España - Cantabria

Festival de Santander

Halle Orchestra

Maruxa Baliñas
viernes, 2 de septiembre de 2016
Leticia Moreno © Omar Ayyashi | OCNE Leticia Moreno © Omar Ayyashi | OCNE
Santander, miércoles, 10 de agosto de 2016. Palacio de Festivales. Sala Argenta. Leticia Moreno, violín. The Hallé Orchestra. Sir Mark Elder, director. Héctor Berlioz, Obertura de El rey Lear op. 4. Felix Mendelssohn, Concierto para violín en mi menor op. 64. Antonin Dvorák, Sinfonía nº 9 de El Nuevo Mundo op. 95. Festival Internacional de Santander 2016.
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Con una inhabitual colocación de la orquesta sobre el escenario se presentó la Hallé Orchestra en el escenario de la sala principal del Palacio de Festivales de Santander: los contrabajos al fondo y elevados, ocupando el lugar de la percusión, que se trasladó al fondo-derecho del escenario e incluso al lateral, tras los violines II y las violas. A esto se añadieron unos metales que en Berlioz ocuparon todo el ancho de la orquesta -encajonados entre contrabajos y maderas- y se lucieron todo lo esperable y un poco más. No fue mala decisión la de Sir Mark Elder, que consiguió así que una obra tan temprana de Berlioz como es la Obertura de El rey Lear op. 4 (1839) -inevitable en un año shakesperiano- sonara grande, anticipando ya algunos de los valores del Berlioz maduro, especialmente su lujosa orquestación. 

El Concierto para violín en mi menor op. 64 es siempre un riesgo para el violinista. Casi cualquier oyente tiene su propia idea de cómo debe sonar y cuál es el mejor violinista para el. Sin embargo Leticia Moreno (Madrid, 1985) se arriesgó y triunfó. Es una violinista impecable de afinación y arco, le falta acaso algo de reflexión sobre el conjunto de la obra, pero eso se suele adquirir con la edad y experiencia. De modo que, aunque no me gusta la 'futurología', sospecho que va a ser la gran violinista española de las próximas décadas. 

Su versión del Concierto fue tradicional, pero remiténdose a la tradición de los años de entreguerras -Kreisler, quizá, por la escasez de vibrato- y no a la vivaldiana de Menuhin o  a la de Mutter (para mí, por edad, la más cercana). Lo que más me llamó la atención en el primer movimiento fue su 'agobio': la música respiraba muy poco, faltaban reposos un poco al modo de lo que pasa en Wagner -y Mendelssohn creo que debe ser más 'clásico'- pero en cualquier caso Moreno consiguió que la música nos arrastrara. El segundo movimiento fue el que más me gustó por su lirismo y ensoñación -anticipadas ya en la cadencia principal del primer movimiento- y la coordinación Elder-Moreno-orquesta funcionó muy bien. El tercer movimiento recobró el apasionamiento por momentos exagerado del primer movimiento y la falta de momentos de apoyo o reposo. Se podría discutir la decisión de Elder de darle el predominio a la orquesta en ciertos momentos, sin tapar a Moreno pero dejándola muy disminuida, pero como al mismo tiempo respetó su cadencia, el resultado fue muy adecuado.

La Sinfonía del Nuevo Mundo fue una fiesta en manos de la Hallé Orchestra y Elder. Toda la obra se concibió como una unidad, incluso aunque hubiera una cesura entre movimientos. Las melodías se aprovecharon y mimaron, los acompañamientos fueron más que acompañamientos, el desarrollo formal se percibía con naturalidad e inteligencia, pero sobre todo consiguieron un sonido propio, algo cada vez más raro de encontrar en las interpretaciones de obras tan populares como esta. No hay que olvidar que la Hallé Orchestra está directamente relacionada desde su fundación con la recepción inglesa de Brahms y Dvorák, y cuando hay tradición, ¡se nota!

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