España - Madrid
Concierto extraordinario, de verdad
Juan Krakenberger

Fue éste, realmente, un concierto extraordinario, tal como se anunció. El motivo fue que no tocaron alumnos, sino profesores, de la Escuela Reina Sofía, lo cual es raro. Antes de entrar en materia, quisiera decir dos palabras sobre estos profesores.
Zakhar Bron es, hoy día, el pedagogo nº 1 del mundo de violín. Solamente hay que mirar la lista de sus ex alumnos, donde figuran ya algunas celebridades, para darse cuenta. No conozco ningún otro maestro que pueda competir. Él tiene ahora 65 años de edad pero viéndole tocar, parece mucho más joven: vive con y para la música. La Escuela Reina Sofía tiene la gran suerte de tenerlo como profesor y los espléndidos resultados están a la vista: una situación verdaderamente privilegiada.
El violoncellista polaco Michal Dmochowski, de 35 años de edad, es ex alumno de la Escuela Reina Sofía, y desde 2001, es Profesor Asistente de la misma.
Y la pianista Irina Vinogradova es la acompañante habitual de Zakhar Bron, y es profesora, desde 1989, en una Escuela Superior alemana: una auténtica veterana de su profesión.
El concierto se inició con la Sonata para violoncello y piano nº 1 op 38, de Brahms. Tiene apenas tres movimientos: 1) Allegro non troppo, 2) Allegretto quasi minuetto, y 3) Allegro. Como se advierte, Brahms no siguió la forma clásica de la sonata instrumental, y abrió nuevos caminos: el primer movimiento empieza con una preciosa melodía cantada por el violoncello, melodía que evoluciona y nos presenta pasajes expansivos, con contrastes dinámicos enternecedores, para terminar con una coda que es una gozada. El segundo movimiento tiene dos segmentos diferentes -a) un tema juguetón y b) notas ligadas- así Brahms quiere recordar el Minuetto y Trío clásico, pero lo hace de manera magistral a su manera, con resultados óptimos. El diálogo entre violoncello y piano no podría ser más rico y expresivo. Y el tercer movimiento es técnicamente muy exigente para ambos músicos, que superaron estas dificultades con enorme aplomo y soltura, culminando con una coda de gran virtuosismo. La versión fue, verdaderamente, excelente y los aplausos del público rubricaron la satisfacción con que se escuchó esta preciosa música.
Como segunda obra del programa figuró la conocida Sonata nº 2 para violín y piano, op 94 bis, de Serguei Prokofiev. El “bis” se debe a que el compositor la creó inicialmente para la flauta, pero el violinista David Oistrak lo convenció -y le asistió- para transponerla para el violín, y es como tal que se ha hecho bastante popular. Consta de los cuatro movimientos de la sonata clásica (Moderato, Presto, Andante y Allegro con brío). En manos de Zakhar Bron y Irina Vinogradova esta obra recibió una interpretación digna de recordar: no todos los días se tiene la suerte de escuchar esta música tan bien tocada. Desde el inicio, cuando el violín canta el tema con sonido precioso -cálido y sentido-, hasta las evoluciones virtuosísticas, sonaron preciosamente. La coordinación entre violín y piano, perfecta. Esto se notó en el Presto, muy excitante, y en el Allegro con brío final. Como contraste, la melodía cálida del Andante, donde respiró la tranquilidad. ¡Qué bonita música, qué bien interpretada! Después del final brillante del último movimiento estalló una salva de aplausos y bravos: esto fue realmente algo extraordinario. Era interesante observar la expresión facial de los músicos: vivieron esta música de forma intensa y esto se transmite al oyente. ¡Muy, muy bueno!
La obra final del concierto fe el Trío nº 1 op 8, para violín, violoncello y piano, de Brahms. Es la primera obra de cámara que Brahms compuso, en 1855, cuando tenía apenas 22 años. Será por ello que sometió la obra a una profunda revisión en 1889, y esa es la versión que ahora escuchamos. Este trío tiene los clásicos cuatro movimientos. En el primero -Allegro con brío-, después de la exposición del tema por cada uno de los tres instrumentos, se produce una elaboración donde destacan preciosos unísonos del violín con el violoncello, que suenan divinamente. El movimiento termina con la exposición inicial. El Scherzo es chispeante y, como de costumbre, tiene una parte central más sosegada. ¡Qué buena música! Sin pausa se pasa al Adagio non troppo, donde hay unos solos de violín y luego también de violoncello, que suenan divinamente. El Finale, Allegro molto agitato, empieza con una exposición del violoncello, seguido del violín, y a medida que se avanza, las cosas se agitan más y más, hacia unos pasajes fortísimos, fascinantes por su virtuosismo y brillantez.
Es difícil poderse imaginar una versión mejor: estos tres músicos nos regalaron una interpretación que quedará en nuestra memoria, y nos hicieron pasar un rato de emociones superlativas. Brahms tocado así realmente le llega a uno al alma. Felicitaciones a todos los que hicieron esto posible.
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