Alemania
¡Arriba la juventud!
Eduardo Benarroch
Mientras en el Festival principal parte del público adulto trataba de parecer inteligente y comprender algunas de las últimas locuras inventadas por algún dramaturgo en busca de fama a toda costa, los niños tuvieron mucha más suerte en un galpón para ensayos, con una función fácilmente entendible, inteligente y sin tonterías.
No se puede decir que Wagner presente historias para niños, pero creo que hasta él (y sino ¿a quién le que importa?) hubiera estado contento con la reducción del Anillo de los Nibelungos a dos horas incluyendo un intervalo de media hora. Y qué mejor lección para esos niños ver a actores personificando el bien, el mal, la estupidez, las buenas intenciones, la desobediencia y por fin saber que el mal siempre estará al acecho en la figura nada simpática de Alberich.
Y si el único bien que la nueva administración hará, y quien sabe cuánto estarán en su puesto, será este programa de Wagner para niños, habrán hecho mucho bien para la nueva generación.
Hace poco Londres pudo observar en carne propia el resultado de un programa de educación musical sin par llamado “El sistema” que tiene lugar en la República de Venezuela. Este sistema logró en relativamente pocos años crear un ambiente musical muy especial y de allí surgió la Orquesta Simón Bolívar y de allí surgió Gustavo Dudamel. Por todos los logros de los sistemas musicales en muchos países europeos que se las dan de muy cultos, no hay comparación ninguna con el logro venezolano que entre otras cosas ha creado una orquesta de altísimo nivel internacional.
Y allí es donde este modesto programa de óperas para niños puede influir, pero en forma diferente al Sistema venezolano. Porque los niños temen a Wagner, no porque sepan que es largo y complicado sino porque sus padres y el ambiente donde están se lo dicen, esas ideas y opiniones entran por osmosis. Wagner no es difícil para los niños pero si es largo, así que este programa logra resumir una obra de 16 horas en 1 hora y media, secciones enteras que los wagnerianos acérrimos consideran cruciales desaparecen por completo y ¿qué queda? La esencia de un ciclo que en realidad tiene un mensaje muy simple para los niños. Así como las fábulas de los hermanos Grimm tienen su lado cruel, los niños actuales también lo tienen, o al menos tienen capacidad para discernir qué es lo bueno y qué es lo malo, y contrariamente a lo que muchos piensan, ver el mal personificado en escena y ser derrotado, o al menos vencido temporariamente, los hace estar en guardia. Los niños son perfectamente capaces de entender que el mal nunca desaparecerá por completo, pero si ellos son capaces de hacer el bien entonces el mal no los afectará demasiado.
Este programa ha contado con los auspicios de Audi desde sus comienzos, y Audi sigue siendo el mayor contribuyente. Pero también se encuentran otros como Wöhrl, Piotrowski y dos Fundaciones: Herbert Hillamnn und Margot Müller, y Fred und Irmgard Rauch. Muchas gracias a todos ellos.
¿Quizás haya algún lector que recuerde el Tannhäuser para niños que relaté el año anterior [leer reseña]? Pues este año los resultados lo han sobrepasado con un elenco de cantantes profesionales que cantaron roles importantes en el Festival, como por ejemplo Norbert Ernst quien cantó Sigmundo y Sigfrido, y también un excelente David en Los Maestros Cantores. Ernst posee una voz poderosa, segura en todo el rango y sus caracterizaciones fueron serias y dominantes, al igual que la simpaticona Brunilda de Sabien Hogrefe, de voz resonante y clarísima dicción.
De más está hacer notar que en lugar de los largos e informativos pasajes que dominan este ciclo, estos pasajes son substituidos por pocas frases que mueven la acción y la propulsan hacia adelante a velocidad vertiginosa que provoca una sonrisa de admiración en quienes conocen esta obra en forma completa. El resto es como está escrito, excepto que de vez en cuando hay adaptaciones musicales para que coincida con la acción que ha sido cortada. No se preocupe señor Wagner, nada se ha perdido. Lavoisier tenía razón, todo se ha transformado.
Stefan Heibach cantó un Loge divertidísimo, Markus Eiche un Wotan de voz flexible. Mario Klein fue un Hagen de voz oscura y Rainer Zaun un Alberico de pantomima, pero ganó con ello no asustando demasiado a los niños.
Pero fueron los gigantes quienes resultaron lo mas ingenioso de la función. Sus caras fueron proyectadas sobre grandes pantallas oblongas a los dos costados y así adquirieron dimensiones colosales. Sobre esas pantallas hacían muecas de toda clase y mientras Friedemann Röhlig (Fafner) y Marek Reichert (Fasolt) cantaban por detrás sin ser vistos, ¡el problema eterno de cómo visualizarlos en forma creíble fue resuelto de inmediato!
Hartmut Keil dirigió con entusiasmo a la Orquesta de Brandeburgo, que tocó con profesionalismo y buen sonido, y los decorados de Magda Willi dieron relieve a la acción bien dirigida por Maximilian von Mayenburg sin caer en la farsa.
Solo cabe admirar este programa y ojalá que pueda viajar a otras ciudades para demostrar de una vez por todas que Wagner es para todos y no para los elegidos (que se eligen a si mismos...).
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