Estados Unidos

The violinist stole the show

Roberto San Juan
miércoles, 15 de abril de 2015
Houston, domingo, 29 de marzo de 2015. Jones Hall. Felix Mendelssohn: Obertura de El sueño de una noche de verano, Op. 21. Béla Bartók: Concierto para violín y orquesta nº 2 en si menor, Sz 112. Wolfgang Amadè Mozart: Sinfonía nº 39 en mi b mayor K. 543. Augustin Hadelich, violín. Orquesta Sinfónica de Houston. Gilbert Varga, director.
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En la charla previa al concierto, Jerry Hou, docente de la Shepherd School of Music en la Rice University de Houston, estableció ciertos paralelismos en el desarrollo musical temprano de los tres compositores programados en este concierto (los tres fueron niños prodigio) y, en un intento -quizá algo forzado- por establecer un hilo conductor común entre las obras que se iban a escuchar, incidió en el papel de los tres como depositarios, de manera directa o indirecta, de una cierta herencia musical austrohúngara. Hou ilustró mediante ejemplos musicales el cambio en el lenguaje compositivo de los tres músicos, comparando, para cada uno de ellos, el estilo de sus obras de juventud y de madurez. Este cambio es, en el caso de Bartók, mucho más evidente como consecuencia de sus investigaciones sobre el folklore musical de su patria.

Dejando a un lado los aspectos históricos, siempre interesantes, la mayor y más feliz conexión entre los tres autores a la hora del concierto vino dada desde el podio, donde el director británico Gilbert Varga -hijo del afamado violinista húngaro Tibor Varga- supo imprimir un particular carácter a las tres obras. Dirigiendo siempre con elegancia, el estilo de Varga se podría caracterizar por un balance oscilante entre el “dejar hacer”, manteniéndose el margen con una actitud casi de espectador hasta el punto de que la orquesta pareciera funcionar sola (así ocurrió, por ejemplo, en extensos pasajes del ‘Finale: Allegro’ mozartiano), y el marcaje exhaustivo, preciso, cargado de intención y de mensaje hacia los músicos (por ejemplo, durante el primer movimiento del Concierto de Bartók). Entre ambos extremos se situó la Obertura de Mendelssohn. La versión que Varga ofreció de esta pieza fue de corte clásico y formalista, y en ella destacó el perfecto empaste de la cuerda, la naturalidad del fraseo orquestal y una dinámica contenida.

Pero el plato fuerte de la tarde fue, sin duda, el Concierto nº 2 de Bartok. El joven violinista Augustin Hadelich exhibió una técnica poderosa y un dominio absoluto de esta difícil obra. El sonido que extrajo de su instrumento –el Stradivarius Ex-Kiesewetter, fabricado ca. 1723, que Hadelich toca a través de un préstamo de la Sociedad Stradivarius de Chicago- fue limpio y redondo, a pesar de la endiablada rapidez de los pizzicati en el ‘Allegro non troppo-Vivace’ inicial. Los cuartos de tono que el solista debe ejecutar en el pasaje previo a la cadencia sonaron claros y seguros, pero fue en la propia cadencia donde el virtuosismo del intérprete quedó ampliamente demostrado. En el segundo movimiento, que se inicia con un ‘Tema con variaciones’, la línea melódica adquirió un carácter contenido y doliente. Por último, en el ‘Rondó: Allegro molto’ solista y orquesta se emplearon a fondo en un final de infarto, vibrante y rotundo. El público quedó con ganas de más y Hadelich no se hizo de rogar, regalándonos una increíble interpretación del Capricho nº 9 en mi mayor ‘La caza’ de Paganini, obra con la que arrancó una larga ovación del público puesto en pie.

Tras esta catarsis violinística la segunda parte del concierto, dedicada a la Sinfonía nº 39 de Mozart, supuso un remanso de paz. La orquesta se paseó con brillantez y optimismo por esta deliciosa composición en una versión redonda, uniforme y elegante. Y es que el grueso del trabajo estaba ya hecho con ese maravilloso Concierto de Bartok, obra que, junto con el más popular Concierto para violín Op. 64 de Mendelssohn, Hadelich ha grabado recientemente con la orquesta de la Radio de Noruega a las órdenes de Miguel Harth-Bedoya para el sello AVIE Records, en un CD de próxima aparición.

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