España - Madrid
Las palabras se las lleva el Céfiro
Germán García Tomás

El madrileño Teatro de la Zarzuela ha finalizado su primera temporada organizada por el italiano Paolo Pinamonti con la recuperación de un título de zarzuela barroca, una parte de nuestro repertorio lírico tan obviada y abandonada durante décadas en nuestro país. Y lo ha hecho con una de las obras del aragonés José de Nebra y Blasco, compositor fundamental de la Ilustración musical española: su zarzuela en dos actos con libreto de Antonio Zamora, Viento es la dicha de amor (1743), en una propuesta escénica de Andrés Lima y contando con la presencia estelar del director norteamericano Alan Curtis en el foso, veterano especialista en este tipo de repertorio.
Es muy de agradecer que el director del coliseo de la calle Jovellanos haya puesto todo su esfuerzo y empeño en recuperar una parte fundamental y sustancial de nuestro patrimonio lírico como es la zarzuela barroca, pero lo que no es tan loable es hacerlo a cualquier precio. La visión escénica de Lima es a nuestro parecer errónea y pierde agua por todos los frentes.
El regista traslada la acción a un vaporoso balneario donde el deseo y los placeres carnales campan a sus anchas a través de masajes y baños calientes. Por otro lado, sustituye las partes habladas del libreto original de Antonio Zamora por textos de poesía amorosa y erótica pertenecientes a autores tan dispares en estilo y época histórica como Calderón de la Barca, José Ángel Valente, Ángel González, José Hierro, Luis Cernuda, José María Fonollosa o Félix Grande. Para ello renombra la zarzuela como “Poema lírico sobre el deseo, basado en la zarzuela de Antonio Zamora”, y realiza un desdoblamiento actoral de los personajes principales de esta zarzuela de temática mitológica en la que se desarrolla una triple e interrelacionada historia de amor. De un lado, la ninfa Liríope, consagrada al culto de Amor, enamorada de Céfiro, dios del viento; de otro, el conde Antenor prendado de Fedra, que a su vez ama a Céfiro, y por último, los amores sencillos entre la ninfa Delfa y Marsias, criado del conde, representan el carácter popular del enredo. La nueva dramaturgia realizada por Lima comienza con la visita del personaje de Amor al balneario, recibida por unas risueñas empleadas del mismo que le obsequiarán contándole una historia: la misma que todas ellas van a interpretar, dando vida a los personajes cantados.
Momento de la representación de ‘Viento’ [es la dicha de amor] de José de Nebra. Dirección escénica y dramaturgia: Andrés Lima. Dirección musical: Alan Curtis. Madrid, Teatro de la Zarzuela, mayo-junio 2013.
© Teatro de la Zarzuela, 2013
El mencionado desdoblamiento actoral de ciertos personajes (Fedra, Delfa, Liríope, Marsias y Céfiro) acompaña en todo momento, como su alter ego simbólico, a los cantantes mientras éstos entonan sus arias, dúos o tercetos (todos los personajes son mujeres menos Marsias). Pero en la manera de secundarles no existe tregua para la contorsión, la acrobacia, la pirueta o la progresiva evolución del movimiento coreográfico por parte de múltiples bailarines y/o actores. Un fastuoso y omnipresente movimiento escénico que confiere un innegable carácter plástico a todo el montaje, pero que, en su reiterada insistencia, llega a crear cierta saturación, haciendo que la atención del espectador se desvíe continuamente del canto puro. A pesar de que la enredada trama de la zarzuela es ya en sí misma costosa de seguir a través del texto original de las partes cantadas, plagado de figuras retóricas, la confusión se acrecienta con el aderezo incoherente de las poesías seleccionadas, cuya simbología no facilita de ninguna manera el normal seguimiento de la acción que plasma la música de Nebra. Las poesías, en su intrínseca intelectualidad, con el desgarrador carácter amoroso que expresan y su ausencia de contexto, son, no cabe duda, un deleite en sí mismas, pero no representan ningún vehículo para ayudar al desarrollo de la trama argumental de la zarzuela representada. En suma, dichos poemas elegidos no aportan nada a la zarzuela y el planteamiento del que parte el espectáculo no funciona, el cual, en su lento discurrir, llega a hastiar y producir una sensación de agotamiento, cuando no fatiga creciente. El público del Teatro comprendió todo esto, y una parte significativa del patio de butacas fue desocupada en la segunda parte del espectáculo.
Momento de la representación de ‘Viento’ [es la dicha de amor] de José de Nebra. Dirección escénica y dramaturgia: Andrés Lima. Dirección musical: Alan Curtis. Madrid, Teatro de la Zarzuela, mayo-junio 2013.
