Ópera y Teatro musical
En clase con Helen Donath
Mikel Chamizo
El Encuentro de Música y Academia de Santander (España) recuperaba en esta edición la Cátedra de Canto y Mundoclasico.com fue invitado por la organización a presenciar una de las clases magistrales impartidas por la legendaria soprano estadounidense Helen Donath, muy vinculada a la Fundación Albéniz -organizadora de los cursos- como profesora de las nuevas generaciones de cantantes en la Escuela Superior de Música Reina Sofía de Madrid. Acompañada por su marido, el director Klaus Donath, y del hijo de ambos, el director de escena Alexander Donath, la soprano logró, con su presencia magnética e incansable buen humor, transformar el gran auditorio del Conservatorio Jesús de Monasterio en un espacio privado para ella y las tres alumnas que participaron en la master class de aquella mañana: la mezzosoprano Anna Moroz y las sopranos Margo Arsane y Virginia Blanco.
Fue esta última, natural de Vigo, quien rompió el hielo con la canción Les filles de Cadix de Léo Delibes. Muy bien cantada, pero algo rígida en las primeras vueltas, Donath le explicó a Blanco que en este aria es importantísimo sentirse sensual, seductora, y le aconsejó que sonriera y viviese con placer, aunque sin exagerar, cada movimiento del cuerpo, porque eso ayudaría a la interpretación. “Vienes de los toros, no de perder el autobús”, broméo la soprano. Sin apenas entrar en cuestiones técnicas, Donath logró en pocos minutos que la interpretación de Blanco fuera mucho más natural y creíble.
Muy distinto fue el esfuerzo que le exigió Donath con la segunda pieza, Morgen de Richard Strauss. Interpretada por Blanco con extrema delicadeza, Donath le recomendó que no tuviera miedo de cantar. “Strauss compuso esta canción para su mujer, como regalo de reconciliación tras una pelea -explicó-. En ella Strauss habla como marido y viene a expresar la certeza de que, aunque hoy se hayan enfadado, mañana estarán nuevamente felices mirándose a los ojos. Es una dulce canción de amor, pero sobre todo trata de la confianza inquebrantable de una pareja que lleva toda la vida junta, y eso tienes que poder transmitirlo al cantar, no puedes interpretar esta canción de manera lánguida o moribunda.” Donath se mostró muy exigente con la pronunciación del alemán y con la puntuación del texto. Cuando aconsejó a Blanco que no tratara de abarcar demasiadas frases en una sola respiración, la joven soprano reparó que el texto contenía muchísimas comas. “Sí... ¡pero todas están ahí por algo!”, respondió Donath. “Dar el sentido correcto a un lied como este es un trabajo milimétrico. Cada uno puede expresarlo con su personalidad y eso es algo maravilloso, podemos soñar con que estamos en un lugar rodeado de flores o junto al mar. Pero eso no nos exime de detenernos en cada pequeño detalle del texto y de la partitura.”
Finalizado el trabajo con Morgen, la mezzo Anna Moroz unió su voz a la de Blanco para acometer el dúo de La presentación de la Rosa de Der Rosenkavalier, también de Strauss. Donath, siempre tan atenta a la credibilidad teatral, les pidió que cogieran un lápiz y se lo pasaran entre sí como si de la inefable rosa se tratase. El recurso de intercambiarse la rosa fue, en realidad, una estrategia para clarificar las intervenciones de las cantantes, que mostraron al principio algo de inexactitud en sus entradas y que se cuadraron mágicamente con la triquiñuela del lápiz. Donath insistió también en la pronunciación del alemán: “La gente piensa que el aleman tiene que sonar fuerte para estar correctamente pronunciado. Pero el alemán, en realidad, puede estar perfectamente pronunciado y sonar tan bonito como el italiano. El trabajo de dicción está dentro de la boca, no en los labios.”
Acto seguido se decidió hacer una pausa en el desarrollo de las clases y Donath protagonizó el momento más tierno de la mañana con la hija de una de las trabajadoras del Encuentro, a la que propuso subir al escenario y bailar con ella. La soprano se desató también con algunas frases de La bamba, parte de un proyecto con repertorio popular que ha estado trabajando últimamente. De hecho, en el breve recital público que protagonizó un día más tarde en el Palacio de Festivales de Cantabria Donath regaló otra muestra de ese proyecto, al interpretar, con su marido al piano, la Balada para un loco de Piazzolla, en una maravillosa demostración de raza teatral que arrancó una enorme ovación del público santanderino.
Pero antes del tango Donath ofreció un puñado de piezas bien diferentes. El primero de los Wesendonck Lieder de Wagner, Der Engel, embaucadoramente soñador, delicioso en la delicadeza de sus agudos, se vinculó con otras dos canciones alemanas: Allerseelen op 10/8 de Richard Strauss y la tradicional Wie lange schon del Libro de canciones italianas de Hugo Wolf, abordadas con toda la maestría de una cantante que a lo largo de su carrera ha mostrado un inagotable amor por la música alemana y que, desde hace ya muchos años, vive en Hannover con su familia. Pero hubo otro fragmento que Donath interpretó con extraordinaria precisión vocal y psicológica: el How beautiful it is de The turn of the Screw de Britten. El personaje de Governess ha sido, al fin y al cabo, uno de los más celebrados de la carrera de Donath.
Regresamos atrás en el tiempo para recuperar la clase magistral que habíamos dejado a medias. La segunda parte la retomó Anna Moroz, ucraniana de nacimiento pero que se atrevió sin temor con el De España vengo de la zarzuela El niño judío de Pablo Luna. Moroz, mezzosoprano de precioso timbre, que el año pasado recibió una mención a la alumna más sobresaliente de la cátedra de canto de la Escuela Reina Sofía, abordó la canción de Luna con algo de distancia emocional. Donath volvió a subrayarle la necesidad de “sentirse sexy” con este tipo de piezas: “La coloratura debes abordarla más legato pero, al mismo tiempo, tienes que articularla como si estuvieras bailando. Todas estas canciones españolas son un poco 'calientes'”, sentenció bromeando en su más que correcto español. “Y las notas al final de cada frase, esas O's largas, debes poder hacer algo expresivo con ellas, no puedes dejarlas morir sobre un tono, aunque tu voz en sí misma sea preciosa.”
Donath avisó también a Moroz de un defecto técnico que podía causarle problemas en el futuro. “Al final de una frase el sonido debes de cortarlo siempre con el fiato, no con las cuerdas vocales -advirtió la norteamericana-. Ahora eres joven y parece que no pasa nada, pero en unos años se empezará a notar una oscilación en la afinación al cortar las notas de esa manera. Y terminarás por estropearte la voz. Dile a tu pianista que te corrija todas y cada una de las veces que cortes con las cuerdas, porque probablemente tú no te percates por ti misma.” Donath dio a las alumnas algunos consejos más para cuidar de su voz: “Mi profesora, Madame Novikova -también maestra de Nikolai Gedda- repetía siempre que el verdadero secreto para una carrera muy larga es cantar con una A clara. En comparación con esto, que es vital, todo lo demás es de importancia secundaria.” Y les mostró un ejercició que le había enseñado Helen Raab y que, según Donath, era perfecto para encontrar la colocación correcta de la A en esos días en que esta vocal parece estar perdida. Una maniobra bastante hilarante para el observador externo, que dejaremos al ámbito del secreto profesional de Donath.
Todo estos ejercicios llegaron durante la clase de la última alumna de la mañana, Margo Arsane, una brillante soprano ligera francesa que quiso trabajar con Donath el Je veux vivre de Romeo y Julieta de Gounod, que precisamente contiene varios largos pasajes de coloratura sobre la vocal A. Tras el trabajo con Donath, la propia Arsane se sorprendió de la facilidad con que había llegado al Re agudo del final del aria, que ella misma reconoció que habitualmente le costaba alcanzar. “Eso es porque tu A está ahora en la posición correcta”, sentenció Donath, quien se mostró encantada con este aria de Gounod que para ella es “como un pequeño volcán”. “Esta música requiere una textura determinada, todo debe avanzar ligero y con movimiento. Pensar en una montaña rusa, en algo que se balancea y que dibuja círculos en el aire puede ayudarte a dar con la sensación correcta.”
La sesión matinal la cerró Arsane con una versión correctísima pero algo fría de Me llaman la Primorosa de El barbero de Sevilla de Giménez/Nieto. “Tienes una técnica maravillosa pero piensas demasiado en ella”, le reprochó Donath. “Yo quiero escuchar la música, así que disfruta de conducir el coche y olvídate de sentir el motor”. Como con las anteriores arias españolas, Donath volvió sobre la necesidad de sentirse sensual al cantar este repertorio y le hizo a Arsane repetir muchas veces algunos pasajes en aras de dar con el carácter expresivo adecuado. Pero como no le terminaban de salir como Donath deseaba, la joven francesa se sintió angustiada y rompió en lágrimas. Inmediatamente Donath se le acercó y la abrazó con fuerza, haciéndola reir con todo tipo de bromas y chistes. “¡Pero si yo nunca os criticaría, solo quiero sacar lo mejor de vosotras!”, aseguró a estas tres jóvenes que llevan ya un tiempo estudiando con ella y que, naturalmente, le adoran. Con este sabor agridulce se dio por concluida la master class. Donath reunió a sus tres alumnas y se las llevó a comer. Y mientras se alejaban les susurraba: “Estamos ya en el Mont-Blanc, pero yo quiero que lleguéis al Everest.”
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