España - Andalucía

Entre el divo y el genio

José Amador Morales
martes, 29 de marzo de 2016
Jerez de la Frontera, viernes, 11 de marzo de 2016. Teatro Villamarta. Ivo Pogorelich, piano. Ludwig van Beethoven, Sonata en Fa Mayor, op. 54. Robert Schumann, Toccata en Do Mayor, op. 7. Claude Debussy, Suite para piano. Enrique Granados, Danzas españolas nº 4, 5, y 9. Serguei Rachmaninov, Seis momentos musicales, op.16.
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No se anduvo con remilgos Ivo Pogorelich a la hora de programar su recital en Jerez: contundente, intenso y sin concesiones. De partida, impacta la presencia escénica del pianista ante su instrumento. La sobriedad de su postura es directamente proporcional a la concentración de sus movimientos en las manos y, en menor medida, brazos y pies. Ni un solo gesto de retorcimiento corporal o pasajero escorzo al hilo de algún pasaje como tantos colegas acostumbran (solamente el empuje de sus hombros sobre el teclado para enfatizar muy contados momentos de clímax expresivo). La concentración extrema en la ejecución lo aíslan del entorno más inmediato: ni siquiera se inquietó lo más mínimo ante el revuelo provocado por el repentino vahído y pérdida del conocimiento de un espectador, en unos minutos de indudable tensión entre un sector del público. Interpretaba el segundo Momento musical de Rachmaninov, pero solamente dirigió una tranquila y breve mirada al fondo de la sala sin dejar de tocar…

Nada extraño, por otra parte, en la personalidad algo excéntrica del belgradense, también cercana a cierto divismo en otros aspectos. Como cuando, ante un desafortunado aplauso al final de la Danza nº5 de Granados, interrumpió la coda y continuó con la siguiente pieza visiblemente disgustado. O sus gestos airados para que apagaran el cañón de luz que lo enfocaba al recibir la primera ovación. Por no hablar del hecho de no ofrecer un solo bis fuera de programa …

Eso sí, en materia artística Pogorelich no dejó a nadie indiferente pues su técnica es apabullante y su estilo es de  todo menos ortodoxo. Nunca lo ha sido y menos en este tramo de su carrera. La Sonata op.54 de Beethoven adquirió un inusitado empaque en sus manos, con un allegretto devenido en prestissimo junto al cual la vertiginosa Toccata de Schumann apenas resaltó en cuanto a agógica. Pulsación incisiva, texturas purísimas, registro grave francamente hermoso… son rasgos pianísticos del serbio que pudimos comprobar a lo largo de todo el recital. Tal vez no hubo demasiado contraste cromático en la transición al mundo impresionista y la suite debussyana acusó un exceso de sonido hiperrromántico, mientras que Granados resultó entre correcto y poco idiomático. Pogorelich pareció volcar su energía creativa en sus personalísimos Seis momentos musicales de Rachmaninov, presentados aquí más como piezas autónomas que como una obra homogénea.

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