El Espía de Mahler

29. La comedia del azar

Jordi Cos
lunes, 10 de diciembre de 2001
0,0001142 Conozco a un buen tenor que ganó un jamón en un concurso abierto a todos los estilos musicales que había convocado una emisora de radio para promocionar a cantantes noveles. Como el jurado era analfabeto, el primer premio, un millón de pesetas y la grabación de un disco, lo ganó un cantante de rock duro con un tema que llevaba por título un excremento.Mi amigo se consoló diciéndome que los concursos eran un juego de azar. Vale. Pero si la palabra "azar" aún se asoma de vez en cuando a nuestra boca es por una sola razón: el minucioso fracaso de los científicos en crearle una lógica a los sucesos que carecen de ella. De hecho, en este país todavía hoy sufrimos las consecuencias de injertarle una "n" en el ombligo a este vocablo que acostumbramos a usar para justificar lo injustificable. El caso es que el autor del delito, un cirujano ortopédico en paro, en lugar de darle un motivo a la casualidad, le proporcionó una coartada al Partido Popular para ganar las últimas elecciones por mayoría absoluta. Un aznar, pues.No cabe duda de que fue a partir de ese momento que el azar se adueñó de la política nacional. Así, en Izquierda Unida, inmediatamente intentaron copiar la fórmula, pero al no tener fondos suficientes para contratar a un doctor Frankenstein del lenguaje, tuvieron que apañarse con cortar el azar en trozos para cocerlos luego a fuego lento en un congreso federal. Hay que reconocer que el Llamazares resultante tiene un sabor demasiado casero, la verdad. Incluso no hay ninguna base científica para suponer que esta cualidad de estar por casa le ayude a ganar unas elecciones. Está demostrado científicamente. Por otra parte, los socialistas tampoco tuvieron suerte: se les perdió el azar desordenado dentro de un zapatero en mitad del experimento para crear un líder.De todos modos, a pesar de la manipulación política y científica de sus entrañas, el azar sigue viviendo en el diccionario. Pero no en todos, pues existe una ciencia, de nombre pseudo, que asegura haberlo eliminado del suyo. La astrología, como así se la conoce en los bajos fondos del raciocinio, cuenta, por ejemplo, que la palabra protagonista de este relato no es la responsable de que Ricardo Mirani muriera, al disparársele accidentalmente el arma que estaba limpiando, en el mismo instante en el que el rey Humberto I de Italia era asesinado de un tiro en el corazón dos calles más abajo. Esta funesta coincidencia tiene el móvil en que ambos cadáveres soportaron las mismas influencias planetarias en la vida y la muerte, pues habían nacido y muerto a la misma hora, el mismo día y en la misma ciudad. En resumen, eran gemelos horariosSiguiendo el hilo de su argumento he llegado a la conclusión de que mientras a mi amigo le dieron un jamón por un Verdi exquisito, es muy probable que su gemelo horario sea el cantante a quien le dieron el millón por hacer sus necesidades en la radio. Dos recompensas, jamón y millón, que aunque tienen la misma espalda que Colón, cuando las miras a la cara enseguida te das cuenta de que no son gemelas, ni siquiera horarias. Además, si las pones juntas en la lista del supermercado te pueden arruinar por culpa de un millón de jamones, o un jamón de un millón. Una barbaridad, en fin.Lo que no ha podido aclararme la astrología, sin embargo, es el por qué al tenor le dan un jamón por Verdi y a su gemelo horario un millón por expulsar heces por la boca, y no al revés. De lo que cabe deducir, pues, que al igual que las ciencias incultas, las ocultas, en realidad, tampoco han logrado extirpar el azar de nuestra boca. Bien mirado, mejor para todos. Porque ya me dirán ustedes cómo puede ir bien la cultura en este país si no es por la misma causa que ha llevado a Aznar hasta la presidencia del gobierno. El azar, sí, que por última vez se asoma a sus ojos en esta comedia mientras cae el telón. Fin.
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