España - Madrid
Sentido y sensibilidad
Marco Antonio de la Ossa
Aunque a veces pueda parecer lo contrario, no es sencilla la labor de comentar, reseñar o criticar conciertos, llámenlo como deseen. Máxime, como es el caso, si el recital muestra un elevadísimo nivel artístico, tal y como disfrutamos el pasado domingo 10 de abril en el Auditorio Nacional. Sin duda y para el lector que no ha acudido al evento, se corre el riesgo de parecer que se cae en la exageración o en la condescendencia. Lo asumimos, ya que la propuesta de Silvia Pérez Cruz subrayó la excelencia. Además, su voz, bellísima, sumada a su capacidad de transmisión, rayan en el prodigio. Así, fue una de esas veladas que se disfrutan de principio a fin y se marcan en el recuerdo.
Si no la conocen, quizá lo mejor que puedo comentarles, si me aceptan el consejo, es que vayan a verla si pasa por su ciudad y lo comprueben por ustedes mismos. Eso sí, estén atentos, ya que las entradas para los dos días que permaneció en la sala madrileña se habían agotado meses atrás. De esta forma, dentro del apartado ‘Fronteras’ y bajo el título Tres veces cuerdas, la cantante, multi-instrumentista, compositora y productora levantó a un agradecido y emocionado público que la despidió puesto en pie. Incluso, la intensa y prolongada ovación con la que fue justamente premiada le obligó a salir a saludar a escena en varias ocasiones una vez finalizada la velada.
La catalana Silvia Pérez (Palafrugell, 1983) estudió solfeo, piano, saxofón y se licenció en canto-jazz en la Escola Superior de Música de Catalunya (ESMUC). Ha trabajado con diversas agrupaciones en muy distintas estéticas (jazz, clásica, flamenco, músicas tradicionales…). Entre sus grabaciones, cabe destacar En la imaginación (2011), junto al Javier Colina Trío, 11 de noviembre (2012) y Granada (2014), con Raúl Fernández. También ha compuesto música para teatro y cine. En este sentido, en 2013 se alzó con el Goya a la Mejor Canción Original por No te puedo encontrar, de la película Blancanieves (a buen seguro, no será el último).
Para este concierto, de casi dos horas y media de duración, Silvia Pérez Cruz estuvo acompañada por un excelente quinteto de cuerda. Según comentó (y pudimos comprobar por la clara sintonía que mostraron), ya había trabajado con los mismos músicos en anteriores proyectos y se conocían a la perfección. En una escena sin atriles, disfrutamos de arreglos de notoria belleza, marcado diálogo y conjunción entre instrumentos y voz, obra de Joan Antoni Pich, Javier Galiana de la Rosa, Raül Fernández o la propia cantante (también se brindó espacio a la improvisación). De esta manera, se dibujó desde el primer instante una atmósfera sutil, elegante, delicada, trascendente, sorpresiva y sorprendente en cada una de las canciones que conformaron el recital.
Silvia Pérez interpretó una buena cantidad de los temas que componen su última grabación, Domus (Universal, 2016). Se trata de la banda sonora de la película Cerca de tu casa (Eduard Cortés, 2016), que aborda el drama de los desahucios y en la que también actúa como protagonista. Entre ellas, cabe destacar Ai, ai, ai, la reivindicativa y subrayada No hay tanto pan (“es indecente/gente sin casa/casas sin gente”, reitera en el estribillo de la misma), Verde, también de tinte lorquiano, Cuota da lua, Cerca de tu casa…
No faltaron un buen número de versiones, a flor de piel, en las que caminó con amplitud de miras y evidenció la facilidad con la que se imbuye y acerca a diferentes estilos, registros y repertorios para hacerlos suyos y trascenderlos: Mechita, de Manuel Raigada Ballester, Corrandes d’exili, de Lluís Lach, Por tu amor me duele el aire, con música de Javier Ruibal y letra de Federico García Lorca, Estranha forma de vida, de Alfredo Marceneiro y Amália Rodrigues… Tampoco olvidó lograr que cantara todo el Auditorio Nacional en varias ocasiones y hacer esbozar una sonrisa al público en distintos instantes que tomaron forma de breves reflejos e improvisaciones en las que estuvieron presentes Beyoncé, Amy Winehouse y muchos otros.
En los bises, traca final para terminar de rendir al público, si es que alguien no lo estaba todavía, con Cucurrucucú, de Tomás Méndez, y la intensa Gallo rojo, gallo negro, de Chicho Sánchez Ferlosio, originalmente grabada en Madrid en 1963 y editada en Suecia al año siguiente en una compilación que tuvo por título Canciones de la resistencia española.
Decía Federico García Lorca que, para considerar grande a un intérprete, éste debe poseer el ángel, la musa y el duende. Bajo el juicio del poeta y músico granadino, en el último estaba la diferencia, ya que, según sus palabras, “se tiene o no se tiene”. A buen seguro, estaría de acuerdo en que en Silvia Pérez Cruz se da ese magnetismo tan difícil de explicar. Tatar de definirla musicalmente es también complejo, sin duda: elegancia, formación, apertura, personalidad, cercanía, profundidad, capacidad de comunicación y diálogo… Su voz destaca en amplitud de matices, registro, limpieza, dicción, expresividad, transmisión…. Poco más podemos decir, difícil poner un ‘pero’. En definitiva y si lo tienen a bien, vayan a verla y juzguen por sí mismos. Un gran acierto del Auditorio Nacional.
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