España - Galicia
La soledad del creador de fondo
Paco Yáñez
Cumple el festival Via Stellae su sexta edición arropado por un éxito de crítica, público y producciones discográficas en las convocatorias precedentes que no justifica, en modo alguno, el brutal recorte de presupuesto que la Xunta de Galicia ha efectuado al festival compostelano; un sangrado del 80% de su dotación que hace inviable el proyecto tal y como se había consolidado en anteriores veranos. No es ello más que parte de la progresiva destrucción del estado que está acometiendo el gobierno conservador y neoliberal de Alberto Núñez Feijóo, que al amparo de la crisis económica internacional viene descabezando cuanto sector público se le pone por delante, sin el menor pudor a la hora de vender su sangrante y conflictiva gestión como un modelo racionalizado de ‘eficiencia (dicen) pública’. Cosas veredes...
Así pues, y dado que la dirección del Via Stellae no se encuentra en manos de alguno de tantos afines-a-la-causa que ha ido reclutando el gobierno gallego para sus instituciones y citas culturales, y puesto que no parece viable utilizar este festival como método de publicitación y propaganda política -algo a lo que tan acostumbrados nos tienen otros festivales gallegos-, parece que la idea de nuestros mandamases regionales es ir recortando la partida presupuestaria que buenamente gestiona José Víctor Carou hasta unos mínimos cuyo manejo parece, ya que estamos en clave gallega, auténtico encaje de bolillos económico-musical.
No quiere ello decir que no se puedan/deban poner ‘peros’ a las anteriores ediciones del Via Stellae, y en reiteradas ocasiones uno mismo ha criticado el enorme peso que la música antigua tiene en este certamen, así como el agravio comparativo que supone el programar a los mejores cantantes, conjuntos musicales y directores para interpretar a los grandes maestros del pasado, mientras que para la música actual se cuenta reiteradamente con músicos locales. La lectura entre líneas que cualquier melómano efectúa de esta situación es que hay un repertorio de primera y uno de segunda, y eso flaco favor hace a la música como ente vivo, tan necesitada como lo está en Galicia de la presencia de los mejores compositores y grupos de la actualidad, la última de cuyas visitas se remonta al 2008, con musikFabrik bajo la dirección de Mauricio Kagel en el Festival Mozart (¿cuántos grandes grupos de música antigua no han pasado por nuestra comunidad en estos tres últimos años?, ¿qué expectante receptividad no se podría haber creado hacia la nueva música de mediar un correlativo mimo en su presentación?)
Con todo, y sin obviar este grave sesgo en la programación, sí hay que reconocer que, al menos, el festival Via Stellae viene prestando una atención muy especial a los compositores gallegos actuales, de algunos de los cuales han brindado sus primeros monográficos en nuestros auditorios, como fue el caso de Jorge Berdullas del Río en 2010, del cual el festival celebró su cincuenta aniversario con un soberbio concierto en el que el Grupo Dhamar efectuó varios estrenos mundiales. Este año, el compositor gallego homenajeado fue Canco López (Sarria, 1964), del cual se ofreció su primer monográfico, como él mismo me confirmaba tras finalizar un concierto que nos proponía un viaje interdisciplinar a través de la palabra, la danza, la música y la imagen.
Titulada Diálogos sonoros. A soidade na creación, la propuesta de Canco López se concibe como un todo orgánico en el que diversas manifestaciones artísticas, exploradas como forma de conocimiento, se van dando la mano en diferentes combinaciones, para abordar la figura del creador en su soledad de corredor de fondo. Las cuatro disciplinas convocadas inciden en este hecho, cada una de ellas aportando los matices diferenciales de su carácter, la especificidad de sus lenguajes. Así, la palabra apareció en escena en sus dos formas clásicas de expresión: el lenguaje oral y el lenguaje escrito. Textos de autores como Galileo Galilei, Francisco de Quevedo, Fernando Pessoa, Richard Feynman o Pablo Riviere, fueron narrados por Sergio Pazos, actor gallego muy vinculado a Canco López, que a lo largo del espectáculo va adoptando diversas personalidades para profundizar en las semánticas que reflejan el hecho creativo como búsqueda, confrontación e introspección. Paralelamente, muchos de estos textos eran proyectados en la sala del cGac, o bien aparecían ante nosotros escritos en grandes hojas pegadas en las paredes. En su rol de actor, Pazos deambula por el escenario, entre un piano que, al modo de mesa y punto de apoyo del conocimiento universal, sostiene una pequeña biblioteca, una bola del mundo y materiales para la escritura, y un andamio móvil que se convierte en un moderno trasunto de una Torre de Babel a la que músicos, bailarín y actor acceden para escalar su estructura hacia la cumbre de sus saberes; una cumbre que encontrarán desolada y desoladora...
