Alemania
Espléndidos tres siglos de ballet en Augsburgo
Juan Carlos Tellechea

Una velada muy prometedora la de esta tarde del viernes 10 de junio; una función de gala de ballet internacional en el teatro de la milenaria ciudad de Augsburgo (la de la banca de los Fugger), la segunda ciudad más antigua de Alemania, fundada en el año 15 A.C. por los romanos (bajo el emperador Augusto) como castro para sus legiones. Es la última representación que tiene lugar en este histórico escenario principal, de estilo neorrenacentista inaugurado en 1877, ya que deberá ser remozado para ajustarlo a las nuevas normas de seguridad contra incendios que rigen en el país. El antiguo edificio que antecedió a éste fue visitado en 1777 por Wolfgang Amadeus Mozart (su padre, Leopold Mozart, era originario de Augsburgo) y aquí fue representada en 1787 Don Giovanni (en el mismo año de su estreno en Praga) y en 1793 La flauta mágica (dos años después de Viena, 1791).
Precisamente del Ballet Estatal de la capital austríaca viene su primer bailarín solista, el ucraniano Denys Cherevychko, quien con sus saltos y giros pone acentos espectaculares a este programa; en la primera parte con su pareja, la primaballerina Maria Yakovleva en un pas de deux del ballet Flammen von Paris (Llamas de París), de Vassily Vainonen, sobre la Revolución Francesa (1789). Más tarde Cherevychko hace con enorme virtuosismo, gracia y desenfado una estupenda interpretación de Les Bourgeois, una coreografía para solista de Ben van Cauwenbergh, con música de Jacques Brel; y Yakovleva, por su parte, una preciosa caracterización de La muerte del cisne, de Michel Fokine/Camille Saint-Saëns.
Por demás brillante, tanto técnica como artísticamente, fue la encarnación de Sergey Krylov, del Leonid Jacobson Ballet San Petersburgo, de Vestris, una pequeña pieza que creara precisamente el coreógrafo ruso Jacobson en 1969 para Mijaíl Barýshnikov; un homenaje al bailarín Gaetano Vestris (1729 - 1808) que retrata su vanidad y coquetería no solo con su gestualidad y pasos, sino también recurriendo a la pantomima. De la misma compañía rusa viene el vals de El caballero de la rosa, sensiblemente interpretado por Elena Chernova y Atryom Pykhachov.
Sobresaliente asimismo el duo Carlos Hopuy (de Cuba) y Paolo Cervellera (Italia) de Les Ballets Trockadero de Montecarlo. La compañía, que tiene en realidad su sede en Nueva York, reúne solamente a varones que asumen papeles femeninos. Se podría pensar que esto corre peligro de derivar en un espectáculo de travestismo. Pero, no; para nada...todo lo contrario. Los bailarines del Trockadero muestran una perfección estilística admirable. Ambos hacen el pas de deux de Don Quijote, otro clásico de Petipa, y hay que abrir los ojos muy bien dos o tres veces para descubrir que es un varón (Hopuy), quien asume el papel de Kitri. En la segunda parte bailan asimismo con gracia y virtuosismo Spring Waters, inspirada en una coreografía de Assaf Messerer, con música de Serguei Rachmaninov. Al principio parece una representación muy seria y reservada, pero después evoluciona inesperadamente hacia una parodia muy divertida y caricaturesca, con un guiño, una pequeña voltereta por aquí y un bamboleo por allá, excelentemente realizados. ¡Brillantes!!!
El público saborea además esta espléndida y colorida muestra de ballet internacional con la intervención de Sterling Hyltin y Adrian Danching-Waring, del renombrado New York City Ballet, en una presentación exquisita y técnicamente impecable de Cuadros de una exposición, de Alexei Ratmansky, con música de Modest Mussorgski, y el Divertissement Pas de deux de Sueño de una noche de verano, de George Balanchine/Felix Mendelssohn Bartholdy.
También de Balanchine, y cumplidamente fiel a su estilo y técnica, el dúo Yurie Matsuura y Theophilus Veselý, del Ballett Augsburg, baila la Tarantella, con música de Louis Moreau Gottschalk (orquestación de Hershy Kay), que cierra la primera parte del espectáculo. Bailarines de la misma compañía abren la segunda, tras el intervalo, con el impactante funeral de Ofelia, segundo acto de Hamlet, de Stephen Mills/Philip Glas, exhibiendo así el amplio repertorio de que es capaz de cumplir.
Una de las más modernas coreografías fue exhibida por Filipa de Castro y Carlos Pinillos del Ballet Nacional de Portugal, de Lisboa, en un fascinante fragmento de Roulette, de Juanjo Arqués (música de Michael Gordon, David Lang y Jacob Ter Veldhuis), sobre las relaciones de pareja, dictadas por la tecnología, la imagen digital que procuran divulgar de si mismos los usuarios de internet, las falsas realidades estimuladas por los denominados medios sociales, y los encuentros o citas on line del mundo de hoy. De Castro y Pinillos hacen asimismo gala de su excelente capacidad de adaptación con el Pas de deux de El corsario, de Petipa/Riccardo Drigo.
Otra obra muy interesante es Ascending Glide, de Riccardo De Nigris, con música de Wolfgang Amadè Mozart (Sinfonía número 35/Haffner), interpretada con perfecta sincronización por el conjunto del Ballett Augsburg, en la que el coreógrafo mezcla con mucha gracia estilos clásico y moderno en la danza, que abre el espectáculo de casi tres horas duración, presentado por dos destacados ex bailarines y ahora profesores de danza, Erich Payer y Armin Frauenschuh, éste último asistente del director general, Robert Conn.
A sala colmada y entradas agotadas desde hace meses, los espectadores ovacionan de pie durante largos minutos el cierre de esta gran fiesta de ballet internacional, tras una breve muestra de Malasombra (Me siento guajira, Estando contigo, y Guantanamera), con coreografía de Cayetano Soto, que pone en escena también la compañía del Ballett Augsburg con música y (singularísima) voz de la inolvidable cantante cubana Lupe Victoria Yolí Raymond (La Lupe), nacida el 23 de diciembre de 1939 en Santiago de Cuba y fallecida de un paro cardíaco y en la pobreza el 29 de febrero de 1992 en Nueva York, en un muy sentido homenaje a su legendaria figura, redescubierta y rescatada ahora por la comunidad homosexual hispana.
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