España - Canarias
Fiat Lux
Sergio Corral
No todo son sombras. Si el título anterior de la presente temporada tuvo la desgracia de sufrir de forma más patente el recorte presupuestario convirtiéndose en la hermanita pobre, en la obra de “relleno”, en este Rigoletto (como pasó con Carmen y más que probablemente también pasará en el próximo Juan Diego Flórez - Les Pêcheurs de Perles) se notó menor austeridad y más inspiración.
Se suplió con creces el vacío y la desazón dejada hace casi dos meses atrás y consiguió hacernos olvidar la palabra crisis, que ya es de agradecer. Todo ello gracias a una fluida representación en la que no hubo lugar al tedio, porque el sabio planteamiento y dirección escénica no hacían más que remarcar la solvente y eficaz estructuración del libreto de Francesco María Piave.
El disfrute estuvo garantizado de principio a fin. No existen elementos remarcados que nos empujen a cuestionarnos el trabajo individual o colectivo de todos estos artistas. Podemos empezar comentando la sabia conducción de Stefano Ranzani, quien supo resaltar todos los elementos expresivos que Verdi ha adjudicado a la orquesta; con una dinámica variada, enérgica y vitalista y que aquí se mostró, además, con un sonido bello, sin tosquedades.
El coro masculino de voces muy bien conjuntadas estuvo atinado en todas sus intervenciones, no sólo por el nivel técnico mostrado sino también por haber sabido dotar de voz y de carácter al oscuro y resentido grupo de nobles, aspecto este que habla por sí mismo también de la labor del director de escena.
Las voces del trío protagonista vienen a encumbrar el listado de aciertos de esta representación. Comenzando por el hermoso timbre de voz de Ivan Magrì quien, como duque de Mantua, obtuvo merecida ovación tanto tras la ejecución del aria “La donna è mobile” como al final de la obra, aunque aquí se mostró poco receptivo a los aplausos.
Alberto Gazale dio fe de porqué es considerado el barítono verdiano por excelencia. Sus sobradas cualidades canoras, con limpio registro en la zona de los graves, unidas a una entrega en la caracterización dramática del tullido - gracias a la cual pudimos empatizar con la psicología del desgraciado bufón - forjaron un personaje verdaderamente patético y por ello creíble. Bien recibidas fueron todas sus intervenciones como también lo fueron las de las soprano Nino Machaidze con quien compartió el bis del dúo final del segundo acto.
De la “prima donna” podemos alabar la buena afinación de su voz, de perfecta impostación, que le permitía abordar con seguridad las siempre difíciles florituras de su papel, quizá el mejor y más aplaudido por el público que asistió a esta nueva producción de ACO.
Un público formado por socios y no socios que supieron agradecer al final el esfuerzo de todos los implicados en esta labor. Agradecidos por aportar algo de luz, por hacerles olvidar, por unas horas, los temores apocalípticos al que nos están acostumbrando los políticos y medios de comunicación, y que parece sobrevolar la buena y la mala conciencia de algunos, la vida acomodada de otros y, sobre todo, los sueños y esperanzas de muchos más.
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