También el bailarín, Juan Moredo, tiene en el espacio un mapa simbólico de sus emociones, pues si en el actor prima la razón y el saber conceptual alquitarado en la palabra, en la danza será lo expresivo, en muchos momentos lo más visceral y vehemente, aquello que despliegue en escena, reordenando el espacio, dotándolo de una interpretación alternativa a la expuesta por actor y músicos: una interpretación desde el estómago, en la que el humor, lo histriónico, la sensualidad, la desmesura, el horror, la angustia, y toda una escala de grados que transubstancian el proceso de la creación como hecho solitario y vivencia desgarrada, va tomando cuerpo a través de su cuerpo y su plasticidad.
El apartado de las imágenes, bellísimas, compuestas por una serie de fotografías en blanco y negro de Santy López, que recogían diversas vistas de Galicia, se vinculó directamente con la música, con la composición electrónica Senum (1999-2000), cuyas tres parte escuchamos en los tres grandes bloques de este concierto. Así, Senum A (1999) fue la pieza que nos introdujo en este universo de soledad interpretada dibujado por Canco López. Pieza de vibraciones microscópicas y asomos vocales que nos conducen al mundo de la palabra, resulta especialmente vívida en su formato de ocho canales en el que la hemos disfrutado en el auditorio del cGac compostelano.
Sergio Pazos vuelve a tomar la escena para presentarnos el espectáculo en sí, para hablarnos de los "dos instrumentos semejantes en dignidad" que protagonizan musicalmente esta velada: flauta y violín. Prónomo I (2010), pieza para flauta sola que escuchábamos en estreno mundial, surgió desde lo alto del andamio, prácticamente a oscuras, proyectando Julián Elvira luz con una linterna en su cabeza, mientras el actor, desde la base de la estructura, aborda un recitado que se abisma en el decurso del tiempo. Hace apenas unos días, reseñaba para Mundoclasico.com un compacto del sello Ars Harmonica (AH 212) íntegramente protagonizado por Julián Elvira. En aquella reseña alababa la calidad técnica del flautista, si bien exponía mis dudas sobre las composiciones para flauta. Me ha parecido, en líneas generales, la pieza de Canco López más atractiva que aquéllas, pero tampoco podría situarla entre lo mejor de su creación, no me ha interpelado ni causado un temblor intelectual o emocional.
Más convincente es Essev (2005), obra para violín y electrónica de veinte minutos de duración interpretada esta noche por la mayor especialista en la obra de Canco López, Elsa Ferrer, compañera de vida y arte del compositor gallego, que expone la partitura con una altura técnica exquisita, una fluidez absorbente y una profundización en los matices del sonido delicadísima. Así escuchada, Essev se torna una pieza desgarrada, angustiosa, repleta de preguntas y crispación, en constante desestabilización. Posee esta obra momentos de una belleza impactante en la interacción violín-electrónica, aunque se someta al riesgo que ha sobrevolado parte de las partituras hoy programadas: el ser ejecutadas al tiempo que Sergio Pazos realizaba su narración, con lo cual, aunque bello trasfondo sonoro y paisaje acústico, la atención sobre los infinitesimales detalles instrumentales y electrónicos de Essev se veía por momentos dificultada. En paralelo, el actor se trasviste al modo de Galileo Galilei y expone textos del italiano sobre la ciencia y la óptica. No es ello casual: la ciencia ha sido desde siempre un campo central en el pensamiento de Canco López, como eslabón que es de esa genealogía musical en la que se enraíza con nombres como los de su maestro Francisco Guerrero, o el propio Iannis Xenakis. En Galileo encuentra López un ejemplo de incansable luchador-buscador del conocimiento, aun a costa del dolor y el conflicto que éste puede suponer, especialmente en determinados contextos históricos. Teniendo en cuenta la soledad, el aislamiento y el vacío que hasta ahora buena parte de las instituciones musicales gallegas han hecho al compositor lugués, es comprensible su filiación con los textos hoy recabados, así como con algunas de estas figuras, destacadamente la de Galileo, en la que se sintetizan tantos de los valores humanos, científicos y hasta artísticos, pues la escritura puede ser una verdadera forma de arte, que mueven y sostienen el credo estilístico de Canco López.
La segunda parte o estación de este viaje a través de la palabra, la imagen, la danza y la música, tuvo de nuevo su comienzo con la electrónica, con Senum B (2000) acompañando en escena a Juan Moredo, en la que fue su coreografía más larga, protagonista y completa: una danza caracterizada por la lectura del espacio, la deslocalización y la búsqueda, por los ecos del recuerdo y los anhelos del deseo, en un moderno planteamiento híbrido entre baile y dramatización, desarrollada sobre un escenario repleto de las partituras de Essev que previamente Moredo había arrancado del andamio-atril sobre el que Elsa Ferrer tenía desplegada la meticulosa escritura de Canco López. En el tramo final de su actuación en paralelo a Senum B, Moredo ubica nuevos atriles para la violinista, que, tras retirar Sergio Pazos al bailarín de escena, aborda Añoram I (2001), pieza para violín solo que ya había sido interpretada en este mismo auditorio en abril de 2008, en el concierto de presentación del ensemble s21. Bien, habría que decir que ahora podemos conocer la obra en toda su dimensión, pues la interpretación de Ferrer está muy por encima de la de Jorge Montes, más nerviosa e insegura. Añoram I es Canco López en estado puro: una partitura marcada por la impronta guerreriana, por el rigor constructivo, siempre cimentado en los valores científico-matemáticos, aplicados aquí a la pintura Miguel Ferrer, cuyos óleos inspiran esta pieza sobre paisajes estáticos, reflexionando sobre nuestra mirada a la naturaleza. A pesar de que, nuevamente, la música cohabita con la palabra, con textos sobre astronomía, se percibe con nitidez una lectura refinadísima por parte de Elsa Ferrer, delicada y plena de lenguaje, moderna y al tiempo con algo ancestral reverberando en sus cánones invertidos, en sus estructuras que se canibalizan a sí mismas.
