Alemania

Un mundo de sombras

Maruxa Baliñas
martes, 12 de mayo de 2015
Wiesbaden, viernes, 1 de mayo de 2015. Hessisches Staatstheater. Grosses Haus. The Turn of the Screw, ópera en un prólogo y dos actos de Benjamin Britten (1913 – 1976). Libreto: Myfanwy Piper, sobre la obra de Henry James. Estreno en Venecia en 1954. Robert Carsen, dirección escénica. Robert Carsen y Luis Carvalho, decorados y vestuario. Robert Carsen y Peter van Praet, iluminación. Finn Ross y Leo Flint, diseño de vídeo. Ian Burton, dramaturgia. Thomas Piffka (Peter Quint), Claudia Rohrbach (Gouvernante), Helen Donath (Mrs. Grose), Victoria Lambourn (Miss Jessel), Stella An (Flora), Solista de los Knabenchores der Chorakademie Dortmund (Miles). Hessisches Staatsorchester Wiesbaden. Zsolt Hamar, director musical. Internationale Maifestspiele Wiesbaden 2015
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Fundado en 1896 a imitación de Bayreuth con el nombre de Kaiserfestspiele (aprovechando que el emperador alemán pasaba cada primavera una temporada en Wiesbaden), el Festival de Mayo de Wiesbaden es uno de los más tradicionales de Alemania. Presenta ópera -siempre hay algo de Wagner y algún otro compositor alemán-, teatro, ballet, recitales y otras actividades diversas, sin una especialización determinada pero con un programa muy variado en el que aún parece percibirse su origen como 'distracción del emperador y la corte'.

Poca distracción y alegría cortesana se puede sin embargo encontrar en la primera de las óperas elegidas para esta edición. La vuelta de tuerca no es nunca una ópera clara ni animada, pero pocas versiones como esta de Robert Carsen -estrenada en el Theater an der Wien en 2011- muestran tan claramente la confusión de sentimientos y nocturnidad que Britten le impuso a esta partitura. Carsen -quien firma no sólo la dirección escénica sino también los decorados, trajes e iluminación- se mueve casi exclusivamente en el gris, con matices pero siempre gris, y con una luz fría que nunca dulcifica ni suaviza.

El prólogo se plantea como una conferencia a cargo de un narrador que va proyectando en la pantalla una serie de diapositivas que ilustran su relato. Y ese recurso a la imagen de fondo, e incluso la proyección cinematográfica, se sigue utilizando a lo largo de toda la ópera, especialmente en el primer acto. De hecho, el viaje de la Gobernanta -la transición entre Prólogo y Bly- se hace como una película en blanco y negro mientras Rohrbach canta desde fuera de la escena. Y hay algunos momentos muy bellos en el segundo acto cuando la imagen de Quint se cierne sobre Miles durmiente hasta cubrirlo, o cuando es la sombra de Miss Jessel la que se agiganta y llena el escenario.

Momento de la representación de 'La vuelta de tuerca' de Britten. En escena, Victoria Lambourn y Claudia Rohrbach. Dirección musical, Zsolt Hamar. Dirección escénica, Robert Carsen. Wiesbaden, Hessisches Staatstheater, mayo de 2015

Pero no fue sólo Carsen el único atractivo de esta función. Los cantantes fueron todos ellos buenos o muy buenos, lo que aumentó el placer, empezando por los dos niños. Stella An, una joven cantante coreana nacida en Nueva York, que ha cantado diversos papeles en Colonia, Wiebaden, y otros teatros alemanes de la zona, hizo una Flora espléndida. Me llamó la atención el hecho de que no se diera el nombre del niño que hizo de Miles, sólo se indica que pertenece a uno de los coros infantiles de la Chorakademie de Dortmund. Entiendo que de ese modo se mantiene la privacidad del crío, pero por otro me parece que hizo una labor tan destacada como la de cualquier cantante adulto y se merece la misma consideración. Victoria Lambourn, una mezzosoprano australiana que actualmente forma parte de la compañía de Wiesbaden, funcionó mejor como imagen, era casi una gótica, que como cantante real. Helen Donath fue una Mrs. Grose de lujo, a la que se veía además muy suelta en el aspecto actoral, sobre todo en comparación con la sobriedad y en cierta medida cortedad que impuso Carsen a los otros personajes y sobre todo a los niños (Miles sólo excepcionalmente deja de ser educado y en ningún momento provoca auténtico temor).

Momento de la representación de 'La vuelta de tuerca' de Britten. En escena, Claudia Rohrbach, Stella An y 'Miles'. Dirección musical, Zsolt Hamar. Dirección escénica, Robert Carsen. Wiesbaden, Hessisches Staatstheater, mayo de 2015

Igualmente sobria actoralmente fue la soprano alemana Claudia Rohrbach, la Institutriz, quien vocalmente se impuso a Piffka, sobre todo en el segundo acto que convirtió en 'su acto'. Se trata de una cantante segura, expresiva, con una bella voz, formada en Múnich, Lucerna y Colonia, quien desarrolla su carrera principalmente en Alemania. Como la mayoría de los cantantes de esta producción, Rohrbach está acostumbrada a ser parte de la compañía de un teatro lo que le da flexibilidad y capacidad de adaptación al conjunto. Fue la cantante más aplaudida al final de la representación.

Desdibujado quedó a su lado Thomas Piffka, otro cantante alemán formado en Colonia, quien está haciendo una carrera internacional importante. Vocalmente, tras un prólogo de gran calidad que auguraba una buena representación, resultó discreto y a medida que avanzaba el segundo acto se le notó cansado. Actoralmente Carsen tampoco le dió mucha posibilidad de lucimiento.

Momento de la representación de 'La vuelta de tuerca' de Britten. En escena, Claudia Rohrbach. Dirección musical, Zsolt Hamar. Dirección escénica, Robert Carsen. Wiesbaden, Hessisches Staatstheater, mayo de 2015

La orquesta y director cumplieron muy correctamente, sin alardes pero con efectividad. Zsolt Hamar, húngaro, es el Generalmusikdirektor del Teatro de Wiesbaden desde la temporada 2012-13 y sin duda -a juzgar por los aplausos que recibieron la orquesta y él- es muy querido por el público. Poco puedo decir de su estilo dirigiendo, ya que desde mi butaca no lo veía en absoluto, pero es sin duda un director limpio, sobrio, algo frío y buen servidor de los cantantes.

En resumen, una Vuelta de tuerca de esas que no se sale flotando, ni alucinado, pero perviven dentro como una desazón o un anhelo por largo tiempo. Una historia más sombría que fantasmal, con pocas emociones aparentes pero con un frío interior que descorazona aún más. Wiesbaden puede estar orgullosa de la inauguración de su Maifestpiele.

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