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Y el público salió encantado

Javier del Olivo
jueves, 17 de abril de 2014
Bilbao, sábado, 5 de abril de 2014. Palacio Euskalduna. Vincenzo Bellini. I puritani. Libreto de Carlo Pepoli basado en Têtes rondes et cavaliers, de Jacques-François Ancelot y Joseph Xavier Boniface. Alfonso Romero, dirección de escena. Corina Krisztian, escenografía. Anselmo Gervoles, vestuario. Eduardo Bravo, iluminación. Celso Albelo, Arturo. Elena Mosuc, Elvira. Gabriele Viviani, Riccardo. Simón Orfila, Giorgio. Giovanna Lanza, Enrichetta. Fernando Latorre, Lord Gualtiero. Alberto Núñez, Bruno. Coro de Ópera de Bilbao, Boris Dujin, director del Coro. Orquesta Sinfónica de Navarra. José Miguel Pérez Sierra,director musical. 62 Temporada de la ABAO
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Son ya nueve las temporadas de la ABAO (Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera) que el firmante de estas líneas comenta para Mundoclásico. Y pocas veces ha visto a los aficionados bilbaínos de las representaciones de los sábados (primera de las cuatro, que si no hay Ópera Berri, se hacen de cada título) salir tan contentos del Palacio Euskalduna. ¿La razón? Lo que se vio y oyó el día 5 coincide casi al completo con lo que operísticamente gusta de manera mayoritaria por estos lares: Un título italiano de gran tradición y prestigio, un tenor con brío, al que se le oiga con claridad y que tenga unos agudos espectaculares y una soprano con clase, excelente en su papel y con coloraturas de quitarse el sombrero.

I puritani, última ópera de Vincenzo Bellini, es considerada por muchos de los amantes del bel canto una de las obras cumbre del género. Preparada por Bellini para triunfar en la que entonces era la capital operística mundial, París, contó con un libreto de Carlo Pepoli (pero controlado por el propio Bellini) que posee muchos de los elementos comunes en las obras serias de la primera mitad del s. XIX: héroes y heroínas enamorados que tienen que luchar contra un mundo hostil que se confabula para que no puedan estar juntos, malentendidos que llevan a la amada a la locura, pretendientes ruines, tíos comprensivos y cómplices y, en este caso, final feliz. Pero en lo que los expertos coinciden es en que la obra destaca por la calidad de su escritura musical y en la aparición de modelos y formas que, si no hubiera fallecido su autor, hubieran llevado al autor siciliano a un camino que no diferiría del Verdi maduro.

No es Puritani fácil de representar ya que se necesitan cuatro protagonistas de una indudable calidad y a los que Bellini plantea una extrema exigencia vocal. Afortunadamente en la función que comentamos dos de ellos estuvieron a ese gran nivel exigido. Celso Albelo tiene unas características vocales muy adecuadas para el papel de Arturo. Su voz corre sin dificultad y su volumen se enfrenta sin miedo a un espacio tan ingrato como el del Euskalduna. Le dio a su papel un tinte más heroico que lánguido, mostrando todo su potencial en las subidas al agudo, que sonó limpio y brillante. Más matizado que en otras ocasiones que le habíamos visto, ligó con elegancia su frases y estuvo especialmente destacado en un “credeasi, misera!” bellísimamente cantado. Por supuesto los bravos aparecieron al final de todas sus intervenciones, especialmente las compartidas con la soprano.

Estupendas sensaciones había dejado esta misma temporada Elena Mosuc con su Gilda de Rigoletto. Y como Elvira, en la que sustituía a la anunciada Aleksandra Kurzak, tampoco decepcionó. Lo más destacable de su estupenda actuación fueron los filados maravillosos que nos regaló a lo largo de la noche y que demuestran la calidad de esta cantante. Pero toda su actuación estuvo a gran nivel, brillando la gran escena de la locura del II acto y la escena del tercero con el tenor. Con un fiato envidiable, como el que también lució Albelo, sus coloraturas estuvieron en la línea del bel canto puro y sólo en alguna nota aguda de su primera aria hubo atisbos de duda. Una brillantísima actuación que admiró a un público entregado.

Pero otros dos personajes forman el cuarteto protagonista: Riccardo, el pretendiente de Elvira que no ha logrado ser correspondido y Giorgio Valton, tío de Elvira y su mentor en toda la obra. El primero lo defendía el barítono italiano, debutante en las temporadas de la ABAO, Gabriele Viviani, que nunca estuvo al nivel esperado en este papel. Su voz no corrió con la fluidez necesaria y siempre hubo unos sonidos engolados que le restaron brillantez. Con poco volumen para el Euskalduna, su línea de canto fue correcta y hubo precisión idiomática, aunque no fue capaz de destacar como hubiera sido de desear. Tampoco Simón Orfila como Giorgio estuvo a la altura de su rol y su voz nunca sonó al bajo que Bellini pide. Con una excelente proyección su voz se hizo audible en todos los rincones del teatro y en el famoso dúo con el barítono que cierra el II acto fue el más destacado, pero sin acabar de convencer. El público le tributó cariñosos aplausos.

Muy correcta la Enrichetta de Giovanna Lanza y poco destacables el Lord Gualtiero de Fernando Latorre y el Bruno de Alberto Núñez. El Coro de Ópera de Bilbao, que dirige Boris Dujin, tuvo su mejor momento en el bello “Ah dolor, Ah terror” con el que comienza el II acto. En el resto de sus intervenciones estuvo bastante desdibujado y sin la brillantez de otras ocasiones.

Dirige desde el foso estas representaciones el maestro José Miguel Pérez Sierra. Su lectura de la partitura tuvo una línea belcantista correcta sacando a una muy profesional Orquesta Sinfónica de Navarra un excelente sonido. Pero pecó de cierta pesadez, de falta de ligereza en los tempi que lastró en cierta manera el resultado final de su trabajo. Siempre atento a lo que ocurría en el escenario cuidó a sus cantantes pero hubo al principio un exceso de volumen orquestal que matizó a lo largo de la representación.

Poco destacable en la producción que, proveniente de los Amigos de la Ópera de A Coruña, firma Alfonso Romero. Toda la representación, con sus distintas localizaciones, se sitúa en una trinchera de la I Guerra Mundial (la escenografía es de Corina Krisztian) que no cambia en ningún momento si exceptuamos algunos elementos de atrezzo. Un traslado de época que no aporta nada nuevo e incluso la solución escénica de la aparición, al levantase el escenario principal, de un hospital de campaña pudo verse aquí hace unos meses en la producción de la Forza. Lo mejor fue la iluminación de Eduardo Bravo y el cambio de la tormenta del III acto por una escena bélica. Correcto el vestuario que firma Anselmo Gervoles.

Salió el público contento con estos dos cantantes excelentes en una obra que les brinda momentos de gran lucimiento. Un éxito para la ABAO que se agradece en estos tiempos.

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