España - Andalucía
El control de la Novena
José Amador Morales
Ninguna de las interpretaciones de la Novena Sinfonía de Beethoven que hayamos escuchado a la Orquesta de Córdoba en sus veinte años de andadura (este mismo 2012 se han cumplido) han sido redondas. Bien es verdad que casi todas tuvieron algún punto de interés. Por citar ejemplos, desde la analítica de Leo Brouwer, la efectista de Elena Herrera (en la Mezquita) o la belleza tímbrica del propio Hernández Silva hace cinco años, todas ellas siempre han adolido de mayor o menor irregularidad. Y es que la Novena de Beethoven es piedra de toque para cualquier conjunto orquestal, para cualquier director musical.
En la ocasión que nos ocupa, adelantemos ya el factor vocal a todas luces insuficiente que ensombreció sin duda la sensación final de una interpretación in crescendo en cuanto a interés y energía. No estuvieron a la altura de la obra ni las discretas voces solistas, que aquí se situaron entre dar las notas y dar la nota, ni el coro cordobés, calante y brusco, solamente empastado a partir del forte (no comentaremos aquí el gesto de su directora al subirse al podio al salir a saludar). Para este tipo de menesteres, probablemente el Coro Ziryab hubiese salvado la papeleta con más decoro.
Que la Orquesta de Córdoba atacó el primer movimiento con errores que nos hicieron temer lo peor, más aún sabiendo que estábamos ante el segundo concierto con el mismo programa, es cierto. Como lo es que éstos desaparecieron -aunque no del todo- a lo largo de la obra así como el tempo, tal vez algo ligero de partida aunque mantenido con una coherencia global incuestionable (no obstante, el maestro prácticamente clavó los tiempos de su anterior versión de 2007, ambas en torno a los 66 minutos en total). Pero lo que a quien esto suscribe no dejó de rondar en la cabeza, fue la constatación de que la prestación orquestal distaba mucho de aquellas extraordinarias versiones de la Sinfonía nº3 ‘Heróica’ del mismo Beethoven dadas el pasado mes de abril: menos de ocho meses, pues, de la presente.
En esta ocasión, Hernández Silva destacó por el férreo control y disciplina que posibilitaron sin duda llevar a buen puerto esta Novena. Como hemos señalado anteriormente, lejos de la consistencia tímbrica de anteriores conciertos, el maestro ganó la batalla en base a la gran seguridad del concepto impuesta desde el principio. Ello posibilitó incluso detalles de altura, especialmente la diáfana claridad de los desarrollos y transiciones temáticas. Sin duda, el director musical fue el causante del atronador aplauso -¡qué mérito tuvo rematar con esa coda impecable!- con el cual el familiar público que abarrotaba la sala acogió esta obra cumbre de todos los tiempos.
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