España - Madrid
Perlas en concierto
Javier del Olivo
Se esperaban con interés las tres funciones en concierto de Los pescadores de perlas de Bizet que ofrecía esta temporada el Teatro Real. No es ésta una ópera que se prodigue mucho en los teatros (aunque en España no hace mucho que se vio en Sevilla, y aún más recientemente en Las Palmas), y aunque no nos encontramos ante el mejor Bizet, tiene pasajes muy bellos y de amplio lucimiento para los protagonistas. La historia, bastante baladí, nos traslada al exótico Ceylán, concretamente a un pueblo de pescadores, donde se desarrolla un triángulo amoroso que se resuelve al final con el triunfo de los amantes (Léïla y Nadir) y el sacrificio del despechado, pero buen amigo, Zurga.
Aparte de lo infrecuente del título, lo más atractivo de la propuesta del Real era el trío de protagonistas, y sobre todo la presencia de Juan Diego Flórez. Aunque la representación que comentamos, la del 31 de marzo, tuvo sus incidencias, que luego concretaremos, se puede calificar de éxito. De éxito, sobre todo, para el que comenta, de Patrizia Ciofi. También de Flórez, cómo no, pero del cantante peruano, que nos tiene acostumbrados a noches antológicas, siempre se pide lo máximo, y esta vez no se consiguió. Intentaremos explicarlo.
Juan Diego Flórez es uno de los tenores más destacados de la actualidad, incluso para muchos,de todos los tiempos. En el campo belcantista tiene pocos rivales, y pocos peros se le ponen. Más discutidos han sido sus acercamientos a otros repertorios, como el Duca de Rigoletto. Nadir, el coprotagonista de Pescadores, lo estrenó en Las Palmas el año pasado, y ahora lo ha cantado en Madrid. Imprime al papel su natural elegancia, sus clásicas formas al cantar que tanto éxito le han dado. Su timbre es de una belleza extraordinaria y su técnica es impecable. Curiosamente, luce mejor en los dúos (extraordinario por su parte el del primer acto con Kwiecien y emocionante el del segundo con Ciofi). En cambio, en el famoso "Je croix entendre encore" no consiguió la perfección que se esperaba. Le faltó una ligazón mayor en toda el aria, un agudo más suelto, en fin, redondear una pieza tan conocida. Como ya se ha dicho, es un tenor al que siempre se le exige lo máximo, y aunque se le aplaudió y braveó, faltó la pasión de otras noches. Aún así, hay que agradecerle que trabaje otros repertorios distintos a los habituales en él, y que lo haga tan bien.
Para mí, y creo que para la mayoría del público por los aplausos y bravos que se le dirigieron, Patrizia Ciofi fue la gran triunfadora de la noche. Sin duda alguna, fue la que más vivió su papel, la que, a pesar de ser una versión en concierto, actuó y transmitió los sentimientos de su personaje. Aunque técnicamente no fue perfecta ni todos sus agudos se emitieron con la misma limpieza, estuvo soberbia en sus coloraturas del final del primer acto, tierna, sensible y delicada en el dúo de amor con Flórez, y soberbia, desgarrada y entregada en el dúo con el barítono en la primera escena del tercero. Es una cantante que conecta muy bien con el público, y esta vez no fue una excepción.
Cerraba el trío de estrellas del reparto el excelente barítono polaco Mariusz Kwiecien. Ya se había rumoreado antes de entrar a la sala que en la representación anterior había tenido algún problema de salud. Efectivamente, cuando comenzó a cantar, aunque allí estaban la elegancia y la nobleza de estilo, había problemas de emisión, voz ronca y siempre velada, y una inquietud personal que se notaba en su inseguridad. Flórez salvó el famoso dúo "Au fond du temple sant", y cuando su personaje tuvo que volver a
intervenir, ya lo hizo el cover. Una lástima, y esperamos la oportunidad de volver a oír a este gran cantante en plenitud de facultades. Fue por megafonía, al comenzar la segunda parte, cuando se informó del problema de Kwiecien, y el nombre de su sustituto, Luca Gassi. Sin el refinamiento del polaco, pero con una voz clara, potente y excelentemente proyectada, sacó adelante sin problemas sus intervenciones, tanto en solitario tanto en el comprometido dúo con Ciofi. Lo que le faltó de matiz lo compensó con ganas y arrojo. Bravo por él.
El bajo Roberto Tagliavini, como Nourabad, completaba el reparto solista de la obra. Con presencia física y voz bien modulada y proyectada, pecó de parquedad en gestos y expresión. Estupenda la intervención del coro Intermezzo, titular del Teatro Real, y dirigido por Andrés Máspero. Excelentemente controlado por el director, estuvo matizado cuando lo exigía la obra y espléndido en los momentos más coloristas.
Es un espectáculo ver dirigir al israelí Daniel Oren. Es todo gesto, movimiento, expresión. Canta, brama, murmura. Los espectadores que estaban más cerca de él se miraban de vez en cuando, sorprendidos por este huracán. Hizo una lectura de la partitura minuciosa, se oyeron todos los matices de la obra, pero sin dejar que decayera nunca el ritmo. Supo encontrar el toque exótico sin caer en lo chabacano, aunque algunos tempi fueron un poco acelerados, obligando al coro y la orquesta a darlo todo. Muy bien la Orquesta Sinfónica de Madrid. Tanto la cuerda como el metal sonaron compactos y bien empastados. A destacar el solista de trompa que acompañó a Ciofi en su aria.
Grandes aplausos al final de la obra, y múltiples saludos de los artistas que fueron ampliamente braveados, sobre todo Flórez y Ciofi.
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