España - Andalucía

Orfeo al detalle

Pedro Coco
lunes, 30 de mayo de 2011
Sevilla, domingo, 22 de mayo de 2011. Teatro de la Maestranza. Christoph Willibald Gluck: Orfeo ed Euridice. Ópera en tres actos con libreto Ranieri de' Calzabigi. Carlos Mena (Orfeo), Roberta Invernizzi (Euridice), Maria Cristina Kiehr (Amore). Coro de la A. A. del Teatro de la Maestranza. Orquesta Barroca de Sevilla. Director: Enrico Onofri. Versión de concierto
9,11E-05 Veinte años ha tardado Orfeo ed Euridice en llegar al Teatro de la Maestranza, si la memoria de quien esto escribe no lo traiciona, y lo hace justo tras las celebraciones, dándose también la oportunidad de lucirse a la otra formación de la capital, una Orquesta Barroca de Sevilla que mantiene siempre el nivel, capeando una y mil adversidades.

La versión de concierto no sienta nada mal a esta partitura revolucionaria, y es, obviamente, de agradecer que sea un experto en la música antigua el que lidere el conjunto, ya sea como solista o como director. Enrico Onofri conoce a estas alturas de sobra a la Barroca, y de ella y sus fabulosos integrantes sabe sacar el mayor partido; lo ha demostrado no pocas veces y de nuevo, con una lectura galante pero no exenta de teatro, tempi muy estudiados, controlados contrastes y atención al detalle, consiguió emocionarnos en más de una ocasión; gracias a esto, pudimos disfrutar de espléndidas ejecuciones solistas en cada sección de la orquesta, que firmó en general un segundo acto memorable.

Carlos Mena es otro habitual en Sevilla, y para su lucimiento se ideó mucho de lo disfrutado en el escenario del Maestranza. La voz -más bella en el agudo y perdiendo fuelle en el grave, donde el color cambia más de lo deseado- parecía proyectarse con holgura, y con un fraseo muy detallista pasó con maestría por los diversos estados de ánimo del cantor. A su lado, Roberta Invernizzi se nos presentó en espléndida forma, y con una cuidada técnica y total conocimiento del estilo dibujó una Euridice todo pasión y energía. Los acompañados intensos dieron paso a un aria y un dúo donde mostró su habitual línea de canto diáfana y sólida. Cerrando el trío de solistas, María Cristina Kiehr, que con si instrumento tan personal como seductor, es una eminencia en el mundo de la música antigua -sobre todo la del diecisiete- y podemos considerar un lujo absoluto en el papel de Amore.

Por último, pero no en brillantez, el coro se supo plegar a las exigencias, y también con la experiencia que va adquiriendo año tras año, demostró que sabe de contrastes y sensibilidad.

No creo que la Orquesta Barroca de Sevilla pusiera muchos impedimentos a un ciclo de ópera -aunque se diera en concierto- de estas características, y el éxito estaría asegurado, viendo el considerable lleno de la sala y la posterior repuesta. Las buenas ejecuciones y la buena ópera no deja indiferente a nadie.
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