© Teatro de la Zarzuela, 2013
Estimamos que el público tradicional de este Teatro, además de no estar familiarizado con este tipo de repertorio musical del XVIII y con su inaccesible y enrevesada retórica argumental, no ha visto con buenos ojos este desacertado montaje, y no sólo por los desnudos actorales que pululan a lo largo del mismo, unos más discretos que otros gracias a la colocación de una gran cristalera al fondo del escenario, especialmente llamativos al final del espectáculo, con la alocada y frenética persecución de Céfiro a Liríope (actores) por todo el mobiliario escénico exhibiendo sus diferenciadoras cualidades físicas.
La inspirada música de Nebra bebe del modelo de ópera italiana: recitativo (en este caso acompañado) y aria con ritornello, que se aplica también a dúos (uno de ellos, entre Liríope y Céfiro, a ritmo de seguidilla con castañuelas, recurso popular) o tercetos, con la inclusión de coros que recogen la filosofía de la trama mitológica representada al mencionar en ciertos pasajes el título de la obra, utilizado a modo de precepto o glosa. En general, la producción escénica de José de Nebra no se representa ni se graba habitualmente, aunque se han rescatado arias de algunos de sus títulos líricos en dos discos de zarzuela barroca que ha grabado años atrás la soprano navarra María Bayo (cantante que curiosamente figuraba en el reparto como Liríope cuando esta producción fue presentada el año pasado en su libro de temporada): el primero para el sello Naïve (2003) junto a Les Talens Lyriques a las órdenes de Christophe Rousset, y el segundo para Harmonia Mundi (2006) con Al Ayre Español y Eduardo López Banzo.
Momento de la representación de ‘Viento’ [es la dicha de amor] de José de Nebra. Dirección escénica y dramaturgia: Andrés Lima. Dirección musical: Alan Curtis. Madrid, Teatro de la Zarzuela, mayo-junio 2013.
© Teatro de la Zarzuela, 2013
A pesar de no contar con un plantel de solistas estrictamente especializados en el repertorio vocal del siglo XVIII, el reparto elegido para esta producción defendió con rigor la zarzuela de Nebra. Dos fueron las mujeres que con un controlado dominio de las agilidades y el canto ornamentado se llevaron la mejor ovación de la velada: la soprano canaria Yolanda Auyanet y la mezzo Clara Mouriz, como Liríope y Céfiro, respectivamente, los dos papeles de mayor protagonismo vocal. El bello instrumento de Auyanet mantuvo una correcta emisión y coloraturas bien dibujadas, con un limpio salto al agudo. Mouriz, la que fue su partenaire en casi todo momento, demostró quizá mayor dominio de las agilidades vocales y del ornamento, apoyada en muchas ocasiones por la voz de pecho para reafirmar un sólido y firme registro grave, que no obstante, hacía percibirla con cierta rigidez en el escenario mientras cantaba sus arias.
Asimismo, el trabajo de la soprano Beatriz Díaz como Amor resultó sobresaliente en su primer aria de presentación, y sobre todo en el aria de la segunda jornada, Guerra, publique, con instrumentación de tambores y metales que recuerda a ciertos oratorios handelianos. Destacable por otro lado el breve papel de la soprano Mercedes Arcuri como una ninfa. Para romper el carácter serio y monocorde de la trama amorosa, el jocoso dueto entre la soprano Ruth González como la ninfa Delfa y el tenor Gustavo de Gennaro como Marsias emanó frescura, interpretado por ambos con irresistible y pueril comicidad.
Entre el plantel actoral se contaba con la presencia del famoso actor de cine y televisión Alberto San Juan como el conde Antenor, cuya actuación se encuadraba en gran parte dentro del abigarrado paisaje de varones y féminas del balneario. El actor realizó una declamación poética que, además de prescindible, no fue ningún dechado de profundidad en su voz.
El venerable maestro Alan Curtis dirigió con ortodoxia y sabia batuta una música de la que conoce todos sus vericuetos expresivos y sonoros; en definitiva traslució el sonido puramente barroco de la zarzuela de Nebra a través de los instrumentos de época de la Orquesta Barroca de Sevilla, poseedora de una brillante sección de cuerda y bajo continuo (la zarzuela se inicia y concluye con una cadencia para el clave) pero cuya sección de trompas en general no estuvo demasiado pulida a nivel de afinación. Merecidamente, tanto orquesta como director consiguieron las más cálidas muestras de favor por parte del público.
Para la próxima temporada, ya presentada en rueda de prensa, Paolo Pinamonti tiene preparado en la temporada lírica de su Teatro un nuevo acercamiento a la zarzuela antigua, con el estreno del espectáculo De lo humano… y lo divino [Anatomía de las pasiones]. Esperamos y deseamos que en esa próxima ocasión la óptica escénica sea más fiel a los principios estéticos del compositor protagonista del montaje: Juan Hidalgo, en el cuarto centenario de su nacimiento, y que, para tranquilidad de muchos espectadores, la palabra “anatomía” de su título, sea considerada de forma exclusiva desde un sentido netamente metafórico.
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