España - Extremadura
Boccherini, Washington y el casino
Samuel González Casado
Otro logro del Festival Ibérico de Música de Badajoz, menos espectacular pero igualmente encomiable, ha sido este concierto de cámara, sostenido por la espina dorsal de la música de Luigi Boccherini. Esto se explica esencialmente porque La Real Cámara es probablemente el grupo instrumental que mejor ha estudiado y comprendido el estilo del compositor español y la sutileza que esconde su música, a la que logra apartar de cualquier monotonía gracias a acentos marcados -nunca agresivos-, exhaustivamente estudiados pero que jamás comprometen esa especie de "fluidez galante" de esta agradable música.
La ubicación del concierto, el salón de plenos de la Diputación de Badajoz -antiguo salón de baile del Casino-, repleto de pinturas y bajorrelieves, parecía el marco ideal, aunque a mí me surgían dudas respecto a la acústica. Comenzado el concierto se despejaron: era diáfana y cálida. Un arquitecto me explicó en el descanso que toda la ornamentación favorecía que el sonido fuera empujado y distribuido por la totalidad de la sala, algo que ya se había tenido en cuenta desde hace siglos y resulta fundamental para la profusa celebración en este tipo de entornos de manifestaciones musicales.
El violinista Emilio Moreno dio una interesante charla sobre el origen de algunas de las obras que iban a escucharse, concretamente las de Enrique de Ataide y Portugal y Manuel Canales, cosa que se agradeció ante la ausencia de estudio al respecto en el programa de mano. Parece ser que en la Biblioteca de Washington existe una excelente colección de música española, lo que probablemente tenga su origen en algún expolio francés y posterior venta en subasta. Y desde luego no se puede negar que las estupendas obras de estos dos desconocidos autores se complementaba a la perfección con la de Boccherini, aunque la de este último indudablemente sonaba más profesional y elaborada.
La forma de las obras elegida fue la del pequeño cuarteto, que se caracteriza por que consta únicamente de dos movimientos, y la distribución instrumental -clave, violín, viola y violonchelo- es una especie de adaptación para el ámbito doméstico de obras que nacieron con otra más habitual en la época. Esto da protagonismo al violín y al clave, instrumentos de sonido más agudo, y cuyos aciertos y errores se escuchan de forma mucho más patente que los de la viola y el violonchelo.
La intervención de estos dos últimos fue impecable, sin ningún desfallecimiento patente. Sin embargo, el violín de Emilio Moreno sonó en ocasiones bastante desafinado, sobre todo en la primera parte del concierto, aunque la calidad de fraseo era tanta que a mí este defecto no me llegó a molestar especialmente. De la misma manera el omnipresente clave de Silvia Márquez sufrió algunos pequeños accidentes en los pasajes rápidos (notas mudas), lo que constituyeron hechos aislados que nunca llegaron a comprometer su precisión. Respecto a otros asuntos que podrían pulirse, no estrictamente musicales, habría que tener cuidado con las faltas de ortografía ("Camara", "Mexico"...) en el programa de mano, así como algunos problemas generales de edición.
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