by Ruth Walz

En Londres he visto muchas veces esta obra favorita, y en general se la ha entendido porque se la ha visto en forma creativa y puesta con respeto por lo que la obra es e indica. Glyndebourne posee una excelente producción y también La Ópera Nacional Inglesa, quizás la más oscura y siniestra producción que he visto hasta la fecha. Mientras que la Ópera Real posee una producción espectacular si bien superficial en cuanto a los caracteres principales, pero al menos no se desvía hacia el ridículo satisfaciendo salas llenas.

Lamentablemente no se puede decir lo mismo de la première de esta nueva producción que presenta la obra por primera vez en este teatro. Con un público que no conoce el lenguaje de Stravinsky, la dirección de este teatro le ha hecho daño tanto a la obra como ha desmerecido a su público presentando una producción que da un mensaje totalmente equivocado y que no se atiene a los elementos básicos de la obra. Puede decirse que no debe haber límites en las artes, y yo estoy de acuerdo si alguien lo dice, pero para ser libre deben tenerse ideas originales en sus propias obras. Tracey Emin es original y es libre, y lo es en su propio género, también los son muchos artistas de hoy. ¿Por qué entonces se usan standards diferentes con los directores de escena? ¿Es que no hay una visión de alguien que realmente conozca la obra y que pueda decir “esto no va”? Me da mucha pena sonar reaccionario, porque amo las producciones modernas y muchas de ellas se apartan a ratos del original, incluso de la música (ver mis notas de Peter Konwitschny y sus Maestros Cantores en Hamburgo, por ejemplo). Pero este engendro infantil debería haber sido detenido hace mucho, cuando fue presentado y el porqué no lo fue nos es culpa del director de escena sino de los responsables del teatro mismo, en especial del dramaturgo Jens Schroth.

En La Ópera Nacional Inglesa el carácter de Nick Shadow, interpretado pocos años atrás por el mismo Gidón Saks que cantó en esta producción en Berlín, presentaba por momentos aspectos homosexuales, en esa producción fue una gran creación que también coincide (oh sorpresa) con Dorian Gray. Pero decir a través de toda una obra que dura mas de tres horas que la caída de Tom es debida a que durante su niñez no fue entendido porque tenía tendencias homosexuales y que explota en una orgía de caracteres homosexuales que lo rodean (haciendo daño a la obra y a la colectividad gay) es una farsa total, una mentira total. Asimismo, Anne es presentada como habiendo sido abusada por su padre…. Al final presenta un bebe en escena….. ¡¡¡por favor!!!



Momento de la representación
© 2010 by Ruth Walz


Cabe agregar que W. H. Auden era homosexual y que lo fue sin restricciones, si él hubiera deseado presentar este aspecto tenía mucho más talento y medios intelectuales que este miserable y estupidito director. Este espectáculo se desintegró totalmente porque su base estaba equivocada. No hay una sola forma de presentar esta obra, hay incontables, pero si hay que decir algo positivo acerca de esta producción es que demostró cómo “no hay que hacerla”. Los errores fueron garrafales porque no se conocía la obra y porque en realidad no se le tuvo respeto, nadie se queja de que el carácter de Baba The Turk sea cantado por un contratenor, pero hacerlo gay desafiante es una falta de respeto al rol, a la comunidad gay y al público. En escena había jóvenes pintados semidesnudos exhibiéndose en forma ‘provocativa’, por detrás una pantalla proyectaba sus caras chupando bananas o dedos (¿por qué no hacían fellatio directamente me pregunto?) o besándose continuamente chupándose las caras…..

Mire señor lector, no es cuestión de ser pudoroso, nada que ver, pero sí es cuestión de buen gusto. Hay obras que dejan un mal gusto porque son así, el segundo acto de El Ocaso de los Dioses deja un mal gusto, ¿por qué?, porque se planea una traición. La carrera de un libertino no es una obra que deje un mal gusto porque no está compuesta para hacerlo, y no solo eso, sino que contiene un finale mozartiano, una moraleja….., está llena de humor. La moraleja de esta producción es inexistente, no hay moraleja porque no hubo nada que aprender.

De paso, antes de comenzar la ópera, los cantantes que luego cantarían Anne y Tom tomaron micrófonos y agradecieron al “compositor viviente Tom Rakewell” -un actor desempleado que al menos cobró por una noche- ¡¡que se encuentra entre el público!! Dos amigos míos a quienes invite a ver por primera vez una de mis obras favoritas pensaron que era en serio, al final ambos salieron totalmente confundidos sin saber nada de la obra…..



Florian Hoffmann, Anna Prohaska y Andreas Bauer
© 2010 by Ruth Walz


Andreas Bauer cantó el padre que abusa de su hija (¿será el bebe que aparece al final también su hijo? ¿y eso a quien cuerrnos le importa?) con voz amplia y figura atlética. Anna Prohaska posee una voz delgada y con cierto grado de acidez, quizás demasiada para este rol que es todo dulzura. Florian Hoffmann encontró la tesitura de Tom poco adecuada a su voz. Gidon Saks fue un asqueroso Nick Shadow cantado con voz de trueno pero con rango seco. E Ingo Metzmacher dirigió con tiempos lánguidos una obra que nunca llegó a mostrar su potencial y que dejó a parte del escaso público satisfecho porque aquí en Berlín les encanta ver espectáculos con mucha homosexualidad, es parte de la tradición de esta ciudad, pero en este caso fue un golpe muy bajo que mostró que la Opera del Estado deberá renovar su equipo de dramaturgia y mostrar que hay alguien que controla la calidad de lo que se le ofrece al público.
Comentarios
Para escribir un comentario debes identificarte o registrarte.