La pieza que cerró la segunda estación fue Esserphe (2007), para flauta y electrónica, interpretada de nuevo por Julián Elvira desde el interior de la circunferencia de atriles que se dispuso en escena, mientras textos sobre la geometría de tal figura se proyectaban en el auditorio del cGac y Juan Moredo iba formando parte progresivamente de la escena, arrinconado en el reducto del piano mientras Elvira expone una partitura más convincente que Prónomo I, pero que tampoco me parece que explore el instrumento de un modo pleno. Acabará uno por pensar que es algo personal lo suyo con la flauta, pero si pienso en las endiabladas partituras de Brian Ferneyhough o en los abismos sonoros de Luigi Nono, no dejo de encontrar ejemplos de estremecedora belleza ya sea para flauta sola o para flauta y electrónica. Las dos partituras de Canco López para este instrumento, al menos a mí, no me han causado una impresión similar, resultándome en exceso convencionales. De nuevo el bailarín, balbuciente, perdido y solitario en el escenario, volcado sobre los restos de las partituras yacientes, aparece más desorientado que nunca, a lo que la voz de Sergio Pazos, desde una lejana réplica, intentado hacerlo consciente de su suerte y profesión de fe, dice que "si has elegido este camino, jamás podrás volver, jamás podrás regresar..."
Senum C (2000) cerró el concierto, acompañada primero por narración y después -conduciendo el viaje a su punto de partida, de un modo casi circular- por las imágenes de Santy López: imágenes de las calles de Compostela, de su universidad, de sus parques, del propio cGac y sus aledaños, y también de la Galicia tradicional y costera, con sus luces y sus sombras, entre ellas la mayor que somos capaces de recordar, la de los ecos de un Prestige que aún nos encoge el alma... Me ha parecido Senum C la más lograda de las piezas electrónicas esculpidas por Canco López, capaz de lograr en alianza con las subyugantes fotografías en movimiento algunos de los pasajes acústico-visuales más bellos que uno recuerda en el cGac en los últimos años.
Concluía así, y con una notable ovación por parte de un público que fue confrontado a lo largo de hora y media con una propuesta tan compleja como poco usual en la Galicia musical contemporánea, un evento interdisciplinar que se ha abismado en el yo creador de uno de nuestros compositores más reconocidos, pero, al tiempo y paradójicamente, menos interpretados en la que es su tierra. En conjunto, Diálogos sonoros. A soidade na creación presenta buenas intenciones y momentos de trascendente belleza conceptual y emocional. Quizás no es un espectáculo que busque abrumar, sino invitarnos a una reflexión silenciosa y serena una vez abandonado el auditorio, toda vez que enfrentemos nuestra propia soledad. Se trata de un mensaje que resulta especialmente sensible para los creadores, pero que creo cualquier persona será capaz de comprender. Esperemos que sean muchas las que puedan sumergirse en su síntesis artística, y que no padezca esta propuesta la lacra de la representación efímera y aislada, tan típica y cruel con nuestros compositores e intérpretes. Con un buen rodaje, será posible, asimismo, mejorar ciertos aspectos interpretativos y un tanto la cohesión e impacto global de este confesional y valiente viaje a la soledad del creador de fondo...
Leo estos días de verano, al borde del océano, la genial prospección poética y psicológica que Hermann Broch realizó sobre las últimas horas de un poeta moribundo que también se adentró en su más intrínseca soledad a orillas de los mares, del mucho más cálido Adriático que bañaba Brindisi: Virgilio. De ese abigarrado y complejo abismo literario rescato unas palabras que, como epílogo, me parecen idóneas tanto para esta reseña como para la propuesta de Canco López y Ars Combinatoria: "Sabía también de los íntimos peligros de todo arte, por eso mismo sabía de la íntima soledad del hombre destinado a artista, de esta soledad innata en él, que le lleva a la soledad aún más profunda del arte y a la mudez de la belleza, y sabía que la mayoría fracasa en tal soledad"... Y sin embargo, como sostiene el propio Broch en este mismo libro, en esa aventura del conocimiento que es Der Tod des Vergil (La muerte de Virgilio, 1945): "Nada era más urgente que estar solo, para recoger una y otra vez todo el ser en sí, para poder acechar; esto era lo más urgente"... La soledad del artista, en sus múltiples caras...
Comentarios