España - Cantabria
Primeros descubrimientos
Maruxa Baliñas
Con algunos cambios respecto al programa anunciado en el libro del Encuentro de Música y Academia de Santander, se desarrolló una nueva sesión de los conciertos de este curso-festival. Curso porque reúne 63 jóvenes estudiantes de varios conservatorios y centros musicales europeos para recibir clases. Festival porque a lo largo de las poco más de tres semanas de duración del Festival se organizan un total de cincuenta conciertos en Santander y diversas localidades de toda Cantabria (y uno en Burgos).
La dinámica de los conciertos es bastante similar, alumnos y algunos profesores, individualmente o en grupos de cámara -ocasionalmente la llamada Orquesta de Cámara del Encuentro, bajo la dirección de Péter Csaba (Cluj, Rumanía, 1952)- desarrollan unos programas variados, normalmente en tres o cuatro bloques. Hay dos ciclos que atraviesan las programaciones de los conciertos, pero nunca los protagonizan exclusivamente: el 150 aniversario del nacimiento de Richard Strauss, y la integral de las Sonatas para violín y piano de Beethoven. Suenan obras variadísimas en el espacio y el tiempo, obras inhabituales junto a repertorio del más trillado, obras de virtuosismo y domésticas, da la impresión de que cualquier cosa cabe si se considera que puede ser útil para los alumnos. En estas circunstancias, los resultados musicales son muy variados. Algunos alumnos son mejores que otros -aunque siempre con un nivel alto de corrección-, algunas obras son mejores que otras o simplemente más adecuadas al entorno, los públicos son variados, etc.
En esta ocasión concreta, el primero de los conciertos a los que asistimos Xoán M. Carreira y yo, la sesión empezó con la actuación de la arpista Agné Keblité (Vilnius, Lituania, 1990), a la cual desgraciadamente no pudimos escuchar por problemas con el tráfico de Santander. De modo que el concierto para nosotros comenzó con la música de Bruch, cuatro de las Ocho piezas para clarinete, viola y piano op. 83, una pieza muy idiomática que nunca había escuchado previamente, por lo que me quedé especialmente con las dos piezas más sencillas o cercanas: la nº 5, Melodía rumana, un arreglo típico y romantico de un baile popular, y la nº 7, un Allegro Vivace que ya anunciaba el cierre del ciclo. La interpretación estuvo a cargo de Ugne Tiskute (Kaunas, Lituania, 1989) a la viola, Barnabás Vólgyesi (Budapest, Hungría, 1990) como clarinetista, y Alexander Kulikov (Balakhna, Rusia, 1988) como pianista. Me fijé especialmente en Kulikov, quien aprovechó bien las ocasiones en que la obra le permitía destacar y acompañó con delicadeza y eficacia cuando eran la viola o el clarinete los protagonistas.
El segundo bloque estuvo a cargo de la soprano Sara Al-Qaiwani (Dubai, Emiratos Árabes, 1979) acompañada al piano por Duncan Gifford, uno de los pianistas acompañantes de la Escuela Superior de Música Reina Sofía de Madrid. Había cierta expectativa sobre la actuación de esta soprano árabe que se está formando en Londres, ya que son muy escasas -casi inexistentes- las cantantes árabes que se plantean un futuro profesional, especialmente proviniendo de un país donde las posibilidades de realizar una carrera ante el público están tan restringidas. El programa con el que se presentó es francamente difícil, y aunque no mostró problemas técnicos y expresivos, aún le quedan algunas cuestiones referentes a la prosodia francesa -una cuestión fundamental en este repertorio de mélodie y chanson- que debe refinar si desea hacer carrera en este campo.
El final del concierto se enmarcó en las celebraciones del 150 aniversario del nacimiento de Richard Strauss en 1864: una versión de Till Eulenspiegel en arreglo para cinco instrumentos (1954) -clarinete, fagot, trompa, violín y contrabajo- del compositor y musicólogo vienés Franz Hasenöhrl (1885-1970), que se ha hecho bastante popular en Centroeuropa y está ya grabada, pero que yo no conocía ni de oídas. La interpretación estuvo a cargo de Sven van de Voorde (Waregem, Bélgica, 1988), Francisco Esteban Rubio (Zamora, España, 1989), Miguel Martín (Valencia, España, 1993), Zorik Tatevoshian (Erevan, Armenia, 1980) quien también hacía la función de director/coordinador, y Oliver Simpson (Perth, Australia, 1989). La obra es francamente alegre, más breve que el original, lógicamente, y además la muerte de Till queda mucho menos clara, y oscila entre momentos en que se limita a reducir con gran economía de medios y eficacia la orquestación de Strauss, y otros en que parece apartarse de lo que es meramente una reducción para plantearse como un homenaje desenfadado a Strauss. De la interpretación concreta hablaré en la reseña del concierto del día 22 de julio, donde volvió a sonar esta pieza, ya que esta primera vez me fije más en la obra propiamente dicha, que en el modo de tocarla.
Un concierto francamente agradable [a pesar de los apuros iniciales para llegar] donde tuve el placer de descubrir dos obras nuevas, las piezas de Bruch y esta adaptación de Till Eulenspiegel, y disfrutar de buenas interpretaciones. Y como ocurre tantas veces, acabé disfrutando más de este concierto que de muchos a cargo de grandes figuras donde el respeto a la música y el entusiasmo es mucho menor.
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