España - Canarias
Raptos de luz
Sergio Corral
Acudíamos a la cita con la esperanza de pasar una velada ligera y agradable teniendo en cuenta la obra que nos disponíamos a disfrutar. Lo cierto es que el ambiente con el que me encontré y el espíritu con el que se afrontó -especialmente la primera parte de las dos en que se dividió esta producción- distaban mucho de las expectativas iniciales.
Para empezar, la escasa asistencia de público para una representación del domingo por la tarde volvía a hacernos presente la situación de crisis económica en que vivimos, entre otras posibles causas de tan desolador panorama. Quizá sea cierto que la ópera es para un público minoritario, tal como afirmaba la soprano Mariola Cantarero en una reciente entrevista ofrecida en un diario regional canario. Sí, un público cada vez más minoritario, pese a los esfuerzos tardíos que se hacen por difundir un género que, según muchas voces, adolece de una longeva endogamia y que es precisamente la que puede llevarlo a la tumba, ahora que las circunstancias sociales y económicas ya no le son favorables.
Por otro lado, lo presenciado durante la primera parte nunca hubiera servido para crear afición entre iniciados, porque toda ella resultó gris, descafeinada, sin espíritu, como si los distintos elementos no cuadrasen los unos con los otros. Dirección escénica y actuaciones sin tino ni gracia y una dirección musical que muchos momentos dotaba a la música de Mozart de cierta pesadez, más propia de Wagner que del genio de Salzburgo.
El rapto en el serrallo de W. A. Mozart. Teatro Pérez Galdós, mayo de 2013. Dirección escénica, Mario Pontiggia. Dirección musical, Alessandro Vittiello
© Nacho González/ACO, 2013
Sólo un detalle puedo destacar sobre los demás y fue la aparición de Cantarero en el escenario. Las cualidades de su instrumento canoro, que ya he elogiado en críticas anteriores, y su entrega aportaron algo de luz y brío “mozartiano” a tanta oscuridad. El torrente de su voz y la desenvoltura mostrada en todas las florituras de las tres arias de Konstanze dieron fe de la categoría artística de la soprano granadina; por lo que no se explica la sorprendente tibieza con que fue recibida la primera de ellas siendo como fue la primera sacudida, la primera sana bofetada tras largos minutos de somnolencia y bostezo.
El rapto en el serrallo de W. A. Mozart. Teatro Pérez Galdós, mayo de 2013. Dirección escénica, Mario Pontiggia. Dirección musical, Alessandro Vittiello
© Nacho González/ACO, 2013
Las cosas parecieron mejorar tras el descanso. La música ganó brillo y soltura, como corresponde a esta obra, y los demás elementos se conjuraron para llevar este singspiel por donde debía, cerrando la noche el coro de jenízaros poco conjuntado en sus dos intervenciones. Pese a esta segunda parte, los resultados globales no fueron satisfactorios.
A pesar de la incuestionable profesionalidad de todos los artistas daba la impresión de que cierto pesimismo -debido quizá a las difíciles circunstancias que atraviesa el Festival y el sector artístico en su conjunto- se hubiese apoderado de esta producción.
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