Estados Unidos
Un rapto semiescenificado
Roberto San Juan

Entre los objetivos del colombiano Orozco-Estrada desde su recién estrenado puesto de director titular de la Sinfónica de Houston se encuentra abrir la orquesta a la diversidad cultural de la ciudad y potenciar la colaboración con otras instituciones. Su compromiso personal con nuevas propuestas y formas de acercar la música culta al gran público se ha plasmado en el formato “Musicalmente hablando con Andrés”, consistente en un concierto comentado que se celebra en el Stude Concert Hall de la Rice University de la ciudad con una periodicidad bimensual y para el que cuenta con la colaboración de Carlos Andrés Botero, también colombiano y director asistente de la orquesta. Orozco-Estrada posee una personalidad vital y parece trasladar la energía y entusiasmo que muestra en el podio a otras facetas de su actividad musical. En su relación con el público muestra un punto de improvisación, frescura y cercanía -quizá por su carácter latino- que gusta. Digamos que se deja querer. Esta actitud, lejos de desconcertar, es valorada muy positivamente por el público norteamericano.
Fue precisamente el director asistente Carlos A. Botero quien, en una breve charla previa al concierto, esbozó el argumento y el contexto cultural que rodeó la composición de esta ópera mozartiana. La charla no tenía mayor pretensión que la de ofrecer al público un primer acercamiento a la ópera, dado que el programa de mano, aunque sí aportaba datos sobre la misma, sorprendentemente no recogía su argumento. Las explicaciones de Botero fueron amenas y satisficieron el interés del público.
Pero pasemos ya a la función, una versión de concierto semiescenificada con dirección escénica de Lloyd Wood. La orquesta se situó en la parte delantera del escenario, iluminada tan sólo por las luces individuales de los atriles. Detrás de ella se colocó un estrado elevado en forma de T, con un pasillo que se prolongaba hacia delante en dirección al director y con fácil acceso tanto por la parte frontal como por la trasera, mediante varios peldaños que fueron utilizados por coro y solistas. La luz roja que iluminó el fondo del escenario durante gran parte de la función creó un ambiente cálido y estuvo complementada por una luz individualizada que seguía en sus movimientos a los cantantes y al director (sí, Orozco-Estrada también participó en la función más allá de sus obligaciones desde el podio, como comentaré). La ópera se cantó en su idioma original, alemán, pero los diálogos y partes habladas fueron condensados y resumidos en una narración intermitente en inglés, obra de la norteamericana afincada en Viena Gretl Satorius, responsable de la dramaturgia. El relato del texto fue confiado a Jim Johnson, que añadió así a su papel hablado de Bajá turco el de Narrador de la historia. A pesar de la alternancia idiomática entre las partes habladas y las cantadas, la propuesta funcionó razonablemente bien y creo que ganó en frescura de cara al público norteamericano. Debido a esta adaptación el tiempo total de la ópera se redujo y apenas superó las dos horas, con un descanso de 20 minutos.
El elenco, constituido en su mayor parte por jóvenes cantantes norteamericanos, estuvo encabezado por la soprano Lauren Snouffer en el papel de Constanza. Snouffer cantó con exquisito gusto musical y afinación perfecta, si bien en el registro agudo -como en algunos pasajes del aria ‘Ach ich liebre, war so glücklich’- su voz pierde riqueza tímbrica. En su interpretación primó el componente técnico sobre el actoral, de modo que se echó en falta, especialmente en el primer acto, un mayor dinamismo e implicación emocional. Su interpretación fue a más y sus dos arias del segundo acto sonaron magníficas, especialmente ‘Welcher Wechsel herrscht in meiner Seele’, con un cuidado acompañamiento orquestal.
Su pareja escénica en el papel de Belmonte fue Paul Appleby. Este joven tenor norteamericano, que aúna potencia vocal, belleza tímbrica y emisión perfecta, mantuvo un altísimo nivel en todas sus intervenciones, desde el aria inicial ‘Hier soll ich dich denn sehen’, hasta la exigente ‘Ich baue ganz auf deine Stärke’ del tercer acto. Otra soprano norteamericana egresada de la Universidad de Houston, Abigail Dueppen, cantó el rol de Blonde con musicalidad, buena dicción y excelente fraseo. Rafael Moras aportó la requerida frescura, espontaneidad y agilidad al papel de Pedrillo, mientras que el bajo Aaron Sorensen fue un magnífico Osmín. Jim Johnson destacó por su vestuario orientalizante de llamativos colores en el doble papel de Bajá y Narrador.
La implicación de Orozco-Estrada en la función fue más allá de la que usualmente corresponde al director, ya que paró la función para explicar el argumento apenas transcurridos los dos primeros números de la ópera, participó con varios comentarios (“Vamos, Osmín, necesitamos vuestra ayuda” -previo al terceto con el que concluye el primer acto-) y llegó a entregar en mano a Pedrillo la botella de alcohol con la que éste emborracharía a Osmín, para luego sentenciar al comienzo del tercer acto: “Mi amiguito le echó demasiado fuerte al tequila”. En definitiva, se trató de una función divertida, llevada a cabo por un elenco joven al que se unió con entusiasmo el Coro de la Moores School of Music de la Universidad de Houston, preparado por Betsy Cook Weber.
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