Italia

Kaufmann triunfa con Puccini

Jorge Binaghi
martes, 23 de junio de 2015
Milán, domingo, 14 de junio de 2015. Teatro alla Scala. Concierto lírico. Arias y fragmentos sinfónicos de Puccini. Bises de Puccini, Refice y De Curtis. Jonas Kaufmann, tenor. Orquesta Filarmónica del Teatro. Director: Jochen Rieder
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El éxito (que se materializó claramente en los cinco bises) fue apoteósico y quedará plasmado en un dvd dirigido por el notable Brian Large, de modo que si quieren ustedes podrán hacerse una idea más que adecuada sin necesidad de esta reseña (incluso ya corre, creo, casi todo por youtube como suele suceder últimamente en casi todos los casos). La presencia de público era notable aunque no hubo el ansiado ‘localidades agotadas’ pese al brusco cambio de precios (habría que tener en cuenta la situación económica actual, por más turistas y Expo que haya en Milán), con una gran proporción de extranjeros.

No es por hacerme el exquisito o el profesor pedante, pero tengo que repetir algunas cosas que ya escribí con motivo de un recital anterior, en Peralada, de resultado sin duda más irregular que el presente. Pero empecemos por el principio. Y cito:

“El primer problema fue la confección del programa que dio más protagonismo a la orquesta y, ay, a su director, que es de lo más aburrido que uno pueda oír y ver (su mano derecha sólo describe círculos de diversa extensión con la batuta)”. Es cierto que ha grabado el disco del que ahora empiezan las giras de promoción (me parece que no le hace falta) también con él, con quien tiene un entendimiento particular, y que la orquesta de la Scala es magnífica y por el lado técnico no hubo nada que reprochar y mucho que disfrutar. Por el de la interpretación, aparte de que no sé si se hace un favor a Puccini incluyendo un preludio sinfónico que pertenece a un claro período de formación frente al cual, por ejemplo, las páginas más banales y desafortunadas de Verdi parecen obras interesantísimas, pero en páginas más interesantes y menos frecuentadas como el preludio y la ‘tregenda’ de Le Villi ya hubo tiempo de aburrirse, y no porque no se recurriera a los decibelios, y lo mismo y más se diga del preludio del acto tercero de la poco feliz Edgar (no pudo el autor, con sus diversas versiones, darle nunca real vida). De los otros largos extractos sinfónicos el único que se suele oír en concierto es el maravilloso interludio de Manon Lescaut, aquí pesadísimo. Peor fue con el de Madama Butterfly (la dichosa imitación de los pajarillos rozó el ridículo) y algo mejor con el preludio del acto tercero de Tosca: ninguno de los dos los había nunca oído (que no escuchado) en concierto, pero menos acertado aún pareció incluir el de Suor Angelica porque, más que los dos anteriores, está mucho más conectado con el antes y el después dramático.

Frente a semejante artillería en el programa hubo un total de siete arias (y se sabe que Puccini era conciso, de modo que si reloj en mano nos ponemos a medir, es más el tiempo perdido que el ganado). Nada que decir a la muy eficaz de Le Villi, ‘Ecco la casa’, cantada en gran forma por el tenor (que parece más delgado que últimamente); en cuanto a la brevísima (menos mal) de Edgar (cuyo inicio lo dice todo: ‘Orgia, chimera dall’occhio vitreo’, y sigue en ese estilo -después se critica a libreto y libretista de Il Trovatore …-), estuvo todo lo bien que se puede porque es difícil innecesariamente aunque allí aparecieron hacia el final dos de esas medias voces que muchas veces se le reprochan a Kaufmann, sonidos blancos y fijos (una comparación interesante puede hacerse con la versión live, también en concierto, de Carlo Bergonzi en el Carnegie Hall, de 1977).

Cantó luego lo más interesante y mejor de la primera parte, las dos arias de Manon Lescaut, papel difícil y que parece irle como un guante aunque en un concierto, la más impactante, el final del tercer acto ‘No, pazzo son’, pierde parte de la carga dramática que Puccini sabía insuflarle (desde este punto de vista, ‘Donna non vidi mai’, del primero, resulta mucho más adecuada para este tipo de recital).

En la segunda parte tuvimos un excelente ‘E lucevan le stelle’, donde los ‘baci’ y las ‘carezze’ fueron magníficamente ‘dolci’ y ‘languide’, aunque las frases siguientes lo fueron también aunque por suerte dejaron de serlo hacia el final. Luego tuvimos un ‘Or son sei mesi’ de La fanciulla del West, sobresaliente por intención y articulación (aunque al breve fragmento le sucede, sobre todo por su final, lo mismo que he señalado para el del tercer acto de Manon Lescaut). Y el concierto terminó con el esperado ‘Vincerò’ del ‘Nessun dorma’ de Turandot (por cierto, cantó todo bien, no sólo el agudo final).

En los bises se escuchó una muy buena versión de ‘Recondita armonia’ de Tosca (sin ningún engolamiento o pianísimo ‘sospechoso’), una magnífica de otro de sus grandes papeles, el de Fanciulla, la mucho más adecuada para un recital ‘Ch’ella mi creda libero e lontano’, repitió el ‘Nessun dorma’ con un vistoso error de texto que el público festejó con risas y aplausos (habría que ver que habría sucedido si el cantante fuera otro…), y luego agregó lo que me pareció el momento más sobresaliente de la velada, por lo raro del fragmento y su óptima versión (y todas las medias voces estupendamente realizadas), ‘Ombra di nube’ de la Cecilia de Refice (con lo que quebró por primera vez su ‘monográfico’ pucciniano), seguido por último de la celebérrima Non ti scordar di me de De Curtis, que cantó muy bien pero sin recitativo y sin rivalizar con otras interpretaciones antológicas (pero superando de lejos algunas últimas francamente mediocres).

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