Reino Unido
Alban Gerhardt en Londres
Agustín Blanco Bazán
Con atraso y mis disculpas por ello llegan estas líneas sobre un magnífico recital en el Wigmore Hall, la legendaria sala de música de cámara en Londres, única sobreviviente de las varias que estableciera en Europa la firma Bechstein. Alban Gerhardt es un chelista de musicalidad recóndita y substancial. Su expresividad es a la vez intensa y moderada, y su virtuosismo nunca exhibicionista sino de punzante sobriedad.
Ejemplos de ello fueron, en la Sonata de Debussy, el arpegio inicial y la espontánea exposición del rondó final. Entre medio, las variaciones de tiempo, los pizzicatos y las melodías se caracterizaron por su diferenciada claridad y un admirable sentido de unidad interpretativa. Pizzicatos claros y líneas melódicas de perceptivo sostenuto caracterizaron su interpretación de la Sonata de Schnittke. Y serenidad en las notas largas, junto a una cuidada consubstanciación con el piano fueron las simples recetas para presentar una conmovedora versión del Louange de Messiaen.
En la Sonata en re mayor de Beethoven fue modélico el balance de contención y expresividad. El trabajo a lo largo de las octavas del primer movimiento no salió nunca exagerado en su abrupta exposición de contrastes y el adagio marcado por el compositor con “molto sentimiento d´affetto” fue interpretado con menos énfasis que el sugerido en esta indicación pero con un palpitante sentido de intimidad, lo mismo que el “dolce e teneramente” que abre la Sonata en do mayor. El allegro vivace final fue magistral en su humor a la vez huidizo y ligeramente agresivo. Steven Osborne acompañó con similar percepción y dominio técnico.
Gerhardt es un chelista concentrado e investigativo, hasta el punto de haber ensayado solos de Bach en salas de maternidad de hospitales, solo para acompañar las primeras horas de vida de los recién nacidos. Y su actitud ante el público refleja la convicción de quien toca para sí mismo y para compartir a través de una atmósfera típica de de “Hausmusik”: intimidad y un cierto hermetismo aparecen como un atractivo para que los oyentes se tienten a incursionar en el mundo interior de este ejecutante para compartir sus experiencias con un instrumento que siempre nos pide que vayamos a él en lugar de venir él a nosotros.
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