España - Cataluña
Concurso Viñas: pruebas finales
Jorge Binaghi

Como en esta ocasión podré asistir el próximo domingo al concierto de los premiados, escribo rápidamente antes de que se conozca el veredicto del jurado (claro que los lectores lo leerán después) más que una crítica, una serie de impresiones o reflexiones que esta prueba final me ha suscitado.
Ha habido tres finalistas más que el año pasado; podrían haber sido más o menos, porque si uno piensa que del país más representado de lejos -Corea- han quedado seis de más de ciento veinte y no muy parejos entre sí (las mujeres decididamente superior a los varones) la tarea de los jurados anteriores y el actual debe de haber sido homérica.
También se pregunta uno cómo se puede dar la misma oportunidad a un único candidato al premio de oratorio y lied frente a los otros que optaban al de ópera y diversos tipos de premios (los más frecuentes Verdi, Mozart, ópera rusa y zarzuela, por ese orden: uso mi memoria, espero que aún sea fiable). Sobre todo, cuando ese único candidato resulta ser, con gran diferencia, el más interesante musicalmente (y, desde mi punto de vista, no muy compartido, el más capaz de expresión sin recurrir exterioridades del tipo de gestos excesivos y deformaciones de la voz y licencias con la partitura, que por lo que se ha visto siguen siendo muy del gusto de buena parte del público y debo suponer que también de miembros del jurado).
Por otra parte la exuberancia de sopranos y barítonos se vio lamentablemente compensada por la poca presencia (ya desde la inscripción) de voces graves y tenores, aunque había varios contratenores que no pasaron a esta prueba.
Por suerte no hubo excesivas repeticiones (un par de ‘Di Provenza’, un par de ‘Non mi dir’), pero cómo se puede juzgar a dos candidatas que cantan lo mismo cuando una, por ejemplo, canta el aria de doña Ana con el recitativo ‘…Crudele!’ (que ya se sabe lo difícil que es) y la otra ataca directamente el aria.
Un último detalle general que está cobrando cada vez más importancia y que debería ser objeto de valoración por el jurado o de unas normas en el reglamento del concurso: la presentación del candidato. La vestimenta informal del candidato griego (Petros Salatas) que abrió el concierto pudo deberse a una actitud deliberada o inconsciente (o, peor, tener relación con la realidad griega), pero si causó alguna sorpresa no molestó. En cambio, los atuendos de algunas candidatas -ya el año pasado y, menos, el anterior se había observado ya la tendencia- resultan claramente exagerados y no sólo se convierten, según los casos, en impedimento para cantar con comodidad, sino, y sobre todo, en un contrasentido con las obras elegidas para interpretar. El caso más extremo fue el de una de las candidatas españolas, Elena Sancho, que presentaba ‘doña Ana’ y ‘Ofelia’ con un vestido (sobre el cual se puede opinar también, pero tal vez en otra sede sobre usos y costumbres) únicamente adecuado para ‘Lulú’.
Los acompañantes fueron los mismos que el año pasado -Ricardo Estrada, Soon-Ki Kim, Stefano Giannini y Marta Pujol- con el agregado de Julia Pujol (esposa del candidato) para los números de lied y oratorio y de Tatiana Smyslova para la concursante rusa. Todos se desempeñaron de manera satisfactoria y alguno tuvo que sudar lo suyo para poder seguir al cantante de turno.
Como no tiene sentido escribir una reseña ‘breve’ de veinte intervenciones con dos números cada una, hablaré, por orden de aparición, de los candidatos que me han parecido más interesantes (sobre todo por la probabilidad de que no figuren en el palmarés final).
Adam Palka es un bajo (el único de su registro en la final) polaco de buenos medios con tendencia a exagerar efectos cómicos en el aria de la calumnia del Barbero rossiniano y a exhibir algún problema en los ataques del aria del rey en Don Carlo (versión italiana), pero muy prometedor.
Salome Jicia, soprano georgiana, exhibe condiciones técnicas y de estilo con una voz muy impersonal y un vibratello a veces molesto, pero sale airosa de la escena final del primer acto de La Traviata y de la no menos espeluznante entrada de Konstanze en El rapto en el serrallo.
Miren Urbieta, soprano española, se defiende bien en ‘Non mi dir’ de Don Giovanni (sin trino digno de ese nombre) y, aunque el grave es escaso, de la zarzuela de Moreno Torroba (‘La marchenera’ de Tres horas antes del día).
La rumana Ana Dimitriu , aparte de una ‘r’ italiana que fue pecado de muchos, cantó bien Liù y tuvo el mérito de presentar, en buena forma también, el rarísimo arioso de Kuma de La hechicera de Chaicovski.
Tuvimos una mezzo (aleluya) de Australia, Helen Sherman, elegante y buena música (debería controlar su mandíbula en la emisión del agudo, y trabajar más su grave) que se distinguió como Nicklause de Los cuentos de Hoffmann y mucho más en la difícil ‘Armatae face et anguibus’ de la Juditha Triumphans de Vivaldi (el latín no fue muy claro y sus agilidades hacen acordar más a las de Cecilia Bartoli que a otras intérpretes ilustres).
Irina Churilova, una elegante rusa, bordó ‘Tacea la notte placida’ con su cabaletta y ofreció una versión magnífica del aria de Zemfira (también muy rara en los concursos hasta ahora) del Aleko de Rachmaninov.
Seyoung Park, de Corea, exhibió una notable voz verdiana aunque aquejada de cierta monotonía e igualdad en el enfoque de dos arias (que estaban fuera del programa impreso) de Ernani y Don Carlo.
La inglesa Anna Patalong, también exquisita, presentó una bien interpretada canción del sauce del Otello verdiano y una muy buena versión de la locura de Elvira en el segundo acto de I puritani. El único problema que para mí presenta, aparte del común de la ‘r’ y también del control de su mandíbula, es un centro-grave poco firme.
La única italiana, Damiana Mizzi, no tiene una voz especialmente bella y el extremo agudo le ocasionó tiranteces en la dificilísima ‘Nel grave tormento’ del Mitridate mozartiano, pero ejecutó a la perfección, también en lo expresivo, la entrada de Giulietta en I Capuleti e i Montecchi de Bellini.
El barítono islandés Oddur Jónsson fue el candidato para oratorio y lied con ‘Komm, süsses Kreuz’ de La pasión según san Mateo de Bach y dos lieder de Schubert, ‘Die Sommernacht’ y ‘Totensgräbers Heimweh’. Estas tres piezas darían para una crítica ellas solas. Me limito a señalar la notable técnica, el fiato, el legato, los sostenidos, las medias voces, la expresión y postura sobrias pero no indiferentes, la claridad en la articulación, y, en los Schubert, el final de la primera mencionada y en la segunda la acentuación de ‘ganz allein’. Si por mi mente pasaban nombres oídos y conocidos (tipo, sobre todo, pero no sólo, Fischer Dieskau), la comparación que más se me impuso es con un colega que considero hoy uno de los verdaderos -y no son muchos- grande cantantes. Simon Keenlyside.
Elena Sancho cantó bien, sin entrar en honduras, el ‘Non mi dir’ (sin recitativo), pero se lució más en la interpretación de la locura de Ofelia en el Hamlet de Thomas.
Ximena Agurto, del Perú (número 476 y último de la lista primera de inscritos al concurso), pura simpatía y sencillez, fue un magnífico final con una estupenda sorpresa: un ‘Caro nome’ de gran nivel seguido de una memorable versión de ‘Pensar en él’ (de dicción perfecta) de Marina de Arrieta (está muy bien eso de que las antiguas colonias retomen y hagan suyo, y en esa forma superlativo, el repertorio de lo que fue una vez la metrópolis).
Los demás cantantes que no he considerado oportuno reseñar son, por ese orden: Petros Salatas (barítono griego), Joo Won Kang (barítono coreano), Jinkyung Park (soprano coreana), Ekaterina Morozova (soprano rusa), Kihun Yoon (barítono coreano), Airam Hernández (tenor español), Gunyong Na (barítono coreano), y Junghoon Kim (tenor coreano).
Por cierto, el público podría hablar algo menos y recordar que los teléfonos móviles deben estar apagados, y el presentador preparar un poco la pronunciación alemana y la acentuación italiana (‘perderti’ es esdrújula y no grave) y, sobre todo, recordar que ‘foyer’ es palabra francesa y como tal se pronuncia (no hubo una sola vez que no se oyera tal cual está escrita): nada grave, pero desluce, sobre todo porque en general en otros grandes concursos esto no suele suceder